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domingo, 15 de marzo de 2015

Todo es un regalo de amor que nos compromete a vivir igualmente en la misericordia y el amor

Todo es un regalo de amor que nos compromete a vivir igualmente en la misericordia y el amor

2Crónicas 36, 14-16. 19-23; Sal 136; Efesios 2, 4-10; Juan 3, 14-21
Todo es un regalo de amor. Claro que no se entiende un regalo de verdad si no es fruto del amor; si fuera desde otro sentido, desde un interés sea cual sea, creo que no lo podríamos llamar regalo. Y además cuando recibimos ese regalo de amor nosotros tenemos que sentirnos movidos a actuar de la misma manera con los demás. Cuando uno recibe un regalo se siente comprometido con ese amor que nos han manifestado y nuestra respuesta no puede ser otra que la del amor.
Ahí tenemos resumido todo el mensaje de hoy, de la Palabra que Dios hoy ha querido dirigirnos. Basta repasar el texto y subrayar las palabras principales. Nos habla de la riqueza de la misericordia, del amor con que nos amó; nos dice que por pura gracia estamos salvados; nos dice que es un don de Dios; nos dice que estamos salvados por la gracia y por la fe. Es lo que nos repite de una forma y otra el apóstol en la carta a los Efesios.
Estamos haciendo mención a la carta a los Efesios, pero igualmente podríamos recordar lo que hemos escuchado en la primera lectura; nos hace un resumen de la infidelidad del pueblo que olvida la ley del Señor, pero por pura gracia aparece la salvación y la liberación para aquel pueblo; ‘en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia’ que dará la libertad al pueblo de Dios para que puedan volver a su tierra y levantar de nuevo el templo del Señor, como era su deseo.
Creo que tendríamos que quedarnos considerando, contemplando desde el corazón todo ese regalo de amor que Dios nos ofrece en Jesús. Porque es lo que nos vuelve a repetir el evangelio; la razón por la que Dios se ha encarnado, ha venido a tomar nuestra carne humana haciéndose hombre como nosotros es su amor. Todo es un proyecto de amor; amor del Dios que nos creó, pero aunque nosotros con nuestro pecado rechazamos ese proyecto de amor, Dios sigue buscándonos, sigue llamándonos, sigue ofreciéndonos su amor.
Contemplaremos a Jesús levantado en alto, como se nos dice hoy en el evangelio - ‘Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna’ - pero todo es para la gracia, para ese regalo de amor que nos ofrece el perdón y nos regala la vida eterna. ‘Para que todo el que cree en El tenga vida eterna’. Por eso nos decía san Pablo ‘estáis salvados por su gracia y mediante la fe’; la gracia de Dios nos regala la salvación que nosotros acogemos y aceptamos por la fe.
Hablamos mucho de condena, pero para eso no ha venido Jesús. Siempre en Jesús se está manifestando lo que es la misericordia de Dios. ‘Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él’. Son verdaderamente consoladoras estas palabras de Jesús; palabras que nos llenan de esperanza porque podemos palpar no el juicio y la condena sino lo que es la misericordia de Dios.
Creo que todos tendríamos que aprender mucho, meditando bien estas palabras del Evangelio. Nos tendrían que llevar a unas actitudes nuevas, a una nueva manera de actuar; somos muy dados al juicio y a la condena, pero somos los hijos de la misericordia porque toda esa gracia de Dios se ha derramado en nosotros por su infinita misericordia y así tendríamos nosotros que mostrarnos con los demás.
Somos la Iglesia de la misericordia que siempre nos está ofreciendo el perdón y el amor del Señor y todos hemos se sentirlo y palparlo en nuestras vidas. Así tiene que manifestarse siempre la Iglesia y si no lo hiciera así no sería fiel al evangelio de Jesús, que siempre es Buena Nueva que anuncia la misericordia de Dios, el año de gracia del Señor, el perdón y la salvación. Es el corazón compasivo y misericordioso con que nosotros también tenemos que acercarnos a los demás cuando nos hemos sentido tan beneficiados del amor de Dios.
Acabamos de escuchar en estos días el anuncio que ha hecho el Papa Francisco para convocar un Año Jubilar de la Misericordia. Una ocasión más para meditar y para vivir esa misericordia de Dios con nosotros que no viene a condenar sino a salvar; de cuántas maneras eso se ha de manifestar en la vida de la Iglesia para que no se quede en bonitas palabras; pero una ocasión propicia para llenar nuestras entrañas de misericordia y compasión, a modelo e imitación de lo que es la misericordia y la compasión del Señor. ‘Sed compasivos, nos dirá, como vuestro Padre es compasivo’.

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