El mensaje liberador de Jesús tiene que interpelarnos, hacernos salir de nuestras comodidades, hacernos buscar caminos nuevos por donde salir a llevar la buena noticia de Jesús a todos
Jeremías 1, 4-5. 17-19; Sal 70; 1 Corintios 12, 31 - 13, 13;Lucas 4, 21-30
¿Nos
gustan las sorpresas? Hay a quienes les gustan las sorpresas porque
es una novedad que parece que le da una vitalidad nueva a la vida
como hay también a quienes no; un acontecimiento inesperado, una
noticia que nos dan y que nosotros no esperábamos, el anuncio de
algo que va a suceder de manera inminente y de lo que no nos podemos
librar, un fenómeno natural que pudiera convertirse en una
catástrofe que pudiera hacernos daño, algo que es tan impactante
que hasta pudiera cambiarnos la vida, la manera de pensar, la forma
de hacer las cosa, los derroteros por donde pueda ir la sociedad
cambiandolo todo… según sea la sorpresa nos gustará o no nos
gustará, nos sentiremos como impulsados a una lucha nueva o
sentiremos que todo lo que teníamos previsto se ve trastocado y
hasta nos puede producir incomodidades.
De
ahí que la reacción ante la sorpresa puede ser distinta porque
podemos sentir admiración al principio cuando se nos está
ofreciendo algo nuevo y pensamos que se pueden abrir esperanzas
nuevas en la vida, o cuando nos damos cuenta cómo se han trastocado
todos los planteamientos que teníamos en la costumbre de lo que ya
hacíamos hasta casi como una rutina, nos podremos sentir incómodos
o pueden aparecer brotes de rechazo en nuestro interior que se pueden
manifestar de mil maneras y hasta de forma violenta.
El
que Jesús fuera a la sinagoga de su pueblo Nazaret y se pusiera en
pie para hacer la lectura de la Ley o el Profeta les sorprendía y al
tiempo les llenaba de un orgullo patrio, aunque ya habían llegado
noticias hasta ellos de lo que hacía y enseñaba en otros lugares.
Era uno de ellos y les llenaba de orgullo. Hoy han leído al profeta
Isaías con palabras de profundo sentido mesiánico y el comentario
que Jesús hace a aquel texto cuando todos los ojos estaban puestos
en El les sorprende. ‘Hoy
se cumple esta Escritura que acabáis de escuchar’.
¿Quién
puede atreverse a hacer una afirmación tan categórica? Estaban
acostumbrados a las explicaciones habituales que hacían los maestros
de la ley que por tan repetidas ya hasta les sonaban huecas. Y ahora
Jesús se atribuye autoridad casi de profeta para hacer esta
afirmación tan rotunda. ‘Hoy
se cumple esto que acabáis de oír’.
No
son anuncios de futuro, sino que son palabras que hablan de un hoy,
aquí y ahora. La sorpresa tenía que ser grande. Como se dirá en
otro lugar, ¿dónde ha aprendido estas cosas? Si El no es otro que
el hijo del carpintero; ahí está su familia, ahí están sus
parientes que todos conocemos. La sorpresa y también el desconcierto
va en aumento.
Pero
más sorpresa se va produciendo en ellos cuando van asimilando el
mensaje que Jesús quiere transmitirles. Con las palabras del profeta
les está queriendo hacer ver ese tiempo nuevo y ese mundo nuevo que
por la fuerza del Espíritu El anuncia ahora tiene que comenzar a
realizarse. Es una Buena Nueva la que se anuncia y se anuncia para
los pobres, para los oprimidos, para los que se sienten esclavizados
de alguna manera, para los pecadores.
Llega
el tiempo de la amnistía y del perdón, es el tiempo de la gracia,
el año de gracia, pero ese perdón y gracia es para todos, tiene un
carácter universal. No es solo para ellos que se han considerado
siempre el pueblo elegido de Dios sino que esa gracia será para
todos. Y les recuerda lo sucedido en tiempos de Elías y Eliseo, dos
grandes profetas. La gracia de Dios llegó para una viuda que no era
del pueblo de Israel, era fenicia, era pagana, era de Sarepta de
Sidón, tierras de la gentilidad. De la misma manera la curación del
leproso por parte de Eliseo fue precisamente también en otro gentil,
Naamán, el sirio. Mucho les quería estar diciendo Jesús con estos
dos testimonios.
Si
en una primera sorpresa la presencia de Jesús y la lectura del
profeta con su primer comentario les había producido admiración,
ahora todo se está transformando y será la ira la que aparecerá en
aquellas gentes que quieren incluso despeñarlo por un barranco. Pero
Jesús pasó en medio de ellos sin que pudieran hacerle nada.
Se
suele comentar que este texto de la presencia de Jesús en la
sinagoga de Nazaret, que está inseparablemente unido al que
escuchamos el pasado domingo, es algo así como un texto programático
de lo que iba a ser el actuar de Jesús. Ya decíamos que era también
como una epifanía, una manifestación de Jesús a su pueblo
señalando claramente su misión. Las palabras y el actuar de Jesús
no vienen como a edulcorar nuestros oídos con palabras que sean de
nuestro agrado. La misión salvadora de Jesús es la que es, y así
se ha de manifestar jesus. A lo largo del evangelio contemplaremos
esa sorpresa y admiración que se va produciendo en algunos, pero
veremos también el rechazo de otros que consideran poco menos que
heréticas y blasfemas las palabras y el actuar de Jesús. Este
texto, podemos decir, es también anuncio de pascua, porque es
anuncio de vida y de pasión, de muerte pero también de resurrección
porque es lo que Jesús ha de realizar y de cómo se ha de manifestar
esa salvación que nos trae y que es una salvación universal, para
todos.
También
nosotros hoy tenemos que situarnos con toda sinceridad ante este
texto de la Palabra de Dios. Ese ‘hoy’
que
Jesús anunció no fue solo para otro tiempo, sino que es el aquí y
ahora de la salvación para nosotros y para este mundo de hoy.
Tenemos que sentirnos hoy directamente interpelados por estas
palabras de Jesús. Esa buena nueva que se nos anuncia, esa
liberacion y salvación que Jesús nos trae nos pide una respuesta. Una
respuesta en un sí con toda nuestra vida a ese ofrecimiento salvador
que nos hace el Señor, pero que también ha de convertirnos a
nosotros en signos de esa salvación para todos.
El
evangelio de Jesús es una novedad que llega a nuestra vida para
ponernos en camino, para hacernos salir de nuestras rutinas y
comodidades, para arrancarnos de un estilo de religión cómoda y
donde nos quedamos siempre en lo mismo, en unos ritos que realizamos,
en unos cumplimientos rutinarios, o en unos méritos que vamos
conquistando con algunas cosillas que vamos ofreciendo. Ese mensaje
liberador de Jesús tiene que interpelarnos, hacernos salir de
nuestras comodidades, buscar caminos nuevos por donde salir a llevar
esa buena noticia de Jesús a todos.
Esa
Buena Nueva de Jesús no nos puede dejar con los brazos cruzados sino
que nos hace arremangarnos para ponernos en camino de anuncio de
Evangelio para todos. Es lo que hoy nos pide la Iglesia en nombre de
Jesús. Dejémonos sorprender por su Palabra.
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