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martes, 25 de noviembre de 2014

Los momentos malos de la vida, los problemas o las dificultades nos han de ayudar a crecer como personas y a madurar para dar buen fruto

Los momentos malos de la vida, los problemas o las dificultades nos han de ayudar a crecer como personas y a madurar para dar buen fruto

Apoc. 14, 14-20; Sal. 95; Lc. 21, 5-11
‘Algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos’, comentaba el evangelista; pero esto le da pie al Señor para decirnos cuan caducas son las bellezas este mundo que un día desaparecerán pero que nos tienen que llevar a considerar y admirar cuál es la verdadera belleza que hemos de buscar, una belleza permanente que solo en la vida en Dios podremos alcanzar en plenitud.
Admiramos, sí, toda la belleza de la creación, como obra salida de las manos de Dios y que cada día nos sorprende en la naturaleza con un nuevo amanecer para que contemplemos todo lo creado y ello  nos lleve a dar la gloria al Creador, lo que tendrá que llevarnos a cuidar esa naturaleza que Dios ha puesto en nuestras manos para que todo pueda servir al bien del hombre y con todo podamos siempre cantar la gloria y alabanza al Creador; admiramos también la belleza de la obra salida de las manos del hombre, al que Dios ha dotado de dones especiales con las que pueda expresar de forma bella cuando llevamos de bueno en el corazón o cuanto de bueno podemos hacer para hacer felices a los demás.  Esa capacidad del arte que se manifiesta en el hacer de tantos hombres, hemos de saber considerarlo con un don de Dios y con ello hemos de saber dar gloria al Señor.
Ahora están contemplando el templo de Jerusalén, heredero podríamos decir del que un día construyera Salomón, pero tantas veces destruido y reedificado a lo largo de la historia, que en aquel presente siglo se había embellecido con la reconstrucción que Herodes el Grande había mandado realizar. Pero Jesús les dice que una vez más aquel templo será destruido, no quedará piedra sobre piedra, como será igualmente destruida la ciudad de Jerusalén, como ya había manifestado cuando había llorado por aquella ciudad, como recordamos hace poco.
‘Maestro, ¿cuándo va a suceder esto?’, le preguntan; ‘¿cuál será la señal de que todo eso está a punto de suceder?’ Pero en el texto evangélico y en las palabras de Jesús se entremezclan los anuncios de la ciudad de Jerusalén como también el anuncio de los últimos tiempos con todas las confusiones que a lo largo de la historia se van a producir. ‘Cuidado que nadie os engañe’, les dice porque algunos se aprovecharan incluso de estas palabras de Jesús para ser profetas de catástrofes y de más destrucciones.
‘No tengáis pánico’, les dice. El que cree en Jesús y se fía de su palabra nunca ha de perder la paz. Pueden venir momentos difíciles, surgirán problemas y luchas en la vida, ya en otro lugar nos anuncia a los que queremos mantener nuestra fe en El que hasta tendremos persecuciones, pero un verdadero creyente no ha de perder la paz ni dejarse confundir.
En el lenguaje del evangelio, en este caso un tanto apocalíptico en el sentido más simple de la palabra, se nos anuncian muchas cosas. ‘Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo’. Los agoreros que siempre nos encontramos en todos los tiempos enseguida nos interpretan por lo que nos va sucediendo de continuo en nuestro mundo de que ya el fin del mundo está cerca. Pero Jesús antes nos ha dicho: ‘Pero todo eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida’. Y es que ese ha sido el devenir de la historia a través de todos los siglos. ¿En qué siglo no ha habido grandes guerras o grandes catástrofes? ¿Cuántas veces en los años que tenemos, sobre todo nosotros los mayores, no habremos escuchado que nos están anunciando que el fin del mundo es para tal año o para tal otro? En los años de mi vida lo he escuchado muchas veces.
Jesús nos dice que no perdamos la paz; más bien, todo eso que nos va sucediendo nos ha de servir de lección para darle valor a nuestra vida y para que busquemos lo que en verdad es más importante. Y esos problemas y momentos malos que nos van apareciendo en nuestra vida con una ayuda muy importante que nos ayuda a crecer y a madurar más y más como personas. Nos enseñará muchas veces que no todo es fácil, pero que en la dificultad nos crecemos, aprendemos a sacar recursos desde lo más hondo de nosotros mismos y aprenderemos a buscar los verdaderos valores que van a dar consistencia a nuestra vida.
Ojalá aprendamos la lección y nunca perdamos la paz de nuestro espíritu.

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