Al celebrar la fiesta de la Virgen de las Nieves nos llenemos de la ternura de del corazón de María para hacer que nuestro mundo tenga un nuevo olor y sabor
Hoy 5 de agosto se celebra en muchos lugares con especial devoción una
fiesta de la Virgen, la Virgen de las Nieves o la Virgen Blanca. En nuestras
islas se celebra en diversos lugares, pero quiero destacar como la Virgen de
las Nieves es la patrona de la Isla de la Palma donde hoy se celebra con
particular devoción, acudiendo los palmeros desde todos los rincones de la Isla
hasta el Santuario de las Nieves.
El origen de esta advocación está en la Basílica Papal de Santa María
la Mayor en Roma. La tradición nos habla de cómo la Virgen en sueños le pidió
al Papa Liberio la construcción de un templo en su honor en la ciudad de Roma;
en la mañana siguiente, cinco de un tórrido agosto de Roma, apareció el Monte
Esquilino – una de las siete colinas romanas – cubierto de nieve, viendo en
ello la señal del lugar donde la Virgen quería que se edificase su templo. Fue
el primer templo del orbe católico dedicado a la Virgen que en el Concilio de
Efeso fue proclamada la Madre de Dios. De ahí el nombre o advocación con la que
invocamos a la Virgen en muchos lugares y que hoy estamos celebrando.
Celebrar una fiesta de la Virgen siempre es algo entrañable para un
cristiano; estamos celebrando la fiesta de la madre, de la Madre de Jesús que
es la Madre de Dios, como esta misma celebración y advocación de hoy nos lo
recuerda, y la fiesta de nuestra madre. Así quiso dárnosla Jesús desde la Cruz.
Ahí tienes a tu hijo, le dijo señalándole a Juan, señalándonos a nosotros
representados por Juan el que siempre fue fiel en su amor a Jesús, allí al pie
de la cruz. Desde entonces Juan la tomó consigo. Desde entonces la Iglesia siempre
ha tenido a María a su lado, como la invoca como Madre, la imita como fiel discípula
de Jesús, quiere parecerse a ella la llena de la gracia, la llena de Dios.
Con ternura nos acercamos a María, como cualquier hijo que se precie
se acerca a su madre. Necesitamos siempre esa ternura en nuestro corazón y la
presencia de María nos lo recuerda y nos lo hace revivir. Es la ternura de Dios
que nos la hace sentir con su presencia, es la ternura con que debemos envolver
nuestra vida para romper esas aristas que tantas veces como costras se nos
pegan a nosotros con las que hacemos daño a los que están a nuestro lado. Hace
falta poner ternura en la vida, delicadeza, sencillez, humildad, amabilidad,
cariño, buen trato, amor en una palabra. ¿Y a quien no le afloran esos brotes
de ternura cuando está al lado de la Madre, cuando estamos al lado de María?
Es lo que hoy quiero pedirle a María, que nunca se endurezca mi corazón,
que arranque de mi toda violencia, que sea capaz de controlar mis gestos y mis
palabras, que nunca aparezca en mi corazón el frío del desamor y la
insolidaridad, que tampoco viva en la tibieza de la indiferencia y la lejanía
del que nunca se preocupa de los problemas de los demás, que encienda con
fuerza mi corazón en el fuego del amor y sea capaz de derretirme en ternura
hacia los demás.
Que de María aprenda a poner amor en la vida, el espíritu de servicio
y la atención a los demás. Amó con todo su corazón y se lleno de Dios; amó
hasta olvidarse de si misma y se puso al servicio de Isabel; amó a todos con la
ternura de una madre y estaba atenta y vigilante a lo que pudiera faltar a los
que la rodeaban como hizo en las bodas de Caná; amó a aquellos hijos que su
Hijo le confió en la cruz y con ellos estaba orante para que como ella todos se
llenaran del espíritu en Pentecostés.
Que con la ternura de María vayamos haciendo cada día un mundo mejor,
un mundo con un nuevo olor y con un nuevo sabor, el olor y el sabor del amor y
la ternura. Es así como iremos construyendo cada día el Reino de Dios.