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sábado, 21 de marzo de 2015

Como el cordero llevado al matadero nuestra vida ha de ser siempre una ofrenda de amor al Señor.

Como el cordero llevado al matadero nuestra vida ha de ser siempre una ofrenda de amor al Señor.

Jeremías 11, 18-20; Sal 7; Juan 7, 40-53
‘Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban…’ Así expresaba el profeta la situación difícil por la que pasaba, donde no era comprendido, era acosado porque quienes no querían escuchar sus proféticas palabras, y por las persecuciones que sufría.
Pero todo es imagen del verdadero Cordero que quita el pecado del mundo, imagen y anuncio de lo que le sucedía a Jesús, como hoy mismo escuchamos en el evangelio. Mientras la gente sencilla con ese sentido de Dios que tienen los limpios de corazón vislumbraban en Jesús un gran profeta o acaso incluso que pudiera ser el Mesías, otros sin embargo lo rechazan e incluso ‘algunos querían prenderlo’.
Cuando regresan los guardias que han ido a prenderlo enviados por los sumos sacerdotes y los principales del pueblo vienen con las manos vacías porque ‘jamás ha hablado nadie como ese hombre’, lo que les ocasionará recibir también improperios e insultos. Es la fe de los sencillos que no siempre es reconocida ni respetada.
Es lo que le sucederá también a Nicodemo - aquel fariseo que había ido de noche a ver a Jesús reconociendo en El que venía de Dios porque nadie podría hacer las cosas que El hacía si Dios no estuviera con El - que también poco menos que es insultado y desprestigiado por esa defensa que hace de Jesús de que no se puede juzgar a nadie sin haberlo escuchado antes. Para un judío de Judea llamarlo galileo es como un desprecio o llamarlo inculto.
Pero esa expresión de la profecía con la que comenzábamos el comentario también puede ser imagen de lo que a todo seguidor de Jesús le pueda pasar. Muchas veces también en silencio tenemos que seguir dando nuestro testimonio, viviendo nuestra fe y nuestro compromiso cristiano. Como Jesús, como ya hemos comentado en alguna ocasión, también nos convertimos en signos de contradicción en medio del mundo. No todos van a comprender nuestro testimonio, nuestras palabras, nuestra manera de vivir nuestra vida según el sentido de la fe.
Intentos de desprestigio, acosos o incluso pretender hacernos callar nuestro testimonio con algunas de las cosas que nos vamos a encontrar entre los que nos rodean y no nos entienden. Pero nuestro testimonio tienen que ser luminoso siempre y valiente en todo momento. Aquello que nosotros vivimos lo vivimos con alegría y gozo grande en el alma, porque por encima de todo sabemos que siempre nos sentiremos amados del Señor. Muchas veces quizá tendremos que pasar por el sufrimiento en silencio, como el cordero llevado al matadero que decía el profeta, pero sabemos que nuestra vida ha de ser siempre una ofrenda de amor al Señor. Aprendamos por otra parte a valorar y reconocer la fe de los sencillos en tantos que nos rodean
Que no  nos falta nunca la fuerza del Espíritu del Señor y la paz nunca abandone nuestro espíritu. Que nos sintamos fortalecidos en nuestra fe pase lo que pase, porque nuestra confianza la tenemos puesta en el Señor.

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