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viernes, 8 de febrero de 2019

El martirio del Bautista nos interroga sobre la congruencia o incongruencia con que actuamos en la vida


El martirio del Bautista nos interroga sobre la congruencia o incongruencia con que actuamos en la vida

Hebreos 13,1-8; Sal 26; Marcos 6,14-29

Una manifestación de la rectitud de nuestra vida y de su madurez es la congruencia con que actuamos uniendo plenamente nuestras palabras y nuestras maneras de pensar con la forma con que actuamos en la vida. No podemos plantearnos unos principios que incluso tratamos de inculcar a los demás mientras que nuestra vida, nuestra manera de actuar va por otros derroteros; lo que decimos o enseñamos tendría siempre que manifestarse en lo que hacemos.
Pero también sabemos que por nuestra debilidad no siempre es fácil que hagamos rectamente siempre aquello que decimos que son nuestros valores o principios. Es fácil encontrarnos con esa inmadurez en la vida de muchos, o acaso también en nuestra propia vida, porque tampoco podemos ir por la vida siempre juzgando a los demás sin juzgarnos a nosotros mismos. Sin embargo eso que vemos en los otros nos tiene que servir para reflexionar sobre nosotros mismos y revisar nuestras posturas, nuestra forma de actuar.
Hoy se nos presenta un texto del evangelio que entre sus muchos mensajes tendría que hacernos reflexionar sobre eso. Es el martirio del Bautista por parte de Herodes. Es claro el mensaje del testimonio de Juan, la integridad de su vida, la valentía para denunciar lo que está mal, la cárcel que sufre en consecuencia hasta llegar al martirio. Su testimonio valiente lo hace en un testigo y en un signo para nuestra vida.
Fácil es que al considerar este texto comencemos a hablar de la maldad del corazón de Herodes. ¿Por qué tenía en la cárcel a Juan? Juan había denunciado públicamente la vida inmoral que llevaba Herodes, cuando incluso se había puesto a vivir con la mujer de su hermano. Es proverbial al pensar en Herodes también hablar de sus lujos y de la sensualidad con que vivía su vida para quien todo eran fiestas y orgías de todo tipo. Pero allí estaba por detrás la malicia también de Herodías que no soportaba las palabras del Bautista; tanto había hecho que Juan estaba en la cárcel.
Pero aquí viene la incongruencia de Herodes, que dice que apreciaba a Juan y que le gustaba escucharlo. ¿Lo apreciaba y le gustaba escucharlo y lo tiene en la cárcel? Como se suele decir, ¿como se come eso? ¿qué clase de aprecio sentía por Juan? Decimos que somos amigos y andamos con puñaladas por la espalda, como se suele decir. ¿No nos pasará algo de eso en nuestras relaciones con los amigos, en nuestra propia familia quizás?
Pero la culminación viene en aquella fiesta que había organizado Herodes donde bailó la hija de Herodías. Los entusiasmos de la fiesta o las bebidas, el querer quedar bien con todos sus invitados para quienes preparaba las mayores orgías le llevan a sentirse de tal manera por el baile de la muchacha que le promete dar lo que le pida, aunque sea la mitad de su reino. Las fantochadas con que andamos por la vida sobre todo cuando nos subimos en pedestales de orgullos y vanidades. La joven, instigada por su madre, le pide la cabeza de Juan Bautista.
Aparecen las cobardías y siguen las incongruencias, por medio están los respetos humanos y la palabra dada aunque sea para acciones injustas. Era como estar entre la espada y la pared, por un lado el aprecio que decia que tenia a Juan y por otro lado el cerco que en su mala conciencia se formaba en torno a él. Y prevaleció la cobardía de lo que le parecía más fácil aunque fuera injusto. la cabeza de Juan apareció en una bandeja para entregársela a la muchacha.
¿De alguna manera no estaremos muchas veces presentando en bandeja la cabeza de alguien por nuestras incongruencias y cobardías? Cuántas veces en la vida decimos una cosa que nos parece recta y justa y sin embargo ante ciertos temores nos echamos para atrás. Cuántas veces decimos quizás que somos muy creyentes y religiosos pero luego en la vida vamos actuando injustamente, no somos capaces de dar la cara por esa fe que decimos que tenemos, olvidamos nuestros principios y valores cristianos porque claro en la vida no nos podemos quedar atrás y no se cuantas razones que nos damos.
Ya decíamos que el texto del evangelio no era para entrar en juicios condenatorios contra otros sino para analizarnos a nosotros mismos para ver nuestra manera de actuar. Muchas son las cosas que tendríamos que revisarnos para ver dónde está la congruencia o la incongruencia con que tantas veces nos manifestamos.




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