Como aquel hombre sabio que entiende del reino de los cielos y va aprendiendo de lo bueno y de lo malo que sucede en su entorno
Levítico
25,1.8-17; Sal
66; Mateo
14,1-12
Es de persona sabia el ir sacando lecciones de cuanto
le sucede en la vida, sea bueno o sea malo. Es un querer aprender, es un deseo
de saber y de todo cuanto le va sucediendo querer ir aprendiendo. De lo bueno,
para sentir el estimulo de superación de si mismo como de querer aprender de lo
bueno que ve en los demás; de aquellas cosas que no son buenas o son
verdaderamente negativas para aprender a apartarse de ellas, no dejar que su
veneno inocule nuestra vida y nos lleve también a la muerte de lo negativo.
Algunas personas cuando ven en la Escritura santa, en
la historia del pueblo de Israel hechos que no son edificantes sino que son
realmente pecaminosos piensan que quizá esos textos no tendrían que estar allí;
pero hemos de darnos cuenta de que están como ejemplo del mal que existe en la
vida, en el mundo que nos rodea y que nos puede envenenar a nosotros mismos y
de lo que hemos de aprender la lección para nosotros apartarnos de un mal así.
El evangelio de este día nos narra un hecho realmente
desagradable que nos refleja esas malas pasiones que nos pueden arrastrar hacia
el mal o esas cobardías en las que podemos caer tantas veces y ante las que nos
hemos de prevenir. Es el martirio de Juan el Bautista. Está por supuesto el
testimonio de valentía profética del Bautista para denunciar lo mal aunque eso
le lleve a la prisión y a la muerte. Pero a contraluz está toda la negatividad
de la vida de Herodes.
Está su forma de vivir inmoral al vivir en adulterio
con la mujer de su hermano que es lo primero que le denuncia Juan el Bautista;
pero está su estilo de vida materialista, sensual, sus banquetes y su forma de
vivir de manera superficial; pero están sus temores interiores y sus cobardías,
su miedo al que dirán y sus promesas incongruentes de quien está acostumbrado a
una vida fácil y superficial que tiene lo que quiere abusando de su poder.
Aparece desde un primer momento su mala conciencia;
cuando oye hablar de Jesús, se acuerda del Bautista a quien había mandado
decapitar; lo que oye de Jesús despierta su conciencia que ha querido quizá
adormecer en su vida insulsa y sin sentido y le vienen los miedos y los
remordimientos.
Cuidado nos pasen cosas así, cuando tenemos mala
conciencia por aquello que hemos hecho y que quizá queremos acallar de
cualquier manera. Si hiciéramos siempre el bien y lo justo no nos aparecerían
esas malas conciencias y remordimientos. Pero nosotros sabemos que podemos
acudir a quien restaure nuestra vida con el perdón si con humildad nos
presentamos con verdadero arrepentimiento; y el arrepentimiento no es solo ese
mal momento que pasamos cuando nos damos cuenta que hemos hecho el mal, sino
tiene que ser la voluntad firme y decidida de corregir nuestros errores, de
cambiar nuestra conducta, de enmendar lo hecho pero también reparando el daño.
Mucho más podríamos seguir reflexionando en torno a
esta figura de Herodes para no caer en sus mismos males. Creo que nos damos
cuenta de toda esa cadena que como en una espiral sin fin le ha llevado incluso
a la muerte del Bautista. Rompamos esa cadena y esa espiral del mal en nuestra
vida, revisando, corrigiendo, enmendando, purificando, mejorando con la ayuda
de la gracia del Señor. Que no nos puedan las superficialidades de la vida; que
no andemos simplemente con el miedo al que dirán; que tratemos de ser siempre
justos y de darle verdadera profundidad a nuestra vida.
Seamos ese hombre sabio que sabemos sacar lecciones de
la vida que nos valgan para nuestro crecimiento y maduración como personas y
como creyentes en Jesús.