No
podemos desanimarnos, tenemos que creer en lo que hacemos, creer en la buena
semilla que sembramos que por la fuerza del Espíritu pondrá optimismo en el
corazón
1Corintios 15, 35-37. 42-49; Sal 55; Lucas
8, 4-15
No te canses,
no te esfuerces tanto, estas personas no lo van a agradecer, de ahí nada bueno
se puede sacar, ya sabemos como son. Cosas así hemos escuchado más de una vez.
A alguien le puede parecer que con aquellas personas nada se puede hacer; al
maestro le dirán que no se esfuerce tanto, porque total para lo que lo van a
aprovechar aquellos alumnos, los dan por perdidos; a aquella madre ya parece
que no tenemos palabras de consuelo o de ánimo porque aquel hijo… o a aquel
quiere emprender cosas en la sociedad en la que viven, que le dicen que allí no
hay nada que hacer. Pero la madre sigue creyendo en el hijo, aquel animador
social sigue en su empeño de emprender cosas que puedan beneficiar a aquellas
gentes, aquel educador sigue en su tarea queriendo sembrar una buena semilla a
pesar de lo que muchas veces puede parecer un fracaso.
Son
situaciones por las que pasamos, que nos afectan o que vemos en nuestro
entorno; y hay gente pesimista que no es capaz de ver ningún rayo de luz aunque
sea muy tenue, pero siempre habrá quien sigue creyendo que la gente es buena
tierra y que algún día se recogerá algún fruto, pero cree también en sí mismo y
en lo que quiere trasmitir, porque sabe que es buena semilla que algún día
puede fructificar.
Creo que el
evangelio de hoy nos refleja mucho de todo esto. La gente se reúne en torno a
Jesús porque quieren escucharle, y les ofrece la parábola de la semilla echada
a voleo en aquellos campos aunque no todas las tierras parece que puedan
producir buenos y excelentes frutos. Parte de la semilla caerá en la tierra
endurecida del camino donde al final serán los pajarillos los que darán parte
de ella, otra caerá en terrenos duros llenos de pedruscos donde nada puede
enraizar, otra caerá entre zarzales y malas hierbas que impedirán que prospere,
solo un poco semilla caerá en tierra buena capaz de producir fruto.
Allí está
aquella multitud que le escucha. ¿Van a responder todos de la misma manera?
como siempre sucede habrá quien pronto olvidará aquella palabra escuchada, como
habrá quien con buena voluntad intentará hacer algo de lo que sintió en su
corazón, pero son tantos los apegos, son tantas las cosas que le arrastran de
acá para allá, que pronto se olvidará porque faltará constancia y
perseverancia. Solo algunos serán los que sigan con Jesús intentando vivir su
camino.
Pero aquel
sembrador no dejó de sembrar la semilla, Jesús no dejó de anunciar el Reino,
Jesús no dejó de hablar a quienes con buena fe les escuchaban pero también a
aquellos que venían por mera curiosidad, o quizás con aviesas intenciones.
Aquella semilla produciría fruto algún día en unos o en otros, ahora o más
adelante. La semilla de la Palabra tenía vida en sí misma.
Es una
invitación a la escucha, pero también a la perseverancia; es una palabra que
nos anima a seguir adelante aunque no veamos el fruto tan pronto como nosotros
desearíamos; es una palabra que pone ánimos y esperanzas en el corazón porque
sabemos que esa flor algún día florecerá, ese hijo puede cambiar, esa persona
encerrada en sus vicios un día puede cambiar sus actitudes y sus posturas, a
esos que nos parecen unos perdidos algo se quedará grabado en el corazón que un
día puede salir a flote, aquella gente que parece que ahora pasan de todo y no
responden a lo que hacemos algún día se podrán dar cuenta y comenzarán a hacer
que las cosas mejoren para bien de todos.
No podemos
desanimarnos, tenemos que creer en lo que hacemos, tenemos que creer en la
buena semilla que tratamos de sembrar. La buena semilla por la fuerza del
Espíritu del Señor tiene que poner optimismo en el corazón.