Jesús
está desparramando toda la ternura de su corazón con nosotros. ¿Cómo no amarle
y querer en verdad seguir su camino?
Hechos de los apóstoles 18, 23-28; Salmo 46;
Juan 16, 23b-28
Si vamos a intentar conseguir algo con
el aval de alguien que consideramos importante e influyente, justo es que no
nos presentemos con esos avales mientras por detrás la hacemos la guerra, o
estamos en contra en sus proyectos, por ejemplo, de quien es nuestro avalista.
Si vamos con ese respaldo, pero también con la sinceridad y la rectitud de
nuestra vida en consonancia con tal persona, seguro que conseguiremos todo lo
que deseamos.
Hoy Jesús en el evangelio se pone como
avalista nuestro en las peticiones que hagamos a Dios. Incluso insiste en que
tengamos la confianza, que vayamos sin miedo, porque siendo sus discípulos el
Padre nos va a conceder todo cuanto le pidamos. Incluso nos dice que no será
necesario siquiera que El pida por nosotros. Es muy importante lo que nos está
diciendo Jesús, es importante que lo tengamos en cuenta, es importante que
ganemos esa confianza y seguridad, de que Dios siempre nos escucha. Pero lo
tenemos que hacer en nombre de Jesús.
¿Qué significa eso de que lo hagamos en
nombre de Jesús? Es fácil decir yo vengo en nombre de… y ponemos por así decirlo
por testigo a esa persona de quienes somos y de lo que es nuestra vida. Pero,
¿en verdad estaremos siendo consecuentes con esa representación que nos
atribuimos? ‘El que me ama guardará mi palabra’, le hemos escuchado decir a Jesús
en estos días. Amar, guardar su palabra. O sea, que no son solo palabras que
nosotros digamos, son palabras que nosotros realizamos en nuestra vida, que las
palabras de Jesús son en verdad la norma de nuestra vida, el actuar de nuestra
vida, nuestra manera de vivir. De lo contrario
parece que estaríamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado.
Es importante la rectitud con que
vivamos nuestra vida, es importante la congruencia de lo que decimos creer y lo
que luego realmente hacemos en nuestra vida. Por eso es importante lo de que
guardamos su palabra, que vamos realizando en nosotros lo que es la enseñanza
de Jesús, que vamos haciendo vida en nosotros los valores que nos enseña Jesús
en el evangelio, que aquello que decimos en el padrenuestro de ‘hagase su
voluntad así en la tierra como en el cielo’, es que es lo que nosotros
queremos hacer, la voluntad de Dios. Es la forma cómo podemos decir que
nosotros amamos a Dios. Y hacer la voluntad de Dios es entrar en toda esa
dinámica del amor que nos enseña el evangelio.
Estamos ya en la víspera de la
Ascensión, que mañana celebraremos, y vemos ahí el cumplimiento de las palabras
de Jesús. ‘Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me
voy al Padre’. Pero nos ha dejado un grande descubrimiento, que Dios es nuestro
Padre, que Dios nos ama. Y si Jesús vuelve al Padre con El nosotros también
seremos llevados de vuelta al Padre. Ya nos decía que va a prepararnos sitio
porque donde está El quiere que estemos nosotros también. Es hermosa la ternura
con que nos está hablando Jesús. ‘El Padre mismo os quiere, porque
vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios’.
¿Queremos algo más? Jesús está
desparramando su corazón con nosotros. ¿Cómo no amarle y querer en verdad
seguir su camino?