Vistas de página en total

viernes, 20 de mayo de 2022

Nos quedamos nosotros con las palabras de Jesús, con su desahogo y con su mandato, con su confidencia y su ternura porque nos llama amigos

 

Nos quedamos nosotros con las palabras de Jesús, con su desahogo y con su mandato, con su confidencia y su ternura porque nos llama amigos

Hechos de los apóstoles 15, 22-31; Sal 56; Juan 15, 12-17

Hay momentos en que parece que son más propicios a una mayor confidencialidad, donde afloran los sentimientos más hondos de la persona, en que todo son recomendaciones y advertencias, últimos consejos porque de alguna manera todo suena a despedida. Se quiere dejar las cosas claras pero también se advierte de cosas que se han de tener en cuenta para siempre.

Podemos pensar, como es de suponer, en última despedida de la vida, pero sucede de alguna forma cuando por ejemplo el padre o madre de familia tiene que ausentarse y deja todo en manos de los hijos, o de igual manera son las recomendaciones del padre o de la madre para el hijo que marcha a emprender una nueva vida con nuevos horizontes, o la despedida del amigo querido por las circunstancias que sean. Salen a flote todos los sentimientos del corazón sin ningún tipo de pudor, o se tiene la valentía de advertirte en lo que no debes hacer, conociéndote como te conocen. 

¿Era lo que sucedía en aquellos momentos de la cena pascual? Muchas veces hemos comentado el ambiente especial que allí se vivía en aquellos momentos; las palabras de Jesús también suenan a despedida y a últimas recomendaciones; pero sobre todo se derrama la ternura del corazón sobre aquellos a los que ama de manera especial. ‘Hijitos míos’, dirá en algún momento, ahora les dice que no les llama siervos sino que los llama amigos. Es El quien se ha puesto en el lugar del siervo que está para servir cuando desde el principio de la cena se ha postrado delante de ellos para lavarles sus pies. Ahora les dice que les ama y les ama de manera que está dispuesto a dar la vida por sus amigos como realmente va a significar su entrega.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos
. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’
.

Fijémonos en sus palabras que habla del amor más grande que es capaz de dar la vida por sus amigos; y a continuación les dice ‘vosotros sois mis amigos… a vosotros os llamo amigos…  ¿Puede haber un derroche de ternura más grande? Con ellos ha tenido las confidencias mayores. ‘Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’, les dice. Y ahora termina soltando todo lo secreto que lleva en su corazón.

Por eso les recomienda e insiste porque lo dice de una forma y de otra. Tenéis que amaros. Eso es lo importante. Eso es lo que hay que hacer. Ese es el testimonio que tenéis que dar. Esa es la Buena Noticia que tenéis que transmitir. Que no son solo palabras las que tenéis que pronunciar, que es una vida que hay que pronunciar, transmitir, testimoniar con el amor. Y como si pareciera poco, lo deja como mandamiento. ‘Esto os mando: que os améis unos a otros’.

Los hijos se quedan con las últimas palabras del padre o de la madre que saben que tienen que cumplir, es su última voluntad; el amigo guardará en su corazón esa última recomendación o ese último desahogo del alma que le ha hecho el que marcha. Nos quedamos nosotros con las palabras de Jesús, con su desahogo y con su mandato, con su confidencia y su ternura porque nos llama amigos, y es lo que tenemos que estar dispuestos a poner por obra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario