Vistas de página en total

sábado, 21 de mayo de 2022

El cristiano está consciente en medio del mundo sabiendo que el mundo no nos ama, pero con el gozo en el alma de sentirnos amados del Señor

 


El cristiano está consciente en medio del mundo sabiendo que el mundo no nos ama, pero con el gozo en el alma de sentirnos amados del Señor

Hechos de los apóstoles 16, 1-10; Sal 99; Juan 15, 18-21

Algunas veces tan seguros de nosotros mismos por la vida que creemos que tenemos que caerle bien a todo el mundo, pero nos tropezamos de bruces con la realidad de que no somos tan ‘chachis’ como pensamos y nos encontraremos con gente a las que caemos mal, que juzgan y critican cuanto hacemos, y que de una manera u otra nos hacen frente en la vida, fastidiándonos en muchos casos o haciéndonos las cosas imposibles.

No siempre sabemos reaccionar, porque pronto nos aparece el amor propio, el orgullo y el engreimiento de que somos los mejores o que somos los únicos que sabemos hacer las cosas bien y lo solemos pasar bastante mal. Nos falta quizás la madurez para darnos cuenta de nuestra realidad y nuestras debilidades, o para afrontar el que otro pueda tener otra opinión que nos haga frente; hay gente que se enferma con situaciones así.

Dije al principio lo de ir seguros por la vida, pero haciendo referencia más bien a esa autosuficiencia con que andamos muchas veces. Cuando tenemos convicciones profunda, claro que tenemos que ir seguros por la vida, pero no significa eso que vayamos poniéndonos por encima de los demás, ni vayamos avasallando a nadie o queriendo imponer nuestras cosas; seguridad hemos de tener en nuestras convicciones y principios, seguridad hemos de tener en nuestra fe aunque siempre andemos en camino de búsqueda y de crecimiento interior.

Y cuando hablamos de esa seguridad y libertad interior con que queremos vivir nuestra fe, sabemos muy bien que vivimos en un mundo muy complejo y, aún en nuestros ambientes que decimos cristianos, bien sabemos que no todo es cristiano, que la fe se ha debilitado en muchos, y que otros tienen otros pensamientos, otras formas de afrontar la vida con sus propios principios. No es que tengamos que hacer una mezcolanza, un sincretismo, pero sí actuar con libertad y con respeto hacia los que están en nuestro entorno y puedan pensar distinto. Claro que eso no nos ha de coartar para que nosotros hagamos una presentación clara y valiente de lo que es nuestra fe, porque nuestra meta será siempre querer iluminar la vida del mundo que nos rodea. Tenemos una luz de la que no podemos inhibirnos.

Hemos venido diciendo cómo Jesús en aquel diálogo con sus discípulos y apóstoles en la cena pascual, con aquellos aires de despedida que tenía también, va abriendo su corazón y mostrando en las recomendaciones que les va haciendo a los discípulos las dificultades también con que se van a encontrar. Emplea un lenguaje que en cierto modo puede parecer fuerte cuando les dice que el mundo les odia, porque no son del mundo.

Es el rechazo y la oposición con que se van a encontrar, que veremos en los Hechos de los Apóstoles cómo los primeros cristianos van a encontrar ya desde aquellos mismos comienzos. Les sucede a los apóstoles en Jerusalén, como veremos luego que será la piedra con que vayan tropezando en sus caminos por el mundo anunciando el evangelio. En los viajes del Apóstol Pablo que nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles lo encontraremos claramente.

‘Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra’ les viene a decir Jesús. Pero nos sentimos seguros en nuestro camino porque nos sentimos amados y escogidos del Señor.

No vamos con nuestra misión particular, no vamos a realizar nuestras propias batallas, vamos con la misión que Jesús nos ha confiado, vamos con la confianza de la fuerza del Espíritu que está con nosotros. Es la seguridad con que nos sentimos hoy en nuestra tarea, que sabemos bien que no es tan fácil. Estamos conscientes en medio del mundo sabiendo que el mundo no nos ama, pero con el gozo en el alma de sentirnos amados del Señor.

viernes, 20 de mayo de 2022

Nos quedamos nosotros con las palabras de Jesús, con su desahogo y con su mandato, con su confidencia y su ternura porque nos llama amigos

 

Nos quedamos nosotros con las palabras de Jesús, con su desahogo y con su mandato, con su confidencia y su ternura porque nos llama amigos

Hechos de los apóstoles 15, 22-31; Sal 56; Juan 15, 12-17

Hay momentos en que parece que son más propicios a una mayor confidencialidad, donde afloran los sentimientos más hondos de la persona, en que todo son recomendaciones y advertencias, últimos consejos porque de alguna manera todo suena a despedida. Se quiere dejar las cosas claras pero también se advierte de cosas que se han de tener en cuenta para siempre.

Podemos pensar, como es de suponer, en última despedida de la vida, pero sucede de alguna forma cuando por ejemplo el padre o madre de familia tiene que ausentarse y deja todo en manos de los hijos, o de igual manera son las recomendaciones del padre o de la madre para el hijo que marcha a emprender una nueva vida con nuevos horizontes, o la despedida del amigo querido por las circunstancias que sean. Salen a flote todos los sentimientos del corazón sin ningún tipo de pudor, o se tiene la valentía de advertirte en lo que no debes hacer, conociéndote como te conocen. 

¿Era lo que sucedía en aquellos momentos de la cena pascual? Muchas veces hemos comentado el ambiente especial que allí se vivía en aquellos momentos; las palabras de Jesús también suenan a despedida y a últimas recomendaciones; pero sobre todo se derrama la ternura del corazón sobre aquellos a los que ama de manera especial. ‘Hijitos míos’, dirá en algún momento, ahora les dice que no les llama siervos sino que los llama amigos. Es El quien se ha puesto en el lugar del siervo que está para servir cuando desde el principio de la cena se ha postrado delante de ellos para lavarles sus pies. Ahora les dice que les ama y les ama de manera que está dispuesto a dar la vida por sus amigos como realmente va a significar su entrega.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos
. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’
.

Fijémonos en sus palabras que habla del amor más grande que es capaz de dar la vida por sus amigos; y a continuación les dice ‘vosotros sois mis amigos… a vosotros os llamo amigos…  ¿Puede haber un derroche de ternura más grande? Con ellos ha tenido las confidencias mayores. ‘Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’, les dice. Y ahora termina soltando todo lo secreto que lleva en su corazón.

Por eso les recomienda e insiste porque lo dice de una forma y de otra. Tenéis que amaros. Eso es lo importante. Eso es lo que hay que hacer. Ese es el testimonio que tenéis que dar. Esa es la Buena Noticia que tenéis que transmitir. Que no son solo palabras las que tenéis que pronunciar, que es una vida que hay que pronunciar, transmitir, testimoniar con el amor. Y como si pareciera poco, lo deja como mandamiento. ‘Esto os mando: que os améis unos a otros’.

Los hijos se quedan con las últimas palabras del padre o de la madre que saben que tienen que cumplir, es su última voluntad; el amigo guardará en su corazón esa última recomendación o ese último desahogo del alma que le ha hecho el que marcha. Nos quedamos nosotros con las palabras de Jesús, con su desahogo y con su mandato, con su confidencia y su ternura porque nos llama amigos, y es lo que tenemos que estar dispuestos a poner por obra.

jueves, 19 de mayo de 2022

Soy feliz porque amo, ojalá llegamos a esa sublimidad en el amor que no busca premios ni recompensas

 


Soy feliz porque amo, ojalá llegamos a esa sublimidad en el amor que no busca premios ni recompensas

Hechos de los Apóstoles 15, 7-21; Sal 95; Juan 15, 9-11

Podríamos decir que entre los parámetros humanos del amor está el que nos sintamos felices porque seamos correspondidos en nuestro amor. Amamos y nos llenamos de alegría, es cierto, cuando al mismo tiempo nos sentimos amados por aquel en quien hemos depositado nuestro amor y todas las muestras señales de ese amor. Es cierto que nos sentimos felices cuando somos amados; y nos llena de satisfacción el ver que a quien amamos nos corresponde.

Pero ¿nos podemos quedar ahí? ¿Habrá algún paso más sublime en el amor? Si no somos correspondidos, ¿seríamos capaces de seguir amando? Creo que es un peldaño más que subimos en nuestro amor que así se hace más sublime, cuando nos sentimos felices simplemente por el hecho de amar, aunque no fuéramos correspondidos. Humanamente es difícil pero en ello se manifiesta toda la sublimidad del amor. Ser capaces de amar así, con un amor gratuito, porque no estamos buscando ninguna recompensa, porque sentimos en nosotros mismos esa satisfacción de lo bueno que hacemos, del amor que regalamos.

Es de ese amor del que nos habla Jesús. Nos habla de un amor tan grande que es capaz de dar la vida por aquel a quien amamos. Es lo que contemplamos en Jesús. Es la sublimidad del amor de Dios. ‘Aunque no hubiera cielo, yo te amara’, era una oración hermosa que algunos aprendimos de chicos, porque el regalo, la felicidad está en el mismo hecho de amar.

Sin embargo aplicamos demasiados parámetros humanos a nuestro amor y al amor que le tenemos a Dios, porque buscamos la recompensa, porque buscamos el premio, y pareciera que todos aquellos gestos de amor que vamos realizando en la vida son puntos y valores que hacen crecer nuestra cuenta para buscar y merecer un premio cada vez más grande.

Muchas hemos andado con esas contabilidades en nuestra vida espiritual, tantos rosarios, tantas limosnas, tantas Misas, tantas visitas al Santísimo, tantos primeros viernes, tantos enfermos que visitamos o atendimos, y así queremos ir haciendo crecer nuestra cuenta, como si fuera la factura de gastos que le vamos a presentar a Dios cuando nos pongamos en su presencia tras la hora de la muerte. Y claro como ya hicimos una buena cantidad de cosas, ahora ya nos podemos relajar un poquito y no hace falta darle tanta intensidad. ¿No tendríamos que reconocer que hay una cierta mezquindad en un amor así que contabiliza lo que ha hecho?

Hoy Jesús nos dice simplemente que permanezcamos en su amor. Y hemos aprendido a permanecer en ese amor desde el amor grande que Dios nos tiene. No es otra cosa que vivir esa unión de amor a semejanza de lo que es el amor de la Trinidad de Dios. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor’, nos dice Jesús. Y nos lo está diciendo para que aprendamos a disfrutar de la alegría del amor. ‘Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud’.

Es que Jesús nos está hablando de la sublimidad del amor. Un amor siempre gratuito, siempre generoso, siempre universal; un amor que es darse sin medida, que me hace olvidarme de mi mismo, porque lo que importa es que amo, a quien amo. Soy feliz, porque amo, tendríamos que terminar diciendo, no importa nada más. Puede parecer difícil, porque siempre puede aparecer nuestro orgullo y nuestro amor propio, pero cuando aprendemos a hacerlo, será lo más fácil y lo más hermoso del mundo.

miércoles, 18 de mayo de 2022

Sepamos sentarnos en silencio en la presencia de Dios para sentir el palpitar de vida de su corazón que nos haga entrar en la misma sintonía, en el mismo ritmo de amor

 


Sepamos sentarnos en silencio en la presencia de Dios para sentir el palpitar de vida de su corazón que nos haga entrar en la misma sintonía, en el mismo ritmo de amor

Hechos de los apóstoles 15, 1-6; Sal 121; Juan 15, 1-8

El trato hace la amistad, solemos decir. Es necesario sentir la cercanía, es importante estar en contacto, no podemos perder la relación y la comunicación; no puede ser simplemente algo mantenido en el recuerdo, por muy buenas que hayan sido las experiencias vividas, porque el distanciamiento enfría la relación, poco a poco corta la comunicación y se pierde la comunión. Yo tuve un amigo, llegamos a reconocer, pero ya no sé por dónde anda, se cortó la comunicación y la relación y al final puede parecer que fue algo, muy bonito quizá, que pertenece al pasado y ahora poco o nada nos puede decir. Cuántas amistades abandonadas, cuántos amigos olvidados, cuántos recuerdos que parece que son solo para la historia pero que ahora no hacen vida.

Algo así nos está hablado Jesús. Nos pone comparaciones, tomadas incluso de lo que es la propia naturaleza, pero al final nos dirá tajantemente ‘sin mí, nada sois’. Necesitamos estar unidos a El, mantener nuestra comunión y nuestro amor. Si siempre hemos venido diciendo que todo es una relación y una respuesta de amor, esa llama hay que mantenerla viva, y no se mantiene viva si no se la alimenta. Y el alimento está en esa comunicación y en ese diálogo, en ese conocimiento que crece y que hará crecer el amor, en esa presencia que es luz, fuego, alimento, fuerza para el espíritu.

La comunicación y el encuentro con el amigo, el diálogo lleno de confianza donde todo se comparte y donde mutuamente disfrutamos de esa presencia, de esas palabras, de esas experiencias compartidas, hacen crecer la amistad, harán crecer el amor. Lo tenemos que cuidar; no será solo una presencia ocasional por alguna circunstancia que nos haga encontrarnos; no solo puede ser un encuentro fugaz fruto de nuestras correrías y de nuestras prisas, tiene que ser algo más hondo, algo que se disfrute mejor, algo que nos meta el gozo en el alma del amor y la amistad compartida. No somos amigos por un regalo formalmente compartido ni por una visita de compromiso.


Tenemos que buscar lo que en verdad nos hace crecer como cristianos. Nuestra manera de vivir la presencia de Jesús en nuestra vida. Hoy nos habla Jesús de la vid y de los sarmientos; que hay que cultivar, que hay que cuidar, que hay que incluso podar para que no se vaya por ramajes inútiles e inservibles, que tenemos que saber mantener en profunda unión para que no sea un sarmiento que se seque sino una planta que desde lo más profundo llegue a dar fruto.

Igual que cultivamos de verdad una amistad y cuidamos que nada la entorpezca o la llene de maleza, tenemos que cuidar nuestra relación con Dios, nuestra relación con Jesús. Es la oración profunda que nos llena de la presencia de Dios, es el diálogo de amor en que se nos ofrece la Palabra a la que hemos de dar una respuesta de vida, es el cuidar que esa relación no se quede en lo formal o en lo ritual sino que en verdad nos haga gozarnos en su amor y cantar la alegría de su presencia, es ese saber sentarnos en silencio en su presencia para sentir el palpitar de vida del corazón de Dios que no haga entrar en la misma sintonía, en el mismo ritmo de amor.

El trato hace la amistad, habíamos comenzado diciendo, y será ese trato y esa relación llena de vida con Dios lo que nos hará crecer en su amor. ‘Permaneced en mi y yo en vosotros’, nos decía Jesús en el evangelio. Qué distintos nos sentiríamos, qué seguridad daría a nuestra vida, qué fortaleza para nuestro caminar, con qué nueva ilusión y esperanza nos pondríamos a contagiar a los demás de ese amor, qué fuerza tendría nuestro compromiso de amor, con qué amor nuevo amaríamos también a los demás a los que ya para siempre miraremos como hermanos.

martes, 17 de mayo de 2022

En los momentos previos a la pasión Jesús les está hablando de paz y hoy en este momento concreto nos habla a nosotros de paz, de una paz que tenemos que reconstruir

 


En los momentos previos a la pasión Jesús les está hablando de paz y hoy en este momento concreto nos habla a nosotros de paz, de una paz que tenemos que reconstruir

Hechos de los apóstoles 14, 19-28; Sal 144; Juan 14, 27-31a

Tenemos que saber escuchar las palabras que se nos dicen teniendo en cuenta el momento concreto en que fueron pronunciadas para poder sacarle, por así decirlo, todo su jugo. Unas palabras fuera de contexto son peligrosas, y ya sabemos cómo se manipula hoy, cómo sacamos muchas veces lo que se nos dice fuera de su contexto, y como hay el peligro de que nos lleven a interpretaciones erróneas. Eso nos vale en muchas cosas y situaciones de la vida; cuidado con la malicia con algunas veces se actúa y nos dicen que dijeron pero no sabemos por qué dijeron y lo que en concreto se quería decir, esto que comento podría tener amplias aplicaciones a muchas situaciones de la vida.

Pero he iniciado este comentario, que me ha podido llevar a muchas cosas, para que nos demos cuenta de la profundidad que Jesús quería darle a sus palabras en aquel momento concreto de la cena pascual, anticipo de cuanto se iba a suceder a continuación. Ya hemos comentado en algún momento aquel momento especialmente tenso que se vivía en aquella cena y es cuando Jesús nos habla de la paz. En esos momentos de tensión necesitamos esa palabra que nos lleve a encontrar la serenidad para afrontarlo y a no perder la paz de nuestro corazón.

Así nos dice Jesús hoy: ‘La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde’. Les habla a los discípulos en aquel momento tenso de paz, les habla de mantenerse firmes, de no acobardarse, de no perder la paz en el corazón. Bien que les hacía falta frente a todo lo que iba a suceder que iba a ser un escándalo muy grande para ellos. Ya en el huerto, tras el prendimiento de Jesús, todos le abandonan y huyen; así nos lo dirá claramente el evangelista. Allí aparecería precisamente al frente de aquellos servidores del templo que parecían forajidos precisamente uno de los propios discípulos. No habían entendido antes las palabras de Jesús a Judas, por tendría que ser un golpe muy fuerte verlo traicionar a Jesús yendo al frente de los que iban a prenderle. ¿Podrían mantener la paz del espíritu? Abandonan y huyen.

Jesús ahora quiere hacer que se mantengan fuertes, que no se acobarden pase lo que pase; El les había anunciado todo lo que iba a suceder pero ellos no lo habían comprendido. Serán momentos difíciles cuando se vayan cumpliendo todas las palabras anunciadas por Jesús. Claro que necesitan la paz. Y no es una paz cualquiera. Claro que no será la paz a la manera como la gente del mundo entiende la paz. Muchas veces quizás queremos imponer la paz.

Por eso en los momentos previos a la pasión Jesús les está hablando de paz. Nos habla a nosotros hoy de paz; y pensamos en lo que vivimos, pensamos quizá primordialmente en la guerra de Ucrania por la cercanía en el espacio y en el tiempo, pero nos vamos olvidando de otros lugares del mundo que hoy también se ven amenazados. Olvidamos pronto quizás también momentos de guerras y tensiones que hemos vivido en los últimos tiempos en distintos lugares del mundo.

Y rezamos, es cierto, por la paz, y queremos que pronto callen las armas y se pueda comenzar una reconstrucción de cuanto ha sido destruido. Pero ¿serán solo los edificios, las obras civiles, lo material con toda la ruina económica que lleva aparejada lo único que habrá que reconstruir? Es lo primero en lo que pensamos cuando estamos tan ansiosos de paz. Pensamos quizás que con esa reconstrucción ya estaría todo hecho y se recobraría de nuevo la paz, pero ¿no habrá algo más hondo que reconstruir en el corazón de las personas o en las mismas instituciones sociales para llegar a encontrar una auténtica paz?

Toda esta crisis que vivimos nos ha llevado a una destrucción interior, porque nuestros corazones se han roto, porque hemos dejado de creer en los otros, porque se han ido sembrando unas semillas terribles en nuestros corazones que nos despiertan el orgullo, el odio, los deseos de venganza o de revancha, unas ansias de destruir muchas cosas o personas que nos han traído todo estos males que sufrimos. No podemos huir ni tirarnos al campo para hacer la guerra de la paz por nuestra cuenta o a nuestra manera.

Si mantenemos todo eso en el corazón no encontraremos la paz. Por eso nos dice Jesús que nos da la paz pero no como la da el mundo. Será algo más hondo lo que tenemos que reconstruir en nosotros para alcanzar esa verdadera paz. Es lo que Jesús nos ofrece. Es la salvación que en verdad nos regala. Son cosas muy concretas donde El quiere hacer presente su gracia. Sepamos ver ese regalo de la paz que Jesús quiere darnos.

lunes, 16 de mayo de 2022

Hemos de ser los enamorados de Dios que vayamos chorreando su amor allí donde estemos y con lo que vivimos por la fuerza del Espíritu que habita en nosotros

 


Hemos de ser los enamorados de Dios que vayamos chorreando su amor allí donde estemos y con lo que vivimos por la fuerza del Espíritu que habita en nosotros

Hechos de los apóstoles 14, 5-18; Sal 113; Juan 14, 21-26

Una mirada con los ojos del amor nos hará ver y descubrir lo que por ningún otro medio podemos conocer. ¿Por qué me conoces tanto? Le preguntaba un hijo a su madre; porque te amo, le respondía. El amor verdadero nos lleva a esa unión tan profunda que no será necesario que nos cuenten lo que nos sucede, para que los ojos del amor lo descubran.

¿Por qué nos descubres esas cosas a nosotros y no a los demás? Le pregunta un discípulo a Jesús cuando de alguna manera se sentía emocionado por la confidencia de amor que Jesús les iba haciendo, y en una palabra Jesús podía haberle dicho, porque os amo. Es lo que de alguna manera le responde aunque otro sea el circunloquio de las palabras. ‘Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?’,  le decía Judas, no el Iscariote sino Judas Tadeo, a Jesús. Y este le respondía: ‘El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él’.

Todo es un círculo de amor, respuesta de amor y revelación de amor, comunión de amor de tal manera que se siente habitado por el amor de Dios, por Dios mismo. ¿No es lo que sucede cuando dos personas se aman de verdad? Ya parece que no hay sino una sola vida; los enamorados de verdad ven por los ojos del otro, hablan con las palabras del otro, parece que respiran con el respirar del otro, porque se sienten como una única vida.  Y eso es lo que tenemos que vivir desde nuestra relacion con Dios.

Podemos tener la tendencia de convertir nuestro ser cristiano en aprendernos una doctrina, tener como un catálogo de las cosas que tenemos que hacer, o como se dice ahora, unos protocolos que seguir. Pero creer en Jesús para seguirle, para ser verdaderamente su discípulo es algo mucho más sencillo, porque es como dejarse envolver por el amor de Dios, que es mucho más que una envoltura externa que nos de unas apariencias, porque casi la palabra que tendríamos que emplear es empaparnos del amor de Dios. Cuando de verdad empapamos algo en un líquido luego ese objeto empapado va como chorreando allá por donde vaya aquello de lo que está empapado. Es lo que tendría que ser nuestra vida cristiana; tenemos que ir chorreando ese amor de Dios del que estamos empapados.

Por eso Jesús nos habla de la presencia del Espíritu en nuestra vida. Nos dice que nos lo revelará todo. Cómo querrían tener consigo siempre a Jesús sus discípulos para no olvidar todo aquello que les va revelando y que algunas veces tanto les cuesta no solo recordar sino entender, asumir para sus vidas. Qué bueno sería que Jesús no les faltara nunca. Es lo que Jesús les está prometiendo. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho’.

Es el Espíritu Santo el que habitará en sus corazones para poder sentir y vivir esa presencia del amor de Dios en sus vidas; es el Espíritu Santo el que transformará nuestras vidas para ser capaces de no solo vivir ese amor de Dios, sino luego empapar de ese amor cuanto nos rodea.

‘Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él’, nos decía Jesús. Seremos ese templo del Espíritu, esa morada de Dios, porque nos llenaremos de su amor. Y eso, ¿cómo se manifiesta en nuestra vida? ¿Serán esas las señales que nosotros damos con nuestra manera de vivir como cristianos? Claro que tendríamos que comenzar por preguntarnos si somos esos enamorados de Dios. Quizá nuestro amor sea pobre, le falte intensidad, se nos quede en le epidermis de la vida, no lleguemos a ser esos empapados del amor de Dios. Es algo que tenemos que cuidar.

domingo, 15 de mayo de 2022

Palabras muy convincentes tienen que decirnos para que levantemos nuestro espíritu y comience a arder la llama de la esperanza en el corazón y la palabra clave es el amor

 


Palabras muy convincentes tienen que decirnos para que levantemos nuestro espíritu y comience a arder la llama de la esperanza en el corazón y la palabra clave es el amor

Hechos 14, 21b-27; Sal 144;  Apocalipsis 21, 1-5ª; San Juan 13, 31-33a. 34-35

Poco pueden convencernos cuando tratan de decirnos palabras de ánimo cuando estamos pasando por momentos difíciles, con problemas que se nos amontonan, con agobios y preocupaciones que nos lo hacen ver todo oscuro. Siempre llegará alguien a nuestro lado que pretenderá con palabras de ánimo levantar nuestro espíritu para que nos mantengamos en la lucha, pero nos sentimos como sin fuerzas para seguir batallando.

Palabras muy convincentes tienen que decirnos para que levantemos nuestro espíritu y comience a arder la llama de la esperanza en el corazón. Algunas veces podremos incluso sentirnos como desconcertados con aquello que pretenden decirnos con la mejor buena voluntad. El dolor lo llevamos en el alma y cuesta mitigarlo. Pueden ser diversas las situaciones en que nos encontremos, pero son cosas que nos suceden.

Las palabras de Jesús en aquella noche de la cena pascual de alguna manera los desconciertan. Aunque quizás desconcierta más la serenidad de espíritu con que Jesús va afrontando todo aquello que al mismo tiempo les va anunciando. Diversas han sido las señales que han ido apareciendo a lo largo de la cena, diversos los gestos y los signos que Jesús ha querido ir realizando.

Pero ya claramente ha hablado de traición y de negaciones, quizás ya en este momento el traidor ha marchado a hacer lo que tenía que hacer, como el mismo Jesús le había dicho. Las palabras de Jesús suenan a despedida y no pueden menos de recordar, aunque no lo entiendan, lo que les había ido anunciando que el Hijo del Hombre había de ser entregado en manos de los gentiles. Todo está creando una sensación y un ambiente muy especial en torno a aquella mesa.

Y ahora Jesús habla de glorificación. Ha llegado la hora de la glorificación; Dios será glorificado y el Hijo va a ser también glorificado. Pero entre sombras ha ido apareciendo el anuncio de despedida y de muerte. Pero Jesús habla con toda contundencia de esa hora de glorificación. ¿Cómo puede haber glorificación cuando todo podría parecer un fracaso? Todas aquellas expectativas sobre el Mesías parecían venirse abajo ¿y habla Jesús de glorificación, de la gloria de Dios?

Y es aquí donde tenemos que entender todo aquello que va a suceder. Todo va a ser la gran manifestación de lo que es el amor de Dios que en Jesús se está manifestando. Nos ha entregado a su Hijo; el Hijo se va a entregar en la entrega más suprema que es la prueba más maravillosa de lo que es el amor verdadero.

Nadie tiene amor más grande que el de aquel que entrega su vida por los demás. Y allí se está manifestando el amor. Todo aquello no va a ser un fracaso sino un triunfo y una victoria. Es la victoria de la vida sobre la muerte, es la victoria del amor sobre el odio en que nos embarramos los hombres, es la victoria del amor infinito de Dios. Jesús va a ser glorificado, porque al tercer día resucitará.

Claro que los discípulos tendrán que pasar por esos momentos de tinieblas y de sombras. Pero la Palabra de Jesús es fiel y se cumplirá. Será glorificado, resucitará al tercer día, le podremos contemplar sentado a la derecha de Dios cuando terminemos contemplando su ascensión al cielo. Pero Jesús quiere que nosotros sigamos dando la señal de la glorificación. Nos dejará un mandamiento, el mandamiento del amor, que nos amemos, que nos amemos los unos a los otros como El nos ha amado. Será el signo de la victoria y de la glorificación con que daremos señales de nuestra fe en Jesús en medio del mundo.

Porque nos amamos y nos amamos de verdad haremos creíble la Palabra que anunciamos. Es la palabra clave. Es el testimonio de nuestra fe, pero es el testimonio de la victoria del amor. Es lo que necesita el mundo para creer y quizás nosotros los cristianos no estamos dando verdaderamente ese testimonio. Aunque hoy todo el mundo hable del amor, la música y las canciones nos lo repitan hasta la saciedad, aunque todos vayamos diciendo sí al amor y no a la guerra, no es precisamente el amor lo que más resplandece en nuestro mundo.

Envueltos en coloristas papeles de regalos que nos hablan de amor, seguimos con nuestros egoísmos y con nuestras insolidaridades, mantenemos nuestras discriminaciones escogiendo muy mucho a aquellos a los que decimos amar sin que sea un amor universal, seguimos hablando de amor solamente como una pasión, no terminamos de desprendernos de nosotros mismos para abrir el corazón a un amor verdadero. Y es lo que los discípulos de Jesús tenemos que testimoniar con valentía y con arrojo.

Pero es que también en ese ambiente tenso que se vive hoy en nuestra sociedad con tantas cosas llenas de negruras que se han ido sucediendo, también necesitamos escuchar estas palabras de Jesús que quieren ser palabras de ánimo y de esperanza. Nos cuesta quizás escucharlas y entenderlas, porque las oscuridades también nos pueden envolver y hacer perder la esperanza.

Pero nosotros ya sentimos la presencia de Cristo resucitado en medio nuestro, estamos viviendo el tiempo pascual, y es ese rayo nuevo de luz y de esperanza que recibimos para nuestra vida, para seguir el camino, para seguir poniendo esos pasos necesarios para lograr esa paz que tanto necesitamos.