Vistas de página en total

sábado, 21 de marzo de 2015

Como el cordero llevado al matadero nuestra vida ha de ser siempre una ofrenda de amor al Señor.

Como el cordero llevado al matadero nuestra vida ha de ser siempre una ofrenda de amor al Señor.

Jeremías 11, 18-20; Sal 7; Juan 7, 40-53
‘Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban…’ Así expresaba el profeta la situación difícil por la que pasaba, donde no era comprendido, era acosado porque quienes no querían escuchar sus proféticas palabras, y por las persecuciones que sufría.
Pero todo es imagen del verdadero Cordero que quita el pecado del mundo, imagen y anuncio de lo que le sucedía a Jesús, como hoy mismo escuchamos en el evangelio. Mientras la gente sencilla con ese sentido de Dios que tienen los limpios de corazón vislumbraban en Jesús un gran profeta o acaso incluso que pudiera ser el Mesías, otros sin embargo lo rechazan e incluso ‘algunos querían prenderlo’.
Cuando regresan los guardias que han ido a prenderlo enviados por los sumos sacerdotes y los principales del pueblo vienen con las manos vacías porque ‘jamás ha hablado nadie como ese hombre’, lo que les ocasionará recibir también improperios e insultos. Es la fe de los sencillos que no siempre es reconocida ni respetada.
Es lo que le sucederá también a Nicodemo - aquel fariseo que había ido de noche a ver a Jesús reconociendo en El que venía de Dios porque nadie podría hacer las cosas que El hacía si Dios no estuviera con El - que también poco menos que es insultado y desprestigiado por esa defensa que hace de Jesús de que no se puede juzgar a nadie sin haberlo escuchado antes. Para un judío de Judea llamarlo galileo es como un desprecio o llamarlo inculto.
Pero esa expresión de la profecía con la que comenzábamos el comentario también puede ser imagen de lo que a todo seguidor de Jesús le pueda pasar. Muchas veces también en silencio tenemos que seguir dando nuestro testimonio, viviendo nuestra fe y nuestro compromiso cristiano. Como Jesús, como ya hemos comentado en alguna ocasión, también nos convertimos en signos de contradicción en medio del mundo. No todos van a comprender nuestro testimonio, nuestras palabras, nuestra manera de vivir nuestra vida según el sentido de la fe.
Intentos de desprestigio, acosos o incluso pretender hacernos callar nuestro testimonio con algunas de las cosas que nos vamos a encontrar entre los que nos rodean y no nos entienden. Pero nuestro testimonio tienen que ser luminoso siempre y valiente en todo momento. Aquello que nosotros vivimos lo vivimos con alegría y gozo grande en el alma, porque por encima de todo sabemos que siempre nos sentiremos amados del Señor. Muchas veces quizá tendremos que pasar por el sufrimiento en silencio, como el cordero llevado al matadero que decía el profeta, pero sabemos que nuestra vida ha de ser siempre una ofrenda de amor al Señor. Aprendamos por otra parte a valorar y reconocer la fe de los sencillos en tantos que nos rodean
Que no  nos falta nunca la fuerza del Espíritu del Señor y la paz nunca abandone nuestro espíritu. Que nos sintamos fortalecidos en nuestra fe pase lo que pase, porque nuestra confianza la tenemos puesta en el Señor.

viernes, 20 de marzo de 2015

Un camino cuaresmal de revisión para llegar a la luz, para vivir en la luz, para ser luz para los demás

Un camino cuaresmal de revisión para llegar a la luz, para vivir en la luz, para ser luz para los demás

Sabiduría 2,1ª.12-22; Sal 33; Juan 7,1-2.10, 25-30
La lectura del libro de la Sabiduría resuena como un eco de las imprecaciones que contra Jesús hacían los judíos al pie de la cruz. ‘Declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor…’ nos dice el texto del Antiguo Testamento mientras junto a la cruz le decían ‘si eres el Hijo de Dios baja de la cruz y creeremos en ti…’
La vida del hombre justo y que hace el bien se convierte en un signo para los que le rodean, por eso el que se deja arrastrar por el mal siempre estará a la contra y como la vida del hombre bueno se convierte en una denuncia de sus malas acciones tratará de desprestigiarlo o de eliminarlo. Fue lo que le pasó a Jesús y nos anunció que el discípulo no es menos que su maestro diciéndonos que también sus discípulos encontraríamos oposición y persecuciones.
Pero es bueno que nos hagamos una reflexión sobre nuestra vida a partir de lo que aquí estamos escuchando para analizar, revisar si en verdad nuestra vida, nuestras obras son buenas y reflejan luz en medio del mundo que nos rodea tan lleno de oscuridades y maldades. ‘Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida’ nos decía el texto sagrado. Es lo que nos tiene que hacer reflexionar.
Por supuesto reconocemos que somos débiles y pecadores y no somos lo santos que tendríamos que ser. Ahí tiene que estar por supuesto nuestra voluntad y nuestros deseos de superación, de crecimiento; tenemos que ser capaces de revisar nuestra vida y corregir todo aquello que no sea bueno que haya en nosotros. Nuestro empeño ha de ser caminar siempre por caminos de rectitud para que en verdad podamos dar testimonio de aquello en lo que creemos, de lo que es nuestra fe que tiene que reflejarse en nuestra vida.
Ya tendríamos todos que ser lo suficientemente humanos y comprensivos para no entrar en juicio contra los demás y no podemos condenar a nadie. Esa comprensión ojalá la encontremos también siempre en los demás, aunque sabemos que muchas veces no la vamos a encontrar. Eso nos exige un esfuerzo mayor por nuestra parte para superarnos, para corregirnos, para crecer humana y espiritualmente para que podamos ser una buena luz que alumbre a los demás. Aunque luego encontremos incomprensión, pero que al menos nuestro testimonio sea verdadero y auténtico.
Que el Señor nos ayude, nos ilumine. Este camino cuaresmal que estamos haciendo es una buena oportunidad para esa revisión de nuestra vida, para que lleguemos a la luz, para que vivamos en la luz, para que seamos luz para los demás.

jueves, 19 de marzo de 2015

El hombre justo a quien Dios había escogido para una misión en sus planes de salvación que respondió con la obediencia de la fe

El hombre justo a quien Dios había escogido para una misión en sus planes de salvación que respondió con la obediencia de la fe

2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88; Romanos 4, 13. 16-18. 22; Mateo 1, 16. 18-21. 24a
Un hombre justo a quien Dios había escogido para una misión en sus planes de salvación y que aun en medio de sombras y oscuridades respondió con la obediencia de la fe. Es san José, es esposo de María, de la cual había de nacer Jesús porque El sería el Salvador de los hombres.
El evangelio es escueto a la hora de hablarnos de José, porque realmente la Buena Noticia que es el Evangelio es Jesús. Pero Dios tuvo en cuenta a José. Por obra del Espíritu Santo el Hijo de Dios se iba a encarnar en el seno de María. Pero Dios quiso que fuera dentro de un hogar, en el calor de una familia. Es el lugar que ocupa José, de manera que aunque nosotros sabemos que la concepción de Jesús fue por obra del Espíritu Santo, Jesús había de ser conocido y reconocido como el hijo del carpintero; esa fue la misión que Dios le confiaba a José, en la que quiso contar con él.
Era el hombre bueno y justo en cuyo corazón, aun atormentado por las dudas, no cabía la maldad. Porque era el hombre creyente y lleno de esperanza que se dejaba conducir por Dios. En aquellos acontecimientos que iban a ir desarrollándose en su vida, siempre buscaría descubrir lo que era el plan de Dios. Será en medio de sueños o de la forma como queramos imaginar, pero José tiene el corazón abierto a Dios y a su palabra. Y José tuvo también su anunciación como María; el ángel del Señor también se le manifestaría para trasmitirle lo que era la voluntad de Dios y llenar de luz su corazón atormentado por las sombras de la duda.
Siembra una duda en el corazón y veremos cómo se desarrollará la desconfianza y los recelos que nos separan y que nos apartan de los demás. No sucedió así en José, aunque en principio estuviera lleno de dudas, recelos y desconfianzas, no dejó de confiar en Dios y dejarse conducir por sus inspiraciones para hacer siempre lo que era la voluntad del Señor.
Es la obediencia de la fe del corazón de José. Cuando el ángel le descubre que lo que sucede en María es obra de Dios, porque es el Espíritu Santo el que ha cubierto con su sombra a María para que de ella naciera Jesús, José también dice sí, José también dice ‘hágase tu voluntad’, José también es el siervo fiel y prudente que hace lo que le pide su Señor. ‘Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor’.
Cuanto tenemos que aprender de san José: El hombre justo, el hombre de fe, el hombre lleno de esperanza que no dejó que los contratiempos y adversidades le hicieran perder nunca la paz del corazon, el hombre que siempre puso su vida en las manos de Dios para así entrar en el plan de Dios en la obra de nuestra salvación. su corazón estará lleno de dudas por cuanto sucede en María que no entiende, tendrá que dejar Nazaret para venirse a Belén cuando los planes de su vida eran otros, marchará al exilio de Egipto con lo duro que eso puede significar porque hay que salvar la vida de aquel Niño que un día entregará su vida por nuestra salvación, pasará en silencio su vida siempre en la obediencia de la fe o en la humildad de estar en un segundo plano, pero porque se humilló y fue capaz de ser el último y el servidor de todos será grande y la importancia de su vida no solo fue en aquel momento de la historia de la salvación, sino que lo será para siempre como patrono y patriarca de la Iglesia de los que creen en Jesús.
Hemos también de aprender a ocupar nuestro lugar, aunque pase desapercibido, aunque sea en el silencio y el anonimato, aunque duros tengan que ser los sacrificios y negaciones de nosotros mismos que tengamos que hacer, aunque muchas veces nos veamos atormentados por cosas que no entendemos o descubramos que los planes de Dios quizá rompen el ritmo de nuestros propios planes. No olvidemos lo que luego Jesús nos enseñará de negarnos a nosotros mismos, de hacernos los últimos y los servidores de todos, de ser semilla que se entierra y se sacrifica en el seno humilde y callado de la tierra para que pueda dar fruto. Es el camino de la verdadera grandeza que Jesús nos enseña, que contemplamos realizado humilde y calladamente en san José, y que ha de ser también el camino que recorramos en nuestra vida.
San José descubrió la misión para la que Dios le había escogido y respondió con la obediencia de la fe.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Tengamos esperanza porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparado

Tengamos esperanza porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados

Isaías 49,8-15; Salmo 144; Juan 5, 17-30
‘Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados’. Es la invitación a la confianza en Dios que escuchamos en palabras del profeta. Terminará diciéndonos algo muy hermoso. ‘Sión decía: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado. ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré’. Así es el amor del Señor.
Cuántas veces decimos que Dios no nos escucha cuando acudimos a El desde nuestras angustias y preocupaciones porque quizá no vemos las cosas tal como se las pedimos. ¿Qué hace una madre cuando un hijo sufre? Está a su lado, sola su presencia llena de paz al que sufre, nos sentimos consolados con su presencia o con sus lágrimas que se unen a las nuestras. Creo que tenemos que aprender a sentir esa presencia amorosa del Señor. Es el padre y madre bueno que nos dará lo mejor, que nos regalará su amor.
¿No nos ha dado a Jesús? Estamos precisamente en este camino de cuaresma preparándonos para celebrar todo el misterio de su amor en la entrega de Jesús por nosotros. ¿Qué nos viene a ofrecer Jesús? Todo lo que es el amor de Dios y si ponemos toda nuestra fe y nuestra confianza en El tenemos asegurada la vida, la vida eterna. No nos faltará su gracia, porque El siempre está dispuesto a regalarnos ese perdón, esa paz que necesitamos. Así nos ama el Señor.
No nos tenemos que cansar de pedirle fe al Señor; que no nos falte nunca la fe y la esperanza porque en El pongamos toda nuestra confianza; en sus manos ponemos nuestra vida, con nuestras luchas, con nuestros problemas, con nuestros sufrimientos, y todo eso con amor. Hemos de aprender a hacer esa ofrenda de amor de nuestra vida al Señor, aunque algunas veces nos pueda ser dura la vida, o los problemas nos agobien, pero sintamos que estando con Dios, estando Dios con nosotros no nos ha de faltar esa paz que El quiere regalarnos; es la paz de sentirnos amados del Señor y en El nos sentimos seguros. Así nos decía Jesús en el evangelio: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida’.
No olvidemos nunca lo que hemos rezado en el salmo reconociendo que el Señor es compasivo y misericordioso. ‘El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan…’

martes, 17 de marzo de 2015

Jesús está allí donde hay dolor y sufrimiento para darnos vida y salvación

Jesús está allí donde hay dolor y sufrimiento para darnos vida y salvación

Ezequiel 47, 1-9. 12; Sal 45; Juan 5, 1-3. 5-16
Jesús está allí donde hay dolor y sufrimiento para dar vida y salud. Lo hemos escuchado hoy en el evangelio. ‘Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo’. Y es Jesús el que se adelanta y viene a nuestro encuentro. ‘Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: ¿Quieres quedar sano?’
Jesús llega a nuestra vida ofreciéndonos también su salud, su salvación, su gracia. ‘¿Quieres quedar sano?’, nos pregunta. Nos sentimos postrados en nuestros problemas, en nuestras necesidades, en nuestros sufrimientos. Nos parece sentirnos solos y sin que nadie nos ampare. También algunas veces en nuestro decaimiento nos parece que quizá nadie nos ayuda. Como aquel paralítico de la piscina también decimos, ‘no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado’.
Pero hemos de tener una seguridad y una certeza, Jesús viene a nuestro encuentro, Jesús está a nuestro lado, Jesús nos tiende también su mano para levantarnos. ‘Levántate, toma tu camilla y echa a andar’. No necesitamos que se mueva el agua de la piscina, porque tenemos a Jesús verdadera agua viva que nos llena de vida.
La primera lectura como en una imagen profética nos  hablaba del agua que manaba del templo y que allá por donde se iba derramando iba llenando todo de vida y de frutos. Es la imagen que nos  habla de Jesús que es el que verdaderamente nos llena de vida, nos salva, nos inunda con su gracia. Por algo le diría a la samaritana que El tenía un agua viva que el que la bebiera no volvería a tener sed.
Es cierto que Jesús nos ha dejado unas mediaciones, signos de su presencia que son los sacramentos. El agua del Bautismo es ese signo que nos llena de la vida de Jesús porque nos hace partícipes del misterio pascual de su redención. En el agua del Bautismo nacemos a una nueva vida; bien nos viene recordarlo en este tiempo de cuaresma; es más, en la cuaresma precisamente nos preparamos para hacer esa renovación de nuestro bautismo, de nuestro compromiso bautismal. Por eso luego en el sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía renovamos esa gracia, alimentamos esa vida que hay en nosotros cuando comemos a Cristo, cuando nos llenamos de Cristo.
A nuestro lado Jesús va poniendo también personas, o permite que nos sucedan acontecimientos que nos hablan de su presencia, que nos hacen sentir su presencia de gracia. No nos podemos sentir solos porque siempre habrá alguna forma, algún signo que nos recuerde esa presencia de Cristo. Abramos los ojos de la fe; reavivemos nuestra fe y veremos cómo Cristo llega a nosotros, llega a nuestra vida, y siempre será para gracia, siempre será para salvación. También Jesús nos pregunta: ‘¿Quieres quedar sano?’ y nos dice: ‘Levántate, toma tu camilla y echa a andar’.
Recordemos además cómo también nosotros podemos y tenemos que ser signos de esa presencia de Jesús para los que caminan o que sufren a nuestro lado. 

lunes, 16 de marzo de 2015

‘El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino’, hagamos lo mismo

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino’, hagamos lo mismo

Isaías 65,17-21; Salmo 29; Juan 4,43-54
‘Un profeta no es estimado en su propia patria’, así comienza recordándonos el evangelista esta afirmación de Jesús. Ya proféticamente Simeón había anunciado que aquel Niño iba a ser signo de contradicción en medio de su pueblo. ‘Este niño va a ser motivo de que muchos caigan o se levanten en Israel’, había dicho. Y lo vemos a lo largo del evangelio. Muchos se entusiasmarán por El, mientras los principales entre el pueblo le rechazan. Aunque luego contemplamos también cómo surgen aquí y allá personajes que le aceptan, que le escuchan, que creen en El.
Ya los evangelistas nos resaltarán que serán los sencillos y humildes lo que principalmente le escuchen, pero también contemplaremos diversos episodios en que serán gentiles, no judíos, los que crean en El. Será el centurión romano el que pida con fe por la salud de su criado, será la mujer cananea la que llore y grite detrás de Jesús por su hija poseída por un espíritu inmundo, o será, como hoy hemos escuchado en el evangelio, un funcionario real el que suba hasta Caná pidiendo por su hijo enfermo en Cafarnaún. Son precisamente los que quizá nos dan mejores ejemplos de una fe confiada. Ya recordamos como en esas ocasiones Jesús alaba la fe de esas personas.
Es la fe que nos salva; es la fe que nos hace encontrarnos de verdad con Jesús y con su salvación. Que no nos falte esa fe. Pero creo que tendríamos que hacernos una consideración, porque muchas veces los que parece que estamos más cerca de Jesús no nos mostramos tan seguros y firmes en nuestra fe y confianza en el Señor. ¿Será para nosotros también un signo de contradicción?
Los que estamos como más metidos en la Iglesia, en las celebraciones y hasta en compromisos pastorales tenemos el peligro de hacer un poco como aquellos que en el evangelio se creían seguros de si mismos - no hace mucho en estos días pasados lo hemos escuchado - y nos creemos poseedores de la fe verdadera como si fuera algo nuestro y quizá hasta despreciamos la fe de la gente sencilla. Lejos de nosotros esas actitudes autocomplacientes de considerarnos mejores o con más fe que los demás.
También, por otra parte, nosotros tenemos nuestras dudas y nuestros altibajos en la fe y muchas veces aunque aparentamos mucha seguridad y nos mostramos muy religiosos estamos también pidiendo pruebas y razones una y otra vez y no tenemos la fe de la confianza, de ponernos en las manos del Señor que es donde tenemos que sentirnos seguros y dejarnos conducir por El. Como nos decía Jesús hoy en el evangelio ‘Como no veáis signos y prodigios, no creéis’.
Que no estemos siempre buscando el milagro o la prueba para creer. Que crezca nuestra fe; que aprendamos de la fe de los sencillos. Cuántos ejemplos podemos recibir de tantas personas que nos rodean si fuéramos capaces de mirar con unos ojos limpios y con un corazón libre de maldad la fe de esas personas. Que seamos capaces de poner con mucha humildad pero con mucho amor toda nuestra fe y nuestra confianza en el Señor. El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino’, nos dice el evangelio. Hagamos lo mismo.

domingo, 15 de marzo de 2015

Todo es un regalo de amor que nos compromete a vivir igualmente en la misericordia y el amor

Todo es un regalo de amor que nos compromete a vivir igualmente en la misericordia y el amor

2Crónicas 36, 14-16. 19-23; Sal 136; Efesios 2, 4-10; Juan 3, 14-21
Todo es un regalo de amor. Claro que no se entiende un regalo de verdad si no es fruto del amor; si fuera desde otro sentido, desde un interés sea cual sea, creo que no lo podríamos llamar regalo. Y además cuando recibimos ese regalo de amor nosotros tenemos que sentirnos movidos a actuar de la misma manera con los demás. Cuando uno recibe un regalo se siente comprometido con ese amor que nos han manifestado y nuestra respuesta no puede ser otra que la del amor.
Ahí tenemos resumido todo el mensaje de hoy, de la Palabra que Dios hoy ha querido dirigirnos. Basta repasar el texto y subrayar las palabras principales. Nos habla de la riqueza de la misericordia, del amor con que nos amó; nos dice que por pura gracia estamos salvados; nos dice que es un don de Dios; nos dice que estamos salvados por la gracia y por la fe. Es lo que nos repite de una forma y otra el apóstol en la carta a los Efesios.
Estamos haciendo mención a la carta a los Efesios, pero igualmente podríamos recordar lo que hemos escuchado en la primera lectura; nos hace un resumen de la infidelidad del pueblo que olvida la ley del Señor, pero por pura gracia aparece la salvación y la liberación para aquel pueblo; ‘en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia’ que dará la libertad al pueblo de Dios para que puedan volver a su tierra y levantar de nuevo el templo del Señor, como era su deseo.
Creo que tendríamos que quedarnos considerando, contemplando desde el corazón todo ese regalo de amor que Dios nos ofrece en Jesús. Porque es lo que nos vuelve a repetir el evangelio; la razón por la que Dios se ha encarnado, ha venido a tomar nuestra carne humana haciéndose hombre como nosotros es su amor. Todo es un proyecto de amor; amor del Dios que nos creó, pero aunque nosotros con nuestro pecado rechazamos ese proyecto de amor, Dios sigue buscándonos, sigue llamándonos, sigue ofreciéndonos su amor.
Contemplaremos a Jesús levantado en alto, como se nos dice hoy en el evangelio - ‘Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna’ - pero todo es para la gracia, para ese regalo de amor que nos ofrece el perdón y nos regala la vida eterna. ‘Para que todo el que cree en El tenga vida eterna’. Por eso nos decía san Pablo ‘estáis salvados por su gracia y mediante la fe’; la gracia de Dios nos regala la salvación que nosotros acogemos y aceptamos por la fe.
Hablamos mucho de condena, pero para eso no ha venido Jesús. Siempre en Jesús se está manifestando lo que es la misericordia de Dios. ‘Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él’. Son verdaderamente consoladoras estas palabras de Jesús; palabras que nos llenan de esperanza porque podemos palpar no el juicio y la condena sino lo que es la misericordia de Dios.
Creo que todos tendríamos que aprender mucho, meditando bien estas palabras del Evangelio. Nos tendrían que llevar a unas actitudes nuevas, a una nueva manera de actuar; somos muy dados al juicio y a la condena, pero somos los hijos de la misericordia porque toda esa gracia de Dios se ha derramado en nosotros por su infinita misericordia y así tendríamos nosotros que mostrarnos con los demás.
Somos la Iglesia de la misericordia que siempre nos está ofreciendo el perdón y el amor del Señor y todos hemos se sentirlo y palparlo en nuestras vidas. Así tiene que manifestarse siempre la Iglesia y si no lo hiciera así no sería fiel al evangelio de Jesús, que siempre es Buena Nueva que anuncia la misericordia de Dios, el año de gracia del Señor, el perdón y la salvación. Es el corazón compasivo y misericordioso con que nosotros también tenemos que acercarnos a los demás cuando nos hemos sentido tan beneficiados del amor de Dios.
Acabamos de escuchar en estos días el anuncio que ha hecho el Papa Francisco para convocar un Año Jubilar de la Misericordia. Una ocasión más para meditar y para vivir esa misericordia de Dios con nosotros que no viene a condenar sino a salvar; de cuántas maneras eso se ha de manifestar en la vida de la Iglesia para que no se quede en bonitas palabras; pero una ocasión propicia para llenar nuestras entrañas de misericordia y compasión, a modelo e imitación de lo que es la misericordia y la compasión del Señor. ‘Sed compasivos, nos dirá, como vuestro Padre es compasivo’.