La misión de Jesús es nuestra
misión, la compasión de Jesús ha de ser también nuestro amor
Is. 30, 18-21.23-26; Sal. 146; Mt. 9, 35-10, 1.6-8
‘Jesús recorría todas
las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del
Reino y curando todas las enfermedades y dolencias… y llamó a doce discípulos y
les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y
dolencia…’
Nos resume en
pocas palabras la misión y la actividad
de Jesús. El anuncio del Reino, las señales de que el Reino de Dios se
va realizando porque va liberando de todo mal. Pero inmediatamente nos señala
cual es nuestra misión. Hemos de continuar la misma misión de Jesús, el anuncio
del Reino y la liberación de todo mal en cuantos sufren como consecuencia de la
instauración del Reino de Dios. Elige a los apóstoles y los envía con su misma
misión.
A nosotros se nos anuncia también el Reino de Dios y
Cristo con su gracia viene también a liberarnos de todo mal. Hemos de ser
conscientes de nuestra pertenencia al Reino de Dios. Nos hemos incorporado a la
Iglesia, manifestación y presencia de ese Reino de Dios en nosotros, por la
gracia del Bautismo. Pero cuando hemos recibido esa gracia del Señor nos
convierte a nosotros también en evangelizadores y constructores de ese Reino de
Dios.
Cuando hoy escuchamos nosotros el evangelio no lo hemos
de mirar simplemente como el relato de algo sucedido en otro tiempo, y que
pudiera, entonces, se ajeno a nosotros. De ninguna manera podemos pensar así.
El evangelio es palabra viva y actuar para nosotros hoy y nos está señalando lo
que con nosotros sigue haciendo la gracia de Dios. A nosotros también el Señor
nos cura y nos libera, nos llena de gracia y de vida. Tendríamos que comenzar
por dar gracias a Dios, no cansarnos de dar gracias a Dios por cuanto hace en
nosotros con su amor.
Pero al mismo tiempo estamos recibiendo su misión,
estamos impregnándonos de los mismos sentimientos de Jesús y de su mismo amor.
Hoy nos dice que ‘al ver a las gentes se
compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que
no tienen pastor’. Expresa los sentimientos de Jesús en aquellos momentos
al ver la multitud que le rodeaba. ¿Serán esos también nuestros sentimientos?
Porque tenemos el peligro de acostumbrarnos a las cosas y de insensibilizarnos.
Miramos nuestro mundo y no somos capaces de verlos con
los ojos de Jesús. Miramos nuestro mundo
que se va materializando, va perdiendo los sentimientos religiosos o
confundiéndolos, va perdiendo el sentido cristiano de la vida a la luz del
Evangelio, y nos acostumbramos a que sea así y quizá no sentimos dolor en el
alma porque Dios sea tan dejado a un lado en nuestra sociedad o Cristo sea
apartado del sentido profundo del hombre. Que se despierten en nosotros esos
mismos sentimientos de Jesús porque a ese mundo es al que El nos está enviando,
confiando su misma misión.
‘Curad enfermos,
resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido:
dad gratis’. Gratis hemos recibido; pensemos en la gracia
de Dios que a lo largo de nuestra vida hemos recibido de tantas formas. La mano
amorosa de Dios ha estado de tantas maneras sobre nosotros a los que también
nos ha curado, resucitado, limpiado, liberado de tantos males. Es lo que ahora
nosotros tenemos que ir a hacer con los demás. Eso que nos expresa Jesús con
esas palabras puede significar muchas cosas buenas que nosotros podemos hacer
en nombre de Jesús por los demás.
¡Cuántas angustias podemos compartir y consolar!
¡Cuántas lágrimas podemos enjugar! Y podemos y tenemos que hacernos solidarios
de verdad con los que sufren; y podemos y tenemos que acercarnos al que está
solo y deprimido y llenarlo de una ilusión nueva que le dé nuevas ganas de
vivir; y podemos poner nuestro hombro para que con nuestra presencia se sienta
descansado y apoyado aquel que lucha y que quizá le cuesta salir adelante; y
podemos simplemente ponernos a su lado con oídos bien atentos para escucharle y
se pueda sentir comprendido y animado.
¡Cuánto podemos curar! ¡Cuánto podemos hacer para
llenar de ilusión de una nueva vida al que se siente caído y deprimido, que es
lo mismo que resucitarlo! ¡Cuánto podemos hacer con el hermano que se siente
marginado y orillado de la vida para que siga creyendo en si mismo porque
también se sienta valorado por alguien a su lado!
Es la misión que realizaba Jesús. Es la misión que
nosotros también hemos de seguir realizando en el nombre de Jesús.