Buscamos llenarnos de Dios, crecer espiritualmente más y más, sentirnos fortalecidos en el Señor, pero siempre dispuestos para amar, para acoger, para servir, para hacer el bien
Hebreos 13,15-17.20-21; Sal 22; Marcos 6,30-34
Toda
persona tiene derecho a su descanso; esto es algo que nadie puede
negar; desde una recuperación necesaria de la fuerzas físicas o
mentales para poder seguir realizando su trabajo y también, aunque
consideremos la riqueza que en lo humano y en lo espiritual
resulta el trabajo para el hombre porque es como un desarrollo de sí
mismo, pero también porque necesitamos espacio para el relax y el
esparcimiento, para el encuentro con los demás y para el desarrollo
de sí mismo que no solo está en el trabajo sino en todo aquello que
desde nuestro interior nos haga crecer abriéndonos también a algo
que nos trascienda de nosotros mismos y de lo que hacemos para soñar,
por decirlo de alguna manera, con una vida de plenitud.
Mucho
se podría decir acerca del descanso humano que además ha sido una
lucha y un logro a través también del decurso de la existencia del
hombre. Ni somos esclavos de nadie que nos ate con duras condiciones
de trabajo, ni somos esclavos del mismo trabajo, porque en lugar de
un desarrollo de la persona podríamos caminar por derroteros incluso
de embrutecimiento de la persona. Aunque con nuestro trabajo
realizamos una acción social además de ganarse un sustento para
nosotros y para cuantos dependen de nosotros en la familia, no son
solo esas ganancias materiales lo que vamos a ofrecer, por ejemplo, a
nuestros hijos sino que necesitamos ese tiempo de encuentro y
convivencia que en verdad nos enriquecería mutuamente. Muchas
consideraciones podríamos hacernos siguiendo esta linea, pero quizá
no sea el momento.
De
entrada me han venido a la mente estas consideraciones viendo la
preocupación de Jesús por aquellos discípulos cercanos a Él, los
que ha enviado como apóstoles a anunciar el Reino y que ahora han
llegado de vuelta alegres y contentos por la tarea que han realizado.
Pero la primera reacción de Jesús es buscar un lugar de descanso
para aquellos trabajadores de la mies del Reino de Dios. ‘Venid
vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco’.
Y
quiere llevarlos Jesús a un lugar tranquilo y apartado. Ellos
también necesitan y merecen un descanso.
Es
quizá lo que algunas veces en nuestras comunidades cristianas no se
tiene en cuenta para aquellos que tienen la misión pastoral. Que no
es solo un tiempo de inactividad, que también se necesita, pero que
será el tiempo por así decirlo de un reciclaje humano, espiritual y
pastoral, de reflexión interior y de búsqueda de momentos de paz
para un rehacernos y fortalecernos por dentro, de un cuidarnos
interiormente a nosotros mismos para poder mejor realizar la misión
encomendada.
Claro
que en esta ocasión no salieron las cosas como estaban previstas,
porque cuando la gente se enteró a donde marchaba Jesús con los
apóstoles acudieron de todas partes y al desembarcar en la orilla se
encontraron con una multitud que los esperaba. ¿Qué hacer? Venimos
a descansar y a éstos hay que despacharlos cuanto más pronto mejor.
Pero ese no era el corazón de Cristo, esa no era su manera de
actuar. Él era quien había venido a servir y no a ser servido. Y
aunque se habían programado momentos de tranquilidad y descanso, la
actitud de servicio de Jesús le hacía estar siempre pronto para
acoger y para ayudar. Se
puso a enseñarles con calma, nos
dice el evangelista,
porque les dió lástima aquella multitud que andaban como ovejas sin
pastor.
El
seguidor de Jesús siempre tiene que estar dispuesto al servicio,
aunque sea en su tiempo de descanso, que también lo necesita, como
antes reflexionábamos. En todo momento ha de predominar el amor en
nuestro corazón. La acogida, el servicio, el hacer el bien, el
compartir y el manifestar todos los mejores signos del amor han de
estar presentes siempre en la vida del que sigue a Jesús, y cuánto
más tiene que resplandecer en sus pastores. Buscamos llenarnos de
Dios, queremos crecer espiritualmente más y más, hemos de sentirnos
siempre fortalecidos en el Señor, pero siempre dispuestos para amar,
para acoger, para servir, para hacer el bien. Aprendamos también a
buscar nuestro descanso en el Señor.