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sábado, 29 de noviembre de 2014

Sentimos la ternura de Jesús que nos previene para que nos mantengamos firmes en nuestra fe y en nuestra esperanza

Sentimos la ternura de Jesús que nos previene para que nos mantengamos firmes en nuestra fe y en nuestra esperanza

Apoc. 22, 1-7; Sal. 94; Lc. 21, 34-36
Tened cuidado…’ les dice Jesús. Es una palabra llena de ternura. Ten cuidado le dice la madre o el padre al hijo cuando va a salir o cuando va a emprender una tarea; ten cuidado le dice un amigo a otro cuando se despiden o cuando uno le cuenta algo que va a hacer; ten cuidado le decimos a aquella persona que apreciamos previniéndola frente a cualquier situación peligrosa en la que se pueda encontrar; ten cuidado es una buena recomendación que nos hacemos los unos a los otros.
Ahora nos dice Jesús ‘tened cuidado…’ y nos previene de muchas cosas que nos pueden ir sucediendo en la vida, situaciones por las que podemos pasar o simplemente para que seamos fieles. Mucho nos quiere decir Jesús porque es mucho el amor que nos tiene; mucho nos quiere decir Jesús porque nos lleva gravados en lo más hondo de su corazón; es la ternura de Dios, es la ternura del amor. Porque tener ternura para alguien es llevarlo allí muy cerquita del corazón, o muy dentro del corazón.
Y nos dice tres cosas: ‘no se os embote la mente… estad siempre despiertos… y manteneos en pie…’ Nos quiere decir mucho.
Cuando nos enfrascamos en lo que son las tareas de la vida de cada día algunas veces nos vemos tan absorbidos por las cosas de la vida, por los trabajos y responsabilidades, por las cosas que tenemos que hacer que tenemos el peligro de olvidar cosas que son también importantes, o no vemos o atendemos quizá a los que tenemos más cerca, perdiendo de vista quizá valores que tendrían que ser esenciales en nuestra manera de ser y de actuar o de estar con los demás. Nos podemos materializar tanto con las cosas que cada día tenemos que hacer, que al final podemos caer en las redes de ser esclavos de esas cosas, o perder la trascendencia de nuestra vida pensando solo en lo de ahora y aquí; más peligro aún cuando contagiados por lo que hay a nuestro alrededor podemos caer en las redes del vicio. ‘No se os embote la mente con el vicio, la bebida o la preocupación del dinero’.
Pero nos dice también: ‘Estad siempre despiertos…’ Ayer escuchábamos las recomendaciones que nos hacia a la vigilancia. No nos podemos dormir. No nos podemos embelezar quizá mirándonos a nosotros mismos y pensamos que por nosotros mismos somos capaces de todo. La vigilancia significa también oración. Como Pedro cuando no  había podido coger nada de pesca por si mismo, ‘en tu nombre echaré las redes’; en el nombre del Señor, contando con el Señor, abriéndonos a Dios en nuestra oración para sentir su fuerza pero para también dejarnos iluminar por su luz.
Y una tercera cosa que nos recomienda: ‘manteneos en pie ante el Hijo del Hombre’. Mantenernos en pie significa sentirnos seguros, seguros en nuestra fe y en nuestra esperanza. Nos apoyamos en el Señor y nuestra fe no puede decaer. Nos mantenemos en pie porque es también el testimonio que hemos de dar ante los que nos rodean. Nos mantenemos en pie porque tenemos que ser signos para cuantos nos rodean de ese amor del Señor con nuestro amor. Nos mantenemos en pie porque no nos dejamos confundir por el mundo que nos rodea ofreciéndonos otras cosas u otros caminos. Nos mantenemos en pie porque estamos seguros de que el Señor viene, llega a nuestra vida, y así nos tiene que encontrar vigilantes y preparados.
Escuchemos la ternura del corazón de Cristo que nos habla al corazón, porque también nos quiere tener junto a su corazón. Así es su amor. Así tendrá que ser nuestra fe y nuestro amor para dejarnos inundar por esa ternura de Dios.
Con las palabras del Apocalipsis que repetimos en el salmo una vez más le decimos: ‘¡Marana tha! Ven, Señor Jesús’.

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