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sábado, 10 de junio de 2023

Será la generosidad vivida y expresada sin hacer ruido la que marcará la verdadera grandeza de nuestra vida y nos dejará verdadera huella en el mundo que nos rodea

 


Será la generosidad vivida y expresada sin hacer ruido la que marcará la verdadera grandeza de nuestra  vida y nos dejará verdadera huella en el mundo que nos rodea

Tobías 12, 1.5-15.20; Sal.: Tb 13; Marcos 12,38-44

¿Dónde podemos encontrar la verdadera medida del hombre? ¿Cuál es la verdadera altura de la persona? No tenemos que ir dándonos codazos en la vida para hacer aparentar que mido un centímetro más de altura que el otro. No son las medidas de un cuerpo esbelto lo que nos va a dar esa altura; no son los ropajes con que nos revistamos porque al final seremos como fantoches a los que han puesto unas bonitas vestimentas pero realmente están desnudos y vacíos por dentro; no es el sillón más alto y más lujoso que podamos colocar en los lugares que llamamos sitios de honor porque al final la fila no va a comenzar en ese orden que en nuestro interés habíamos predispuesto.

Recordemos que Jesús cambia el orden de los que van a ser llamados porque los últimos serán primeros y los primeros van a quedar para los últimos. Y en ese sentido podríamos seguir recordando muchas recomendaciones de Jesús. Cuando los discípulos discutían por los primeros puestos les decía que habían de hacerse los últimos y los servidores de todos.

Pero quizás seguimos preguntándonos por la verdadera medida del hombre. Y ya sabemos que no está ni en las fantasías ni en las vanidades, ni en el tamaño de nuestro bolsillo, ni en las palabrerías que encandilan y aturrullan pero que al final no dejan ningún mensaje ni ninguna huella que merezca la pena. Cuántas palabras vacías escuchamos a lo largo del día, cuantas promesas que se vuelan como el humo en una mañana de viento, cuantas palabras encantadoras, pero que son eso encantadoras que solo las necesitan los que no quieren escuchar nada con fundamento. La medida tenemos que irla comenzando a buscar por nuestro corazón.

Será el corazón generoso el que nos da la verdadera medida de la persona. Podrá ser alguien que para la mayoría de la gente pase desapercibida porque no hace ruido ni llama la atención. Como aquella anciana del evangelio que tras el bullicioso cortejo de los que van haciendo alarde de sus vanidades, ella calladamente, sin que nadie sea capaz de notar su presencia, pareciera que furtivamente porque ningún ruido se escucha, deja caer sus dos monedas en el arca de las ofrendas.

El bullicio de la vanidad no nos dejará escuchar el murmullo que como el susurro de una suave brisa para junto a nosotros pero que puede ser que el que nos deje profunda huella. No sintió el profeta, como hemos comentado más de una vez, la presencia de Dios en el fragor del terremoto que partía las montañas, ni en el huracán que parecía arrebatar de su sitio árboles y edificaciones; en el susurro de la suave brisa sentirá el paso del Señor compasivo y misericordioso que iba derramando vida con su amor en todos los que sentían su presencia.

Aquella anciana que Jesús estaba observando echar sus monedas en el arca de las ofrendas fue ese susurro de Dios que nos venía a descubrir la grandeza de aquella humilde persona. Será, pues, la generosidad del corazón la que nos dará la verdadera medida de la persona. Será la generosidad vivida y expresada sin hacer ruido la que nos dejará verdadera huella en nosotros, de quienes somos generosos de corazón, pero también de quienes tengamos la suerte de descubrir esa generosidad de tantos a nuestro lado.

Es el camino del Reino que nosotros hemos de vivir; son las señales que tenemos que dar de esa presencia del Reino de Dios en nuestra vida y con lo que lo queremos hacer presente en nuestro mundo.

viernes, 9 de junio de 2023

También queremos escuchar con gusto a Jesús, en El ponemos toda nuestra fe y en quien encontramos la verdad de nuestra vida y la vida para nuestra existencia

 


También queremos escuchar con gusto a Jesús, en El ponemos toda nuestra fe y en quien encontramos la verdad de nuestra vida y la vida para nuestra existencia

Tobías 11, 5-18; Sal 145; Marcos 12, 35-37

‘Una muchedumbre numerosa le escuchaba con gusto’, nos dice el evangelista. El episodio se sitúa en Jerusalén. Es allí donde se originan grandes diatribas con Jesús. Los sumos sacerdotes del templo, los dirigentes del pueblo, pertenecientes al Sanedrín o formando parte de aquellos grupos que en cierto modo se disputaban su influencia sobre el pueblo, muchos de los cuales formaban parte también del Sanedrín que era como un Senado en las instituciones judías, les costaba entender las enseñanzas de Jesús, reconocer su figura y de alguna manera querían quitarlo de en medio para que no restara sus influencias sobre el pueblo.

Es lo que motiva, por así decirlo, las enseñanzas de este texto y episodio. Nunca llegaron a comprender lo que en verdad era la misión de Jesús. No aceptaban que pudiera ser el Mesías ni el origen divino de su persona y su mensaje. A esto viene esta interpelación que Jesús les hace recogiendo lo que proféticamente anunciaba el Rey David sobre lo que significaba el Mesías, al que llamaba Señor, una palabra que solo se podía atribuir a Dios.

La gente sencilla sin embargo, como terminará diciendo el evangelista, que no se metía en aquellas disquisiciones de los maestros de la ley, escuchaba con gusto a Jesús.  Esto me está invitando a que nos hagamos algunas reflexiones y preguntas. ¿Escuchamos igualmente con gusto a Jesús?

Queremos escucharle, sí, abrir nuestro corazón a su Palabra. Queremos escucharle porque queremos hacer crecer nuestra fe en El. Difícilmente amamos lo que no conocemos. Difícilmente podemos entrar en esa órbita de la fe y del amor a Jesús si no lo conocemos. Por eso queremos escucharle, queremos conocerle, porque aquí cuando estamos hablando de la fe estamos hablando al mismo tiempo del amor.

No se trata solamente de unos conceptos que tengamos como muy bien guardados en nuestra cabeza. Aunque necesariamente hemos de ahondar en ese conocimiento, para tener las cosas claras, tener bien ordenada nuestra cabeza y los conocimientos que tengamos en referencia, por ejemplo, a Jesús.

Hoy fácilmente en el entorno de la sociedad en la que vivimos podemos encontrarnos que no se tiene una idea clara de Jesús. Lo que significa religión ha pasado a un muy segundo plano en los intereses de la mayoría de la gente, muchos indiferentes ante todo lo que significa el hecho religioso cuando no en clara oposición. Nos encontramos igualmente un rechazo grande a la Iglesia y a todo lo que suene a cristiano; a Jesús a lo más muchos lo ven como un personaje de la historia pero poco más, porque ya comienzan a verle lejano, y le quieren quitar toda la trascendencia para la vida y para la historia que ha significado la presencia, la vida y las enseñanzas de Jesús.

Pero un cristiano no se puede quedar en solo eso, incluso llegando a lo mejor de lo dicho por la trascendencia que ha significado para la historia y para la vida.

Cuando un cristiano se acerca a Jesús se acerca por mucho más que todo eso. En Jesús nosotros reconocemos al Hijo de Dios que se ha hecho Emmanuel, Dios con  nosotros, y para nosotros es nuestra vida y nuestra salvación. Es reconocer que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, para todos los que ponemos nuestra fe en El. Ni nos quedamos en un personaje de la historia, pero de otro tiempo, ni pensamos en un visionario o soñador que puso en movimiento todo un nuevo sentido de la vida y de la historia, sino que nosotros hemos de verlo como el Hijo de Dios en quien ponemos toda nuestra fe, y en quien en verdad encontramos esa verdad de nuestra vida y esa vida para nuestra existencia. Jesús lo es todo para nosotros, por eso ponemos en El nuestra fe, por eso entramos en la nueva orbita del amor.

Es el Jesús a quien amamos, porque es quien en verdad nos está descubriendo toda la grandeza del amor de Dios. Por El dispuestos incluso a dar la vida. Por eso necesitamos crecer en nuestra fe, crecer en el conocimiento de Jesús, tener hambre de Dios, empapamos más y más de su evangelio. También nosotros queremos escuchar con gusto a Jesús.

jueves, 8 de junio de 2023

Dejémonos amar, abramos las puertas del corazón sin temor a que quien nos ama tome posesión de nuestra vida, es el camino del Reino de Dios

 


Dejémonos amar, abramos las puertas del corazón sin temor a que quien nos ama tome posesión de nuestra vida, es el camino del Reino de Dios

Tobías 6, 10-11; 7, 1. 8-17; 8, 4-9ª; Sal 127; Marcos 12,28b-34

‘No estás lejos del Reino de Dios’, es la afirmación que finalmente le hace Jesús a aquel letrado que había venido con sus preguntas a Jesús. Se había establecido un diálogo muy interesante entre Jesús y aquel letrado que venía con sus inquietudes, también quizá con alguna malicia porque quizás podía sentirse superior a aquel que se presentaba también como un maestro venido desde la lejana galilea. Vemos que en ocasiones las preguntas quieren ser capciosas, a ver por donde le cogen, le tienden trampas, por hecho de venir de la Galilea de los gentiles, porque Jesús no se había formado en ninguna escuela rabínica de Jerusalén; la escena parece situarse en Jerusalén y en torno al templo.

Preguntaba por el mandamiento del Señor y Jesús le responde incluso textualmente con palabras de la ley y de los profetas uniendo el amor a Dios con el amor al prójimo como algo inseparable ya para siempre. De ahí las afirmaciones del letrado que parecen querer ratificar las palabras de Jesús – ‘Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón…’ – pero que concluirán con las palabras de Jesús de que no está lejos del Reino de Dios.

El amor de Dios por encima de todo, que es lo mismo, dejarse amar por Dios lo vamos a reflejar en ese amor que vamos a sentir por los demás, ese amor al prójimo de manera inseparable. El Reino de Dios no son estructuras que nos vamos a imponer a manera de los reinos interesados de este mundo. El Reino de Dios comienza a nacer en nosotros cuando nos dejamos amar por Dios; qué importante es esto porque es lo que va a producir ese milagro en nuestra vida de que comencemos a creer en el amor de Dios y en el amor que luego nosotros también hemos de vivir. Y es que no es menos cuando nos dejamos amar.

Aunque seamos capaces de hablar y de decir muchas cosas del amor puede suceder que lo hagamos de una manera teórica, no solo porque nosotros no amamos como tendríamos que hacerlo, sino que no nos dejamos amar. Y no nos dejamos amar porque muchas veces vamos por la vida envueltos en una cápsula de egoísmo; ponemos barreras también a los que nos aman, en cierto modo lo tememos, porque nos parece que vamos a perder nuestra independencia, o peor aún, nuestra autosuficiencia. Y es que dejarnos amar es dejar entrar al otro en nosotros, dejar entrar al otro en nuestro corazón, en nuestra vida, y ya nos parecería que no somos los mismos. Dichosa autosuficiencia de la que no terminamos de desprendernos.

Por eso decíamos que el Reino de Dios comienza en nosotros cuando nos dejamos amar por Dios. Luego vendrá lo demás, luego necesariamente cuando nos sentimos amados entramos en una órbita de amor y se rompen todas esas cápsulas en las que nos envolvemos y amándonos dejamos entrar en los demás en nuestro corazón; cuando le hemos abierto la puerta a Dios, ya la puerta necesariamente quedó abierta para siempre para que en nuestro corazón pueda tener un lugar el prójimo. Es lo que hoy Jesús nos está enseñando, es por lo que le dice a aquel letrado que ya no está tan lejos del Reino de Dios.

Será así cómo ya nosotros amemos a Dios con todo el corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser. Por algo vendrá luego Jesús a decirnos de lo que vamos a ser examinados en el atardecer de nuestra vida. Cuanto hicisteis a uno de esos hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis, nos dirá entonces Jesús. Cuando los otros han tomado posesión de nuestro corazón hemos dejado que Dios sea en verdad el Señor de nuestra vida.

miércoles, 7 de junio de 2023

Todos llevamos una semilla de vida en plenitud en el corazón que se hace fecunda porque Jesús ha venido para que tengamos vida en abundancia

 


Todos llevamos una semilla de vida en plenitud en el corazón que se hace fecunda porque Jesús ha venido para que tengamos vida en abundancia

Tobías 3, 1-11a. 16-17ª; Sal 24; Marcos 12,18-27

Dicen que es bueno tener imaginación porque nos permite soñar y en estas andanzas en que andamos en las turbulencias de la vida bueno es soñar, porque al menos mientras estamos en los sueños estamos en un mundo idílico del que podemos hacer desaparecer los sufrimientos.

Pero la vida todo no es sueño y algunas veces nos puede jugar malas pasadas porque nos parece tan real eso que soñamos que nos confunde pensando que es la realidad, y cuando nos despertamos nos damos cuenta de donde realmente estamos. No vamos a entrar en polémicas de si es bueno o no es bueno, porque también necesitamos de esos sueños y quizá a partir de esos sueños podemos comenzar a planificar un mundo distinto, un mundo donde intentemos al menos que las cosas sean mejor.

Pero cuando andamos en el ámbito de la vida religiosa, de lo que es nuestra fe y nuestra esperanza, aunque los sueños sean buenos, cuidemos de no transportar a lo infinito de la vida espiritual lo que son nuestros deseos, que siempre pueden estar marcados por lo que son nuestras aspiraciones materiales y terrenas y queramos convertir ese mundo de la trascendencia y de lo espiritual en un reflejo simplemente de lo que vivimos en este mundo. En las cosas de Dios cuidemos la imaginación, atengámonos a lo que nos enseña la fe y dejémonos conducir por la autentica revelación de Dios. Cuidado, entonces, no nos vayamos a crear un dios simplemente a partir de nuestros deseos humanos, aun sabiendo que todo lo bueno y hermoso que vivimos en esta vida, en Dios lo vamos a tener en plenitud. Y es ahí donde hemos de cuidar nuestra imaginación.

Es, en cierto modo, lo que se nos plantea en el evangelio de hoy. Parte el evangelio de aquellos que no creen en la resurrección ni en la vida eterna, los saduceos, un grupo muy influyente en la sociedad judía. Y sus argumentos arrancan de la mezcla de la imaginación con aquellas cosas reveladas ya en la Escritura Santa. Están pensando que esa vida de eternidad junto a Dios es un trasponer lo mismo que aquí en la vida hemos vivido.

Y surge el caso de la ley del levítico que al enviudar una mujer sin descendencia, el hermano de su difunto marido está obligado a tomarla en matrimonio. Es aquí cuando llega la imaginación al exceso, porque aquella mujer ha tenido que casarse con siete hermanos uno detrás de otro porque ninguna ha dejado descendencia. Entonces, concluyen los saduceos, en la vida futura ¿de quien será esposa aquella mujer si siete maridos han tenido en esta vida? la imaginación les ha jugado una mala pasada.

Estáis equivocados, les viene a decir Jesús. La vida futura, la vida junto a Dios es otra cosa, allí no hay marido ni mujer, allí la gente no se casa o se vuelve a casar, disfrutar de la vida de Dios es otra cosa. Y es aquí cuando tenemos que poner llave a nuestra imaginación, y simplemente confiarnos en la palabra de Jesús que nos habla de vida eterna, que nos habla de resurrección porque Dios no es un Dios de muertos sino un Dios de vida. No es reproducir esta vida de muerte, de dolor y de sufrimiento que vivimos en este mundo.

Todos llevamos una semilla de vida y de vida en plenitud en el corazón, porque son las ansias más nobles que podemos tener en nuestra vida, donde sin embargo a pesar de esas ansias nunca alcanzaremos la felicidad total. Ha venido Jesús, como nos dice en el evangelio tantas veces para que tengamos vida y tengamos vida en abundancia; Dios nos ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de El. Es el camino que queremos emprender, es la plenitud que queremos alcanzar y que solo en la plenitud de Dios podremos obtener.

Confiémonos en la palabra de Jesús. Y le pedimos Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador’.

martes, 6 de junio de 2023

Veracidad y autenticidad, crecimiento personal en camino de superación y testimonio de nuestros valores, responsabilidad con el mundo en que vivimos

 


Veracidad y autenticidad, crecimiento personal en camino de superación y testimonio de nuestros valores, responsabilidad con el mundo en que vivimos

Tobías 2,9-14; Sal 111; Marcos 12,13-17

‘Sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan…’ es una alabanza insólita en labios de los que se sentían enemigos de Jesús. Y digo sentían, porque era el sentimiento de ellos, porque para Jesús nunca hay enemigos, cuando a todos nos ha mandado amar. Pero digo alabanza insólita, porque detrás se esconde una malicia, una mala intención, porque es una forma de entrar en conversación para luego meter en apuros, podríamos decir, a Jesús con sus preguntas capciosas. Pero esto nos da oportunidad de hacernos varias reflexiones.

Primero quería fijarme en la frase en sí para preguntarnos si eso es lo que realmente buscamos en la vida. ¿Qué nobleza hay en nosotros? Es necesario, es cierto, que haya más autenticidad y más veracidad en la vida. Manifestar lo que en verdad somos, sin disimulos, sin arreglos, sin buscar apariencias. Hemos de reconocer que nos cuesta, porque no siempre somos trigo limpio.

Claro que si nos damos cuenta que hay deficiencias en nuestra vida en lugar de buscar disimulos, apariencias, lo que tenemos que hacer es un ejercicio de ascesis importante para tratar de superarnos, de corregirnos, de crecer de verdad en los buenos valores y en las buenas virtudes. Es que soy así, nos decimos tantas veces porque no queremos esforzarnos, porque nos cuesta encontrar ese dominio de nosotros mismos para en verdad ser mejores, y nos quedamos en los disimulos, en las vanidades. Importante ese esfuerzo de superación, de corrección de nosotros mismos y nuestras malas rutinas; siempre nuestra tendría que estar en ascensión. Y nos manifestamos como somos, también con nuestras limitaciones, con autenticidad.

Que haya en verdad veracidad en nuestra vida. Y esto implica por otra parte que aquello que son nuestros principios y nuestros valores no los podemos ocultar. Y este es el tema y el problema cuando estamos pendientes de lo que piensen los demás. Como dicen ahora, lo políticamente correcto, porque es lo que piensa la mayoría, o al menos los que más ruido hacen, y claro, nos decimos cobardemente, no nos vamos a poner en contra.

Nos falta valentía, y nos falta valentía para mostrar nuestra condición de creyentes, para expresar claramente lo que es nuestra fe, lo que nos nuestros valores morales. Y el mundo necesita testigos auténticos. Si nosotros hemos optado por estos valores y estos principios, si hemos optado por seguir el camino de Jesús y de su evangelio, es porque para nosotros tiene sentido, es una luz para nuestra vida, lo consideramos lo mejor. ¿Por qué no trasmitirlo también a los demás? No es proselitismo, sino que aquello en lo que creemos, lo trasmitimos, lo queremos contagiar, lo ofrecemos como camino de luz a todos los que caminan a nuestro lado. Y nos falta esa valentía, que significa que no terminamos de ser veraces y auténticos.

Y finalmente una referencia a lo que fue el motivo de estas intrigas contra Jesús. Como judíos se sentían dolidos de que tuvieran que pagar sus impuestos a Roma, país dominador en aquellos momentos del territorio judío. Se encontraban quizá como en un conflicto interior, porque ellos pensaban que sus tributos tenían que ser al templo como era su tradición, sus costumbres y sus leyes judías, porque era la contribución al bien de su propia tierra. De ahí la pregunta, pero también la sabia respuesta de Jesús porque veían que detrás de todo aquello había una cuestión política, que no era ahora su camino.

‘Dad al Cesar, lo que es del Cesar; dad a Dios, lo que es de Dios’, en referencia a las monedas usadas con sus propias efigies. Hablamos siempre de una separación de ámbitos y poderes, y solemos emplear esta frase según quizás nos convenga en cada momento. No mezclemos las cosas de Dios con las cosas de los hombres, nos decimos a partir de aquí tantas veces.

Pero ¿no nos querrá decir más y otra cosa Jesús también con esta afirmación? Hay unos deberes y unas obligaciones, llamémoslas así, en nuestra relacion con Dios y con todo lo que atañe a nuestra fe, que hemos de cuidar y testimoniar como de alguna manera hemos venido diciendo. Pero también tenemos unos deberes y unas obligaciones para con este mundo en el que estamos viviendo, esta sociedad de la que formamos parte, y de las que tampoco podemos desentendernos. Y es aquí donde también tenemos que pensar en nuestras responsabilidades con nuestra sociedad. Ahí también tenemos que contribuir, ahí tenemos nuestra parte, ahí también tenemos unos talentos que poner a juego buscando ese bien común, esa mejora de nuestra sociedad. Mucho nos tendría que hacer pensar, mucho tenemos que preguntarnos en lo que hacemos o en lo que estamos dejando de hacer.

Ahí tiene que manifestarse también la veracidad de nuestra vida, nuestra autenticidad, la responsabilidad con que vivimos, lo que podemos hacer para que nuestro mundo sea mejor.

lunes, 5 de junio de 2023

El Evangelio es palabra de Dios para nosotros hoy y en el hoy de nuestra vida seamos capaces de reconocer las maravillas que hace en nosotros

 


El Evangelio es palabra de Dios para nosotros hoy y en el hoy de nuestra vida seamos capaces de reconocer las maravillas que hace en nosotros

Tobías 1,3; 2,1b-8; Sal 111; Marcos 12,1-12

Comienza hoy diciéndonos el evangelio que  ‘Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos’ y al final del texto termina diciéndonos el evangelista que ‘intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon’.

Comprendemos fácilmente cuál fue la intención de Jesús entonces y desde ahí hacemos toda la interpretación. Pero tengo que decir que pobre se quedaría para nosotros esta escucha de la Palabra de Dios si solamente nos quedamos con esa interpretación que de alguna manera vemos fuera de nosotros. Si hoy se nos proclama este evangelio no es a la manera erudita de simplemente saber lo que Jesús hacia entonces y la respuesta negativa que estaban dando precisamente los dirigentes del pueblo judío.

Hoy se nos proclamado este texto y a nosotros, los de hoy, los cristianos del siglo XXI, los que la escuchamos en este día en la celebración litúrgica y los que quizás por nuestra cuenta hemos leído este texto del evangelio, a nosotros se nos ha dicho hoy, ‘Palabra de Dios’, o sea que es para nosotros la Palabra que Dios nos dirige. Es importante esto, porque tenemos que llegar a comprender lo que hoy a nosotros de una forma muy concreta, nos quiere decir el Señor con su Palabra.

Es la maravilla de la Palabra de Dios que siempre tiene algo que decirnos. Que tampoco podemos quedarnos en la interpretación de siempre, o la interpretación que hicimos en un momento determinado con un mensaje que en aquel momento el Señor quería dirigirnos. Y ahora en estas circunstancias concretas que vivimos de nuestra vida es lo que tenemos que saber escuchar que el Señor quiere decirnos. No se trata de forzar el texto para hacerle decir lo que no dice, o para ajustarlo a lo que puedan ser nuestros deseos o intereses. Es algo más, es lo que el Señor nos dice, nos pide.

‘¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros’ se preguntaba Jesús al final del relato de la parábola, que realmente no era una pregunta retórica, sino de alguna manera una denuncia de la respuesta negativa que había dado el pueblo judío a las maravillas que Dios había obrado en ellos. Pero ¿esa pregunta no se volverá contra nosotros? Es aquí donde tenemos que ver en concreto lo que hoy el Señor nos quiere decir. Cuántas maravillas ha realizado el Señor en nosotros ¿y cuál es nuestra respuesta?

No queremos ser negativos porque siempre hemos de saber ver aquellas respuestas que hayamos dado, aunque nos parezcan mínimas, pero creo que la balanza no se inclinará fácilmente a favor nuestro. Sin embargo quiero invitaros a que hagamos como un inventario de cuántas maravillas ha hecho el Señor con nosotros a lo largo de la vida. Si queremos quedarnos en lo más inmediato veamos tantos momentos de paz que hemos sentido a pesar de los momentos tumultuosos que hayamos tenido que pasar. Muchas angustias quizás hemos tenido y hemos acudido al Señor, y casi sin darnos cuenta incluso de lo que le habíamos pedido al Señor, aquellas tormentas pasaron y aquí estamos queriendo tener el corazón en paz. ¿No habría que reconocerlo? Y así cuantas cosas más.

Pero siguiendo con los inventarios continúa recordando tantos momentos de paz que has tenido en tu corazón, o esos pequeños gestos que en más de una ocasión habremos tenido de bondad con los que están a nuestro lado, o esa sonrisa que hemos mantenido en nuestro semblante, a pesar de la angustia que llevábamos por dentro, pero la mantuvimos porque sabíamos que con ellos podíamos hacer el bien a los que estaban a nuestro lado y necesitaban esa sonrisa que también a ellos les llenará de ánimo. Seamos capaces también de reconocer cuántas cosas buenas llevamos en el corazón, no para llenarnos de orgullo o vanidad, sino para saber también dar gracias al Señor. Es una manera de presentar nuestros frutos, los frutos de las cosechas de nuestra vida al Señor.

Será también un impulso que sintamos en el corazón que nos sigue empujando para que demos frutos de obras buenas que podamos seguir presentando al Señor.


domingo, 4 de junio de 2023

Saboreando lo que hay de divino en nuestra humanidad descubriremos a Dios que con su amor y ternura nos inunda de su propia vida y nos hace sus hijos

 


Saboreando lo que hay de divino en nuestra humanidad descubriremos a Dios que con su amor y ternura nos inunda de su propia vida y nos hace sus hijos

Éxodo 34, 4b-6. 8-9; Sal.: Dn. 3, 52-56; 2Corintios 13, 11-13; Juan 3, 16-18

Hay preguntas e interrogantes que siempre nos andan rondando en nuestro interior porque todos en el fondo siempre nos andamos preguntando por la vida, por el sentido de la vida, por el valor de la vida, que es preguntarnos por lo que somos y por lo que hacemos en esta vida. Nuestro pensamiento y nuestras experiencias puede ser que no a todos lleven por el mismo camino, pero nos damos cuenta que la vida es algo más que los latidos del corazón, que vivir es algo más que dejar que la máquina siga funcionando por sí misma y ya nos cuidamos de no perjudicarla en ese aspecto.

Pero el vivir está en el sentir allá en lo más hondo de nosotros mismos y buscaremos aquello que nos dé como más estabilidad, más paz en nuestro interior o nos produzca las satisfacciones más hondas. Es cuando nos damos cuenta que amando, y amar es como derramar nuestra propia vida queriendo llevarla más allá, queriendo transmitirla, queriendo hacer partícipes de eso que vivimos y sentimos a cuanto nos rodea. Es, podíamos decir, que nos da vida porque nos hace vivir, pero que nos lleva a engendrar vida, generación que no solo está en los hijos que nos prolongan, sino en cuanto de vida damos a los demás. Por eso decimos que ahí encontramos el sentido de nuestra vida. Y yo diría que es cuando vivimos lo divino en nuestra propia humanidad.

En nuestra fe y en nuestra antropología cristiana decimos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, utilizando así expresión que encontramos en las primeras páginas de la Biblia. Conociendo así, podríamos decir, la esencia de nuestro ser nos sentimos transcendidos para intentar meternos en el misterio de Dios. ¿Qué es lo más hermoso que llevamos a descubrir en toda la inmensidad de Dios? Su amor y su ternura. Es lo que mejor saboreamos de Dios.

Cuando hoy en la primera lectura hemos escuchado como Dios quiere hacer partícipe a Moisés del misterio de su ser al ser llevado a lo alto de la montaña, igual que en otro momento el profeta Elías se siente inmerso en la presencia de Dios, pero no es la fuerza del huracán y del terremoto que hace temblar las montañas donde encuentra a Dios sino en el leve susurro de la brisa que le hace escuchar en lo más hondo de si mismo ese paso de Dios lleno de ternura y de misericordia, que es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad. Es ese amor de Dios el que con su ternura nos llena de su presencia. ¿No nos va a enseñar Jesús entonces que Dios es Padre bueno que nos ama?

Es el Dios que engendra vida, que nos llena de vida, que nos da a su Hijo Jesús, como el mejor rostro de Dios cuando viene a traernos la salvación y a llenarnos de vida. Es ese misterio de Dios que tanto nos ama que nos da a su Hijo, como nos dice el evangelio, para que tengamos vida, que no viene a juzgar ni condenar al mundo sino a salvarlo, a llenarlo de vida.

Es el Dios que nos inunda con su presencia, que nos hace sentir la fuerza de su Espíritu, que abre nuestra mente y nuestro corazón no solo para que conozcamos a Dios y entendamos el misterio de Dios, sino para revelarnos el misterio y la grandeza del hombre.

Y esto es lo que hoy estamos celebrando. Lo llamamos el misterio de la Trinidad de Dios, lo sentimos en esa vida de Dios que con su amor nos envuelve y a nosotros también al hacernos partícipes de su vida, como siempre sucede cuando hay amor de verdad, nos hace también hijos.

‘El Señor bajó de la nube y se quedó allí con él’, con Moisés, nos decía la primera lectura. Sí, Dios que baja de la nube y se queda con nosotros, el Señor que nos hace sentir su ternura y su misericordia, aunque seamos un pueblo de dura cerviz, aunque mucho sea nuestro desamor y nuestro pecado. ‘El Dios de la paz y del amor estará con nosotros’, nos decía también san Pablo hoy en la segunda lectura.

Vivamos, pues, esta experiencia de Dios. Sintamos así a Dios en nuestro corazón y en nuestra vida, nos ama y derrocha todo su amor sobre nosotros. Dejémonos inundar por su presencia. Recordemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y eso de divino que hay en nuestra vida que se refleje en nuestra humanidad, se refleje en la humanidad con que nos acercamos a los demás transmitiéndoles lo mejor de la vida que hay en nosotros.