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lunes, 5 de junio de 2023

El Evangelio es palabra de Dios para nosotros hoy y en el hoy de nuestra vida seamos capaces de reconocer las maravillas que hace en nosotros

 


El Evangelio es palabra de Dios para nosotros hoy y en el hoy de nuestra vida seamos capaces de reconocer las maravillas que hace en nosotros

Tobías 1,3; 2,1b-8; Sal 111; Marcos 12,1-12

Comienza hoy diciéndonos el evangelio que  ‘Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos’ y al final del texto termina diciéndonos el evangelista que ‘intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon’.

Comprendemos fácilmente cuál fue la intención de Jesús entonces y desde ahí hacemos toda la interpretación. Pero tengo que decir que pobre se quedaría para nosotros esta escucha de la Palabra de Dios si solamente nos quedamos con esa interpretación que de alguna manera vemos fuera de nosotros. Si hoy se nos proclama este evangelio no es a la manera erudita de simplemente saber lo que Jesús hacia entonces y la respuesta negativa que estaban dando precisamente los dirigentes del pueblo judío.

Hoy se nos proclamado este texto y a nosotros, los de hoy, los cristianos del siglo XXI, los que la escuchamos en este día en la celebración litúrgica y los que quizás por nuestra cuenta hemos leído este texto del evangelio, a nosotros se nos ha dicho hoy, ‘Palabra de Dios’, o sea que es para nosotros la Palabra que Dios nos dirige. Es importante esto, porque tenemos que llegar a comprender lo que hoy a nosotros de una forma muy concreta, nos quiere decir el Señor con su Palabra.

Es la maravilla de la Palabra de Dios que siempre tiene algo que decirnos. Que tampoco podemos quedarnos en la interpretación de siempre, o la interpretación que hicimos en un momento determinado con un mensaje que en aquel momento el Señor quería dirigirnos. Y ahora en estas circunstancias concretas que vivimos de nuestra vida es lo que tenemos que saber escuchar que el Señor quiere decirnos. No se trata de forzar el texto para hacerle decir lo que no dice, o para ajustarlo a lo que puedan ser nuestros deseos o intereses. Es algo más, es lo que el Señor nos dice, nos pide.

‘¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros’ se preguntaba Jesús al final del relato de la parábola, que realmente no era una pregunta retórica, sino de alguna manera una denuncia de la respuesta negativa que había dado el pueblo judío a las maravillas que Dios había obrado en ellos. Pero ¿esa pregunta no se volverá contra nosotros? Es aquí donde tenemos que ver en concreto lo que hoy el Señor nos quiere decir. Cuántas maravillas ha realizado el Señor en nosotros ¿y cuál es nuestra respuesta?

No queremos ser negativos porque siempre hemos de saber ver aquellas respuestas que hayamos dado, aunque nos parezcan mínimas, pero creo que la balanza no se inclinará fácilmente a favor nuestro. Sin embargo quiero invitaros a que hagamos como un inventario de cuántas maravillas ha hecho el Señor con nosotros a lo largo de la vida. Si queremos quedarnos en lo más inmediato veamos tantos momentos de paz que hemos sentido a pesar de los momentos tumultuosos que hayamos tenido que pasar. Muchas angustias quizás hemos tenido y hemos acudido al Señor, y casi sin darnos cuenta incluso de lo que le habíamos pedido al Señor, aquellas tormentas pasaron y aquí estamos queriendo tener el corazón en paz. ¿No habría que reconocerlo? Y así cuantas cosas más.

Pero siguiendo con los inventarios continúa recordando tantos momentos de paz que has tenido en tu corazón, o esos pequeños gestos que en más de una ocasión habremos tenido de bondad con los que están a nuestro lado, o esa sonrisa que hemos mantenido en nuestro semblante, a pesar de la angustia que llevábamos por dentro, pero la mantuvimos porque sabíamos que con ellos podíamos hacer el bien a los que estaban a nuestro lado y necesitaban esa sonrisa que también a ellos les llenará de ánimo. Seamos capaces también de reconocer cuántas cosas buenas llevamos en el corazón, no para llenarnos de orgullo o vanidad, sino para saber también dar gracias al Señor. Es una manera de presentar nuestros frutos, los frutos de las cosechas de nuestra vida al Señor.

Será también un impulso que sintamos en el corazón que nos sigue empujando para que demos frutos de obras buenas que podamos seguir presentando al Señor.


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