1Jn. 4, 10-5, 4
Sal. 71
Lc. 4, 14-22
‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’. Fue todo el comentario que Jesús hizo en aquella mañana en la Sinagoga de Nazaret. Recorría ya los ciudades y aldeas de Galilea y del resto de Palestina. ‘Fue a Nazaret, donde se había criadlo, entró en la Sinagoga como era su costumbre los sábados y se puso en pie para hacer la lectura’. El texto proclamado era de Isaías. Y este fue su comentario.
Hemos venido escuchando en estos días de la Epifanía diversos textos del evangelio que nos ha ofrecido la liturgia que han sido como una manifestación – epifanía – de Jesús a su pueblo. Enseñaba a las gentes, curaba a los enfermos, se hacía presente en la vida de los hombres y mujeres con su salvación. Hoy nos ha ofrecido este texto de Lucas con la presentación de Jesús en Nazaret, su pueblo. Aquí una vez más se nos manifiesta quién es Jesús y su misión.
‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’, porque en El se estaba realizando lo anunciado por el profeta. Había venido ‘para dar la Buena Noticia a los pobres… anunciar la libertad’, la salud, la salvación, ‘el año de gracia del Señor’. Se manifiesta como el ungido con la fuerza del Espíritu del Señor. ‘El Espíritu del Señor está sobre, porque me ha ungido…’ había dicho el profeta.
‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra…’ le había dicho el ángel a María. Por la acción del Espíritu de Dios el Hijo de Dios se había encarnado en las entrañas de María para hacer como hombre y como Dios entre nosotros. Es el Espíritu que inspiró a Isabel para saludar a María como la madre del Señor y el que inspiró a María para cantar el más hermoso cántico de alabanza al Señor, que en ella hizo maravillas.
La fuerza del Espíritu lo había llevado junto al Jordán primero para que Juan lo bautizase y lo había conducido luego al desierto al monte de la cuarentena. Mañana, día del Bautismo de Jesús, contemplaremos cómo ‘se abrió el cielo y descendió hasta El el Espíritu Santo como una paloma’. Se cumplía en El lo anunciado por el profeta. ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír…El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido…’
El Espíritu lo había traído ahora hasta Galilea y a Nazaret – ‘Jesús, con la fuerza del Espíritu, volvió a Galilea y su fama se extendió por toda la comarca’ -: como el Espíritu será el que irá conduciendo a Jesús a través de todo el evangelio hasta su subida a Jerusalén para su entrega. Será el Espíritu que nos promete para que fuera también nuestra fuerza y nuestra sabiduría para ser testigos ante los hombres. El evangelio de Lucas, del que está tomado el texto que comentamos, podríamos decir que está enmarcado por la acción del Espíritu en Jesús y luego también en sus seguidores, sus discípulos.
Que el Espíritu nos conduzca a nosotros también hasta Jesús, para que podamos mejor conocerle y mejor vivirle; para que podamos proclamar que El es el Señor y llamar a Dios Padre y dirigirnos a Dios con la mejor oración; para que, impulsados por ese mismo Espíritu, podamos ser en verdad sus testigos, Epifanía de Dios para todos los hombres que nos rodean.