Sentimos la ternura de Jesús que nos previene para que nos mantengamos firmes en nuestra fe y en nuestra esperanza
Apoc. 22, 1-7; Sal. 94; Lc. 21, 34-36
Tened cuidado…’ les dice Jesús. Es una palabra
llena de ternura. Ten cuidado le dice la madre o el padre al hijo cuando va a
salir o cuando va a emprender una tarea; ten cuidado le dice un amigo a otro
cuando se despiden o cuando uno le cuenta algo que va a hacer; ten cuidado le
decimos a aquella persona que apreciamos previniéndola frente a cualquier situación
peligrosa en la que se pueda encontrar; ten cuidado es una buena recomendación
que nos hacemos los unos a los otros.
Ahora nos dice Jesús ‘tened cuidado…’ y nos previene de muchas cosas que nos pueden ir
sucediendo en la vida, situaciones por las que podemos pasar o simplemente para
que seamos fieles. Mucho nos quiere decir Jesús porque es mucho el amor que nos
tiene; mucho nos quiere decir Jesús porque nos lleva gravados en lo más hondo
de su corazón; es la ternura de Dios, es la ternura del amor. Porque tener
ternura para alguien es llevarlo allí muy cerquita del corazón, o muy dentro
del corazón.
Y nos dice tres cosas: ‘no se os embote la mente… estad siempre despiertos… y manteneos en
pie…’ Nos quiere decir mucho.
Cuando nos enfrascamos en lo que son las tareas de la
vida de cada día algunas veces nos vemos tan absorbidos por las cosas de la
vida, por los trabajos y responsabilidades, por las cosas que tenemos que hacer
que tenemos el peligro de olvidar cosas que son también importantes, o no vemos
o atendemos quizá a los que tenemos más cerca, perdiendo de vista quizá valores
que tendrían que ser esenciales en nuestra manera de ser y de actuar o de estar
con los demás. Nos podemos materializar tanto con las cosas que cada día
tenemos que hacer, que al final podemos caer en las redes de ser esclavos de
esas cosas, o perder la trascendencia de nuestra vida pensando solo en lo de
ahora y aquí; más peligro aún cuando contagiados por lo que hay a nuestro
alrededor podemos caer en las redes del vicio. ‘No se os embote la mente con el vicio, la bebida o la preocupación del
dinero’.
Pero nos dice también: ‘Estad siempre despiertos…’ Ayer escuchábamos las recomendaciones
que nos hacia a la vigilancia. No nos podemos dormir. No nos podemos embelezar
quizá mirándonos a nosotros mismos y pensamos que por nosotros mismos somos
capaces de todo. La vigilancia significa también oración. Como Pedro cuando
no había podido coger nada de pesca por
si mismo, ‘en tu nombre echaré las
redes’; en el nombre del Señor, contando con el Señor, abriéndonos a Dios
en nuestra oración para sentir su fuerza pero para también dejarnos iluminar
por su luz.
Y una tercera cosa que nos recomienda: ‘manteneos en pie ante el Hijo del Hombre’.
Mantenernos en pie significa sentirnos seguros, seguros en nuestra fe y en
nuestra esperanza. Nos apoyamos en el Señor y nuestra fe no puede decaer. Nos
mantenemos en pie porque es también el testimonio que hemos de dar ante los que
nos rodean. Nos mantenemos en pie porque tenemos que ser signos para cuantos
nos rodean de ese amor del Señor con nuestro amor. Nos mantenemos en pie porque
no nos dejamos confundir por el mundo que nos rodea ofreciéndonos otras cosas u
otros caminos. Nos mantenemos en pie porque estamos seguros de que el Señor
viene, llega a nuestra vida, y así nos tiene que encontrar vigilantes y
preparados.
Escuchemos la ternura del corazón de Cristo que nos
habla al corazón, porque también nos quiere tener junto a su corazón. Así es su
amor. Así tendrá que ser nuestra fe y nuestro amor para dejarnos inundar por
esa ternura de Dios.
Con las palabras del Apocalipsis que repetimos en el
salmo una vez más le decimos: ‘¡Marana
tha! Ven, Señor Jesús’.
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