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sábado, 17 de septiembre de 2022

No podemos desanimarnos, tenemos que creer en lo que hacemos, creer en la buena semilla que sembramos que por la fuerza del Espíritu pondrá optimismo en el corazón

 


No podemos desanimarnos, tenemos que creer en lo que hacemos, creer en la buena semilla que sembramos que por la fuerza del Espíritu pondrá optimismo en el corazón

1Corintios 15, 35-37. 42-49; Sal 55; Lucas 8, 4-15

No te canses, no te esfuerces tanto, estas personas no lo van a agradecer, de ahí nada bueno se puede sacar, ya sabemos como son. Cosas así hemos escuchado más de una vez. A alguien le puede parecer que con aquellas personas nada se puede hacer; al maestro le dirán que no se esfuerce tanto, porque total para lo que lo van a aprovechar aquellos alumnos, los dan por perdidos; a aquella madre ya parece que no tenemos palabras de consuelo o de ánimo porque aquel hijo… o a aquel quiere emprender cosas en la sociedad en la que viven, que le dicen que allí no hay nada que hacer. Pero la madre sigue creyendo en el hijo, aquel animador social sigue en su empeño de emprender cosas que puedan beneficiar a aquellas gentes, aquel educador sigue en su tarea queriendo sembrar una buena semilla a pesar de lo que muchas veces puede parecer un fracaso.

Son situaciones por las que pasamos, que nos afectan o que vemos en nuestro entorno; y hay gente pesimista que no es capaz de ver ningún rayo de luz aunque sea muy tenue, pero siempre habrá quien sigue creyendo que la gente es buena tierra y que algún día se recogerá algún fruto, pero cree también en sí mismo y en lo que quiere trasmitir, porque sabe que es buena semilla que algún día puede fructificar.

Creo que el evangelio de hoy nos refleja mucho de todo esto. La gente se reúne en torno a Jesús porque quieren escucharle, y les ofrece la parábola de la semilla echada a voleo en aquellos campos aunque no todas las tierras parece que puedan producir buenos y excelentes frutos. Parte de la semilla caerá en la tierra endurecida del camino donde al final serán los pajarillos los que darán parte de ella, otra caerá en terrenos duros llenos de pedruscos donde nada puede enraizar, otra caerá entre zarzales y malas hierbas que impedirán que prospere, solo un poco semilla caerá en tierra buena capaz de producir fruto.

Allí está aquella multitud que le escucha. ¿Van a responder todos de la misma manera? como siempre sucede habrá quien pronto olvidará aquella palabra escuchada, como habrá quien con buena voluntad intentará hacer algo de lo que sintió en su corazón, pero son tantos los apegos, son tantas las cosas que le arrastran de acá para allá, que pronto se olvidará porque faltará constancia y perseverancia. Solo algunos serán los que sigan con Jesús intentando vivir su camino.

Pero aquel sembrador no dejó de sembrar la semilla, Jesús no dejó de anunciar el Reino, Jesús no dejó de hablar a quienes con buena fe les escuchaban pero también a aquellos que venían por mera curiosidad, o quizás con aviesas intenciones. Aquella semilla produciría fruto algún día en unos o en otros, ahora o más adelante. La semilla de la Palabra tenía vida en sí misma.

Es una invitación a la escucha, pero también a la perseverancia; es una palabra que nos anima a seguir adelante aunque no veamos el fruto tan pronto como nosotros desearíamos; es una palabra que pone ánimos y esperanzas en el corazón porque sabemos que esa flor algún día florecerá, ese hijo puede cambiar, esa persona encerrada en sus vicios un día puede cambiar sus actitudes y sus posturas, a esos que nos parecen unos perdidos algo se quedará grabado en el corazón que un día puede salir a flote, aquella gente que parece que ahora pasan de todo y no responden a lo que hacemos algún día se podrán dar cuenta y comenzarán a hacer que las cosas mejoren para bien de todos.

No podemos desanimarnos, tenemos que creer en lo que hacemos, tenemos que creer en la buena semilla que tratamos de sembrar. La buena semilla por la fuerza del Espíritu del Señor tiene que poner optimismo en el corazón.

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