Dejemos actuar a Dios a través de nuestros gestos sencillos y pongamos siempre la disponibilidad del amor en lo que hacemos
Hebreos 12,18-19. 21-24; Sal 47;Marcos 6,7-13
Cuando
tenemos que salir, ya sea porque tenemos que realizar una gestión o
porque tengamos que ir de viaje, prepararemos antes cuidadosamente lo
que pensamos que vamos a necesitar, ya sean las cosas para realizar
esa gestión o aquello que pensamos que vamos a necesitar en esos
días de viaje. sobre todo cuando hacemos viajes un poco más
extensos en el tiempo, sobre todo en las primeras ocasiones
terminamos llevando abultadas maletas o equipajes en esa previsión
de todo lo que nos pudiera suceder. ya con más experiencia no
abundaremos en tantas cosas porque habremos aprendido quizá a
valernos con menos cosas y dejamos atrás lo que sea innecesario.
siempre los preparativos los haremos, sin embargo cuidadosamente.
Mira
por donde hoy escuchamos a Jesús cuando envió a sus discípulos a
anunciar el Reino y sin embargo les dice que nada de mochilas, nada
de equipajes ni de túnicas de repuesto, nada incluso de previsiones
monetarias, que simplemente se contenten con un bastón para el
camino. ‘Les
encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni
pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias,
pero no una túnica de repuesto’. simplemente
la disponibilidad para hacer el anuncio que les encarga y que
simplemente se acojan a quienes generosamente les abran las puertas
de su casa.
El
anuncio que han de realizar nos busca ni se sustenta en apoyos
humanos. Solamente han de ir con la autoridad de la generosidad, de
la disponibilidad y del amor. Y su vida y sus personas han de ser
signos verdaderos del Reino porque van llevando siempre consigo el
mensaje de la paz. Han de ir sanando corazones rotos, alejando con su
presencia el mal que tantas veces se ha hecho presente en la vida de
los hombres. Les dió ‘autoridad
sobre los espíritus inmundos’,
nos dice el evangelista y que ‘ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían
con aceite a muchos enfermos y los curaban’.
La
misión que Jesús confió entonces a los apóstoles que había
escogido y la misión que nos sigue confiando a nosotros hoy. Es la
misión de la Iglesia, que es la misión de cada cristiano. Es el
mismo anuncio y los mismos signos que nosotros hemos de realizar; es
la misma disponibilidad y el mismo amor con que nosotros hemos de ir.
Muchas veces nos preocupamos mucho a la hora de nuestro
apostolado de los medios de los que tendríamos que disponer, y
preparando tanto los medios quizá no nos preparamos nosotros.
Hace
unos días en una reunión con un grupo cristiano que me habían
pedido que les acompañara en su formación me había preocupado
enormemente de preparar todo para la reunión con diversos medios de
proyección de video, ordenador y demás; cuando fuimos a comenzar la
reunión resultó que aquellos medios fallaron, el ordenador no quiso
funcionar, no se pudo hacer la proyección y parecía que aquello
había sido un fracaso. Pero no desistimos, comenzamos nuestra
oración y comenzamos a desarrollar el encuentro sin aquellos medios
especiales, y la reunión resultó de lo más rica, la gente
participó con entusiasmo, hablamos y dialogamos y fuimos
profundizando en el mensaje del tema, de manera que se nos pasó el
tiempo casi sin darnos cuenta. En la pobreza de los medios que nos
fallaron dejamos actuar a Dios y se pudo realizar algo maravilloso.
Quizá
pensamos, por otra parte, que aquellos milagros que realizaban los
apóstoles son cosas excepcionales que nosotros no podemos realizar.
¿Estamos seguros? Nosotros si podemos ir por nuestro mundo curando
los corazones rotos, nosotros sí podemos ir ayudando a que la gente
se libere del mal, arrancando la maldad del corazón. Interpretamos
muchas veces demasiado a la letra las palabras que nos dice el
evangelio y no nos damos cuenta cómo nosotros podemos ir
realizando por el mundo esas mismas acciones de las que nos habla
Jesús y que son signo de la llegada del Reino de Dios.
Primero
nosotros hemos de saber ir llenos de paz y de amor, y cuando llevamos
la paz en el corazón nuestros gestos, por pequeños que sean, se
convierten en signos para los demás con los que anunciamos el Reino,
con los que por nuestras obras estamos hablando de Jesús. Son tantos
los gestos de amor, de cercanía, de amistad, de sintonía con los
demás que podemos ir realizando cada dia.
Dejemos
actuar a Dios a través de nuestros gestos sencillos y pongamos
siempre la disponibilidad del amor en lo que hacemos.
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