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jueves, 15 de septiembre de 2022

Invocamos a María como Madre de los Dolores pero con ella a nuestro lado los momentos oscuros de la angustia serán para siempre momentos de esperanza que nos llenan de vida

 


Invocamos a María como Madre de los Dolores pero con ella a nuestro lado los momentos oscuros de la angustia serán para  siempre momentos de esperanza que nos llenan de vida

Corintios 15,1-11; Sal 117; Juan 19,25-27

Aunque ya no seamos tan niños siempre hay momentos en que deseamos tener junto a nosotros el calor de la madre que nos cobije con su cariño, que ponga su mano sobre nuestro hombro, o simplemente se haga presente a nuestro lado en que ni siquiera necesitamos palabras. La presencia de la madre, nos atrevemos a decir, es milagrosa, porque aunque sea en silencio nos dará ánimos, nos levantará del decaimiento en que nos encontremos y se convierte siempre en un foco de luz muy necesario para nuestro caminar. Qué tristes y angustiosos se convierten esos momentos difíciles cuando nos falta la presencia y el cariño de la madre. Es una soledad que se nos convierte en insuperable.

¿Por qué no podemos decir que también Jesús la necesitaba en la soledad de la cruz? Será Juan aquel discípulo tan sensible que disfrutó de un especial cariño de Jesús él que nos hará constar en su evangelio que allí estaba María. Y nos empleaba esa palabra ‘estaba’ con el hondo significado que podemos darle. Ese estar de María – siempre nos la imaginamos de pie junto a la cruz de Jesús – significa la fortaleza de una madre, significa todo lo que puede trasmitir una madre de corazón a corazón aunque sea en silencio, significa el también ¿por qué no? el consuelo que recibió Jesús en esos momentos de su cruz.

Ayer celebramos la exaltación de la Santa Cruz, que en fin de cuentas es contemplar a Cristo crucificado y glorificado en lo alto de la cruz. Así lo había anunciado, sería glorificado cuando fuera levantado en lo alto, y contemplábamos ayer la cruz de la que pende la salvación del mundo, como se proclama en algún momento en la liturgia. Hoy queremos contemplar a quien está al pie de la cruz como madre que se convierte con Jesús en corredentora, porque así se unió al momento redentor de Cristo con su cruz y porque también ella se convierte en una corriente de gracia para nosotros.

Pero es que cuando contemplamos a María al pie de la cruz de Jesús estamos escuchando cómo quiere regalárnosla como madre. ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’, le dice Jesús señalando al discípulo amado. ‘Ahí tiene a tu madre’, le dice Jesús a Juan, que ya para siempre la recibió en su casa.

Es el regalo de Jesús para que a nosotros no nos falte nunca una madre. Ella será la nueva Eva madre de todos los creyentes, porque los que creemos en Jesús también hemos de hacer como Juan, recibirla en nuestra casa, acogerla en nuestro corazón, sentir que ella ya para siempre es nuestra madre. Por eso la llamamos también Madre de la Iglesia, porque ella ya para siempre tendrá en su corazón esos nuevos hijos, todos los que creemos en Jesús que así la tenemos como madre.

Si ayer cuando contemplábamos la cruz de Jesús que era un abrazo de dolor que envuelto en el amor se convierte en signo sublime de vida y de amor, hoy queremos sentir ese abrazo de amor de la madre en nuestros momentos de dolor para llenarnos también nosotros de esa nueva vida y poder también resplandecer en el amor; por eso la llamamos madre de los dolores o madre de las angustias, pero también madre de la esperanza y madre del amor más hermoso. Con muchas advocaciones queremos sentir y celebrar esa presencia de María.

Sí, ella también siempre está junto a nosotros en ese camino de cruz en que se nos convierte muchas veces el camino de la vida, como lo está en nuestros esfuerzos y en nuestras luchas, como nos ayudará a vivir con intensidad los momentos dichosos y felices de la vida. Cuántas fiestas hacemos a lo largo del año los cristianos en honor de la madre, porque con ella a nuestro lado nos es más fácil encontrar ese camino de felicidad y de alegría verdadera.

Aunque la invoquemos como Madre de los Dolores o de las Angustias, con ella a nuestro lado se acaban para siempre esos momentos oscuros de la angustia para que sean siempre momentos de esperanza que nos llenan de vida.

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