Palabras
muy convincentes tienen que decirnos para que levantemos nuestro espíritu y
comience a arder la llama de la esperanza en el corazón y la palabra clave es
el amor
Hechos 14, 21b-27; Sal 144;
Apocalipsis 21, 1-5ª; San Juan 13, 31-33a. 34-35
Poco pueden
convencernos cuando tratan de decirnos palabras de ánimo cuando estamos pasando
por momentos difíciles, con problemas que se nos amontonan, con agobios y
preocupaciones que nos lo hacen ver todo oscuro. Siempre llegará alguien a
nuestro lado que pretenderá con palabras de ánimo levantar nuestro espíritu
para que nos mantengamos en la lucha, pero nos sentimos como sin fuerzas para
seguir batallando.
Palabras muy
convincentes tienen que decirnos para que levantemos nuestro espíritu y
comience a arder la llama de la esperanza en el corazón. Algunas veces podremos
incluso sentirnos como desconcertados con aquello que pretenden decirnos con la
mejor buena voluntad. El dolor lo llevamos en el alma y cuesta mitigarlo.
Pueden ser diversas las situaciones en que nos encontremos, pero son cosas que
nos suceden.
Las palabras
de Jesús en aquella noche de la cena pascual de alguna manera los
desconciertan. Aunque quizás desconcierta más la serenidad de espíritu con que
Jesús va afrontando todo aquello que al mismo tiempo les va anunciando.
Diversas han sido las señales que han ido apareciendo a lo largo de la cena,
diversos los gestos y los signos que Jesús ha querido ir realizando.
Pero ya
claramente ha hablado de traición y de negaciones, quizás ya en este momento el
traidor ha marchado a hacer lo que tenía que hacer, como el mismo Jesús le
había dicho. Las palabras de Jesús suenan a despedida y no pueden menos de
recordar, aunque no lo entiendan, lo que les había ido anunciando que el Hijo
del Hombre había de ser entregado en manos de los gentiles. Todo está creando
una sensación y un ambiente muy especial en torno a aquella mesa.
Y ahora Jesús
habla de glorificación. Ha llegado la hora de la glorificación; Dios será
glorificado y el Hijo va a ser también glorificado. Pero entre sombras ha ido
apareciendo el anuncio de despedida y de muerte. Pero Jesús habla con toda
contundencia de esa hora de glorificación. ¿Cómo puede haber glorificación
cuando todo podría parecer un fracaso? Todas aquellas expectativas sobre el
Mesías parecían venirse abajo ¿y habla Jesús de glorificación, de la gloria de
Dios?
Y es aquí
donde tenemos que entender todo aquello que va a suceder. Todo va a ser la gran
manifestación de lo que es el amor de Dios que en Jesús se está manifestando.
Nos ha entregado a su Hijo; el Hijo se va a entregar en la entrega más suprema
que es la prueba más maravillosa de lo que es el amor verdadero.
Nadie
tiene amor más grande que el de aquel que entrega su vida por los demás. Y allí se está
manifestando el amor. Todo aquello no va a ser un fracaso sino un triunfo y una
victoria. Es la victoria de la vida sobre la muerte, es la victoria del amor
sobre el odio en que nos embarramos los hombres, es la victoria del amor
infinito de Dios. Jesús va a ser glorificado, porque al tercer día resucitará.
Claro que los
discípulos tendrán que pasar por esos momentos de tinieblas y de sombras. Pero
la Palabra de Jesús es fiel y se cumplirá. Será glorificado, resucitará al
tercer día, le podremos contemplar sentado a la derecha de Dios cuando
terminemos contemplando su ascensión al cielo. Pero Jesús quiere que nosotros
sigamos dando la señal de la glorificación. Nos dejará un mandamiento, el
mandamiento del amor, que nos amemos, que nos amemos los unos a los otros como
El nos ha amado. Será el signo de la victoria y de la glorificación con que
daremos señales de nuestra fe en Jesús en medio del mundo.
Porque nos
amamos y nos amamos de verdad haremos creíble la Palabra que anunciamos. Es la
palabra clave. Es el testimonio de nuestra fe, pero es el testimonio de la
victoria del amor. Es lo que necesita el mundo para creer y quizás nosotros los
cristianos no estamos dando verdaderamente ese testimonio. Aunque hoy todo el
mundo hable del amor, la música y las canciones nos lo repitan hasta la
saciedad, aunque todos vayamos diciendo sí al amor y no a la guerra, no es
precisamente el amor lo que más resplandece en nuestro mundo.
Envueltos en
coloristas papeles de regalos que nos hablan de amor, seguimos con nuestros egoísmos
y con nuestras insolidaridades, mantenemos nuestras discriminaciones escogiendo
muy mucho a aquellos a los que decimos amar sin que sea un amor universal, seguimos
hablando de amor solamente como una pasión, no terminamos de desprendernos de
nosotros mismos para abrir el corazón a un amor verdadero. Y es lo que los discípulos
de Jesús tenemos que testimoniar con valentía y con arrojo.
Pero es que
también en ese ambiente tenso que se vive hoy en nuestra sociedad con tantas
cosas llenas de negruras que se han ido sucediendo, también necesitamos
escuchar estas palabras de Jesús que quieren ser palabras de ánimo y de
esperanza. Nos cuesta quizás escucharlas y entenderlas, porque las oscuridades
también nos pueden envolver y hacer perder la esperanza.
Pero nosotros
ya sentimos la presencia de Cristo resucitado en medio nuestro, estamos
viviendo el tiempo pascual, y es ese rayo nuevo de luz y de esperanza que
recibimos para nuestra vida, para seguir el camino, para seguir poniendo esos
pasos necesarios para lograr esa paz que tanto necesitamos.
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