También
queremos escuchar con gusto a Jesús, en El ponemos toda nuestra fe y en quien
encontramos la verdad de nuestra vida y la vida para nuestra existencia
Tobías 11, 5-18; Sal 145; Marcos 12, 35-37
‘Una
muchedumbre numerosa le escuchaba con gusto’, nos dice el evangelista. El episodio se
sitúa en Jerusalén. Es allí donde se originan grandes diatribas con Jesús. Los
sumos sacerdotes del templo, los dirigentes del pueblo, pertenecientes al
Sanedrín o formando parte de aquellos grupos que en cierto modo se disputaban
su influencia sobre el pueblo, muchos de los cuales formaban parte también del
Sanedrín que era como un Senado en las instituciones judías, les costaba
entender las enseñanzas de Jesús, reconocer su figura y de alguna manera
querían quitarlo de en medio para que no restara sus influencias sobre el
pueblo.
Es lo que
motiva, por así decirlo, las enseñanzas de este texto y episodio. Nunca
llegaron a comprender lo que en verdad era la misión de Jesús. No aceptaban que
pudiera ser el Mesías ni el origen divino de su persona y su mensaje. A esto
viene esta interpelación que Jesús les hace recogiendo lo que proféticamente
anunciaba el Rey David sobre lo que significaba el Mesías, al que llamaba
Señor, una palabra que solo se podía atribuir a Dios.
La gente
sencilla sin embargo, como terminará diciendo el evangelista, que no se metía
en aquellas disquisiciones de los maestros de la ley, escuchaba con gusto a
Jesús. Esto me está invitando a que nos
hagamos algunas reflexiones y preguntas. ¿Escuchamos igualmente con gusto a
Jesús?
Queremos
escucharle, sí, abrir nuestro corazón a su Palabra. Queremos escucharle porque
queremos hacer crecer nuestra fe en El. Difícilmente amamos lo que no
conocemos. Difícilmente podemos entrar en esa órbita de la fe y del amor a
Jesús si no lo conocemos. Por eso queremos escucharle, queremos conocerle,
porque aquí cuando estamos hablando de la fe estamos hablando al mismo tiempo
del amor.
No se trata
solamente de unos conceptos que tengamos como muy bien guardados en nuestra cabeza.
Aunque necesariamente hemos de ahondar en ese conocimiento, para tener las
cosas claras, tener bien ordenada nuestra cabeza y los conocimientos que
tengamos en referencia, por ejemplo, a Jesús.
Hoy
fácilmente en el entorno de la sociedad en la que vivimos podemos encontrarnos
que no se tiene una idea clara de Jesús. Lo que significa religión ha pasado a
un muy segundo plano en los intereses de la mayoría de la gente, muchos
indiferentes ante todo lo que significa el hecho religioso cuando no en clara
oposición. Nos encontramos igualmente un rechazo grande a la Iglesia y a todo
lo que suene a cristiano; a Jesús a lo más muchos lo ven como un personaje de
la historia pero poco más, porque ya comienzan a verle lejano, y le quieren
quitar toda la trascendencia para la vida y para la historia que ha significado
la presencia, la vida y las enseñanzas de Jesús.
Pero un
cristiano no se puede quedar en solo eso, incluso llegando a lo mejor de lo
dicho por la trascendencia que ha significado para la historia y para la vida.
Cuando un
cristiano se acerca a Jesús se acerca por mucho más que todo eso. En Jesús
nosotros reconocemos al Hijo de Dios que se ha hecho Emmanuel, Dios con nosotros, y para nosotros es nuestra vida y
nuestra salvación. Es reconocer que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida,
para todos los que ponemos nuestra fe en El. Ni nos quedamos en un personaje de
la historia, pero de otro tiempo, ni pensamos en un visionario o soñador que
puso en movimiento todo un nuevo sentido de la vida y de la historia, sino que
nosotros hemos de verlo como el Hijo de Dios en quien ponemos toda nuestra fe,
y en quien en verdad encontramos esa verdad de nuestra vida y esa vida para
nuestra existencia. Jesús lo es todo para nosotros, por eso ponemos en El
nuestra fe, por eso entramos en la nueva orbita del amor.
Es el Jesús a
quien amamos, porque es quien en verdad nos está descubriendo toda la grandeza
del amor de Dios. Por El dispuestos incluso a dar la vida. Por eso necesitamos
crecer en nuestra fe, crecer en el conocimiento de Jesús, tener hambre de Dios,
empapamos más y más de su evangelio. También nosotros queremos escuchar con
gusto a Jesús.
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