Solo con humildad y amor podremos
acercarnos a Dios para mejor conocerle
Is. 11, 1-10; Sal. 71Lc. 10, 21-24
Nadie puede conocer a Dios en plenitud sino aquel a
quien Dios se quiera revelar. Podemos, es cierto, llegar a conocer su
existencia y vislumbrar algo de su inmensidad y de su grandeza, que para eso
Dios nos ha dotado de esa capacidad de inteligencia y conocimiento y por los
huellas que Dios nos va dejando de si mismo podemos emprender un camino que nos
lleve hasta El; pero conocer todo el misterio de Dios nos sobrepasa y eso
formará parte de la revelación que Dios hace de si mismo. La plenitud del
misterio de Dios solo la podremos conocer por su revelación, por lo que Dios
nos dice de sí mismo. Es de lo que nos habla Jesús hoy en el evangelio.
Y, ¿quiénes son los que mejor podrán adentrarse en el
misterio de Dios? ¿a quienes Dios quiere revelarse de manera especial? Nunca
desde nuestro orgullo o autosuficiencia podemos acercarnos a Dios; es que
cuando en la vida nos dejamos seducir por esa tentación del orgullo o de la
autosuficiencia seremos nosotros los que nos creamos dioses y la imagen que nos
queramos hacer de Dios será una imagen de nosotros mismos, queriendo de alguna
manera manipular esa imagen del Dios verdadero que, entonces, no terminaremos de
conocer.
¿Qué son los ídolos o falsos dioses que los hombres se
han hecho en todos los tiempos? Esos dioses creados por el hombre no hacen sino
reflejar lo que son las pasiones de los hombres rebajando, por así decirlo, lo
que es la belleza, la bondad, el bien y la sabiduría de Dios en sí mismo.
Hoy escuchamos a Jesús dar gracias al Padre porque todo
el misterio de Dios se revela no a los que se creen sabios y entendidos, sino a
los pequeños y los humildes, porque será en ellos donde Dios mejor se complace.
Ya hemos dicho en otro momento que la humildad es la llave maestra que abre
nuestros corazones a Dios. Es que Dios a quien se revela es a los pequeños y a
los humildes.
Serán precisamente a los que Jesús llamarán dichosos y
bienaventurados. Recordemos las bienaventuranzas de Jesús. Los pobres y los
pequeños, los que están llenos de sufrimientos y los que sufren en el ansia del
bien y de la justicia, los que son sencillos y los que son limpios de corazón,
los que tienen un corazón sano capaz de contagiar esa salud y esa paz del
espíritu a los que los rodean, los que rebosan de amor y de misericordia serán
dichosos, heredaran el reino, verán a Dios, serán llamados hijos de Dios.
El que es humilde y sencillo estará siempre abierto al
amor, buscará siempre la armonía y la paz, destilará dulzura de su alma porque
en todo sabrá poner siempre amor; el que es humilde y sencillo estará siempre
abierto a Dios y Dios se le manifestará, se le revelará allá en lo más hondo
del corazón, porque será el que ha sido capaz de hacer de su corazón una morada
de Dios.
Hoy nos ha anunciado Isaías al que viene lleno del
Espíritu del Señor para señalarnos los dones y las gracias de las que estará
dotado el Mesías de Dios, el Ungido del Señor. Estará lleno del Espíritu de
Dios y en él y por él va a florecer la paz y la justicia, la armonía entre
todas las cosas y todos los seres de la creación porque habrá de desaparecer
para siempre la violencia y la injusticia, el odio y la mentira y para siempre
brillará la rectitud y la verdad. Imágenes hermosas las que nos ofrece la descripción
del profeta pero que nos están realmente describiendo la transformación que se
va a realizar en el corazón de los hombres. Son los tiempos nuevos del Mesías
Salvador en que podremos en verdad conocer a Dios.
Nosotros ahora en este camino de Adviento nos vamos
dejando conducir por la Palabra de Dios. Los profetas que ayudaron con su
profecía al pueblo de Dios a mantener viva la esperanza del Mesías que había de
llegar, a nosotros como Palabra de Dios también nos ayudan para que en verdad
preparemos nuestro corazón al Señor que quiere llegar a nuestra vida y a
nosotros también se nos quiere revelar. Empapémonos de su sentido, de su
palabra, de su profecía y preparémonos como un pueblo bien dispuesto para el
Señor. Ya vamos viendo los caminos que hemos de recorrer.
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