Veracidad
y autenticidad, crecimiento personal en camino de superación y testimonio de
nuestros valores, responsabilidad con el mundo en que vivimos
Tobías 2,9-14; Sal 111; Marcos 12,13-17
‘Sabemos
que eres veraz y no te preocupa lo que digan…’ es una alabanza insólita en
labios de los que se sentían enemigos de Jesús. Y digo sentían, porque era el
sentimiento de ellos, porque para Jesús nunca hay enemigos, cuando a todos nos
ha mandado amar. Pero digo alabanza insólita, porque detrás se esconde una
malicia, una mala intención, porque es una forma de entrar en conversación para
luego meter en apuros, podríamos decir, a Jesús con sus preguntas capciosas.
Pero esto nos da oportunidad de hacernos varias reflexiones.
Primero quería
fijarme en la frase en sí para preguntarnos si eso es lo que realmente buscamos
en la vida. ¿Qué nobleza hay en nosotros? Es necesario, es cierto, que haya más
autenticidad y más veracidad en la vida. Manifestar lo que en verdad somos, sin
disimulos, sin arreglos, sin buscar apariencias. Hemos de reconocer que nos
cuesta, porque no siempre somos trigo limpio.
Claro que si
nos damos cuenta que hay deficiencias en nuestra vida en lugar de buscar
disimulos, apariencias, lo que tenemos que hacer es un ejercicio de ascesis
importante para tratar de superarnos, de corregirnos, de crecer de verdad en
los buenos valores y en las buenas virtudes. Es que soy así, nos decimos tantas
veces porque no queremos esforzarnos, porque nos cuesta encontrar ese dominio
de nosotros mismos para en verdad ser mejores, y nos quedamos en los disimulos,
en las vanidades. Importante ese esfuerzo de superación, de corrección de
nosotros mismos y nuestras malas rutinas; siempre nuestra tendría que estar en
ascensión. Y nos manifestamos como somos, también con nuestras limitaciones,
con autenticidad.
Que haya en
verdad veracidad en nuestra vida. Y esto implica por otra parte que aquello que
son nuestros principios y nuestros valores no los podemos ocultar. Y este es el
tema y el problema cuando estamos pendientes de lo que piensen los demás. Como
dicen ahora, lo políticamente correcto, porque es lo que piensa la mayoría, o
al menos los que más ruido hacen, y claro, nos decimos cobardemente, no nos
vamos a poner en contra.
Nos falta
valentía, y nos falta valentía para mostrar nuestra condición de creyentes,
para expresar claramente lo que es nuestra fe, lo que nos nuestros valores
morales. Y el mundo necesita testigos auténticos. Si nosotros hemos optado por
estos valores y estos principios, si hemos optado por seguir el camino de Jesús
y de su evangelio, es porque para nosotros tiene sentido, es una luz para
nuestra vida, lo consideramos lo mejor. ¿Por qué no trasmitirlo también a los
demás? No es proselitismo, sino que aquello en lo que creemos, lo trasmitimos,
lo queremos contagiar, lo ofrecemos como camino de luz a todos los que caminan
a nuestro lado. Y nos falta esa valentía, que significa que no terminamos de
ser veraces y auténticos.
Y finalmente
una referencia a lo que fue el motivo de estas intrigas contra Jesús. Como
judíos se sentían dolidos de que tuvieran que pagar sus impuestos a Roma, país
dominador en aquellos momentos del territorio judío. Se encontraban quizá como
en un conflicto interior, porque ellos pensaban que sus tributos tenían que ser
al templo como era su tradición, sus costumbres y sus leyes judías, porque era
la contribución al bien de su propia tierra. De ahí la pregunta, pero también
la sabia respuesta de Jesús porque veían que detrás de todo aquello había una cuestión
política, que no era ahora su camino.
‘Dad al
Cesar, lo que es del Cesar; dad a Dios, lo que es de Dios’, en referencia a las monedas
usadas con sus propias efigies. Hablamos siempre de una separación de ámbitos y
poderes, y solemos emplear esta frase según quizás nos convenga en cada
momento. No mezclemos las cosas de Dios con las cosas de los hombres, nos
decimos a partir de aquí tantas veces.
Pero ¿no nos
querrá decir más y otra cosa Jesús también con esta afirmación? Hay unos
deberes y unas obligaciones, llamémoslas así, en nuestra relacion con Dios y
con todo lo que atañe a nuestra fe, que hemos de cuidar y testimoniar como de
alguna manera hemos venido diciendo. Pero también tenemos unos deberes y unas
obligaciones para con este mundo en el que estamos viviendo, esta sociedad de
la que formamos parte, y de las que tampoco podemos desentendernos. Y es aquí
donde también tenemos que pensar en nuestras responsabilidades con nuestra
sociedad. Ahí también tenemos que contribuir, ahí tenemos nuestra parte, ahí
también tenemos unos talentos que poner a juego buscando ese bien común, esa
mejora de nuestra sociedad. Mucho nos tendría que hacer pensar, mucho tenemos
que preguntarnos en lo que hacemos o en lo que estamos dejando de hacer.
Ahí tiene que
manifestarse también la veracidad de nuestra vida, nuestra autenticidad, la
responsabilidad con que vivimos, lo que podemos hacer para que nuestro mundo
sea mejor.
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