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sábado, 10 de junio de 2023

Será la generosidad vivida y expresada sin hacer ruido la que marcará la verdadera grandeza de nuestra vida y nos dejará verdadera huella en el mundo que nos rodea

 


Será la generosidad vivida y expresada sin hacer ruido la que marcará la verdadera grandeza de nuestra  vida y nos dejará verdadera huella en el mundo que nos rodea

Tobías 12, 1.5-15.20; Sal.: Tb 13; Marcos 12,38-44

¿Dónde podemos encontrar la verdadera medida del hombre? ¿Cuál es la verdadera altura de la persona? No tenemos que ir dándonos codazos en la vida para hacer aparentar que mido un centímetro más de altura que el otro. No son las medidas de un cuerpo esbelto lo que nos va a dar esa altura; no son los ropajes con que nos revistamos porque al final seremos como fantoches a los que han puesto unas bonitas vestimentas pero realmente están desnudos y vacíos por dentro; no es el sillón más alto y más lujoso que podamos colocar en los lugares que llamamos sitios de honor porque al final la fila no va a comenzar en ese orden que en nuestro interés habíamos predispuesto.

Recordemos que Jesús cambia el orden de los que van a ser llamados porque los últimos serán primeros y los primeros van a quedar para los últimos. Y en ese sentido podríamos seguir recordando muchas recomendaciones de Jesús. Cuando los discípulos discutían por los primeros puestos les decía que habían de hacerse los últimos y los servidores de todos.

Pero quizás seguimos preguntándonos por la verdadera medida del hombre. Y ya sabemos que no está ni en las fantasías ni en las vanidades, ni en el tamaño de nuestro bolsillo, ni en las palabrerías que encandilan y aturrullan pero que al final no dejan ningún mensaje ni ninguna huella que merezca la pena. Cuántas palabras vacías escuchamos a lo largo del día, cuantas promesas que se vuelan como el humo en una mañana de viento, cuantas palabras encantadoras, pero que son eso encantadoras que solo las necesitan los que no quieren escuchar nada con fundamento. La medida tenemos que irla comenzando a buscar por nuestro corazón.

Será el corazón generoso el que nos da la verdadera medida de la persona. Podrá ser alguien que para la mayoría de la gente pase desapercibida porque no hace ruido ni llama la atención. Como aquella anciana del evangelio que tras el bullicioso cortejo de los que van haciendo alarde de sus vanidades, ella calladamente, sin que nadie sea capaz de notar su presencia, pareciera que furtivamente porque ningún ruido se escucha, deja caer sus dos monedas en el arca de las ofrendas.

El bullicio de la vanidad no nos dejará escuchar el murmullo que como el susurro de una suave brisa para junto a nosotros pero que puede ser que el que nos deje profunda huella. No sintió el profeta, como hemos comentado más de una vez, la presencia de Dios en el fragor del terremoto que partía las montañas, ni en el huracán que parecía arrebatar de su sitio árboles y edificaciones; en el susurro de la suave brisa sentirá el paso del Señor compasivo y misericordioso que iba derramando vida con su amor en todos los que sentían su presencia.

Aquella anciana que Jesús estaba observando echar sus monedas en el arca de las ofrendas fue ese susurro de Dios que nos venía a descubrir la grandeza de aquella humilde persona. Será, pues, la generosidad del corazón la que nos dará la verdadera medida de la persona. Será la generosidad vivida y expresada sin hacer ruido la que nos dejará verdadera huella en nosotros, de quienes somos generosos de corazón, pero también de quienes tengamos la suerte de descubrir esa generosidad de tantos a nuestro lado.

Es el camino del Reino que nosotros hemos de vivir; son las señales que tenemos que dar de esa presencia del Reino de Dios en nuestra vida y con lo que lo queremos hacer presente en nuestro mundo.

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