No nos quedemos sentados esperando que nos llamen sino seamos capaces de tomar la iniciativa de ofrecer nuestras cualidades y valores al servicio del bien común
Hebreos 12,4-7.11-15; Sal 102; Marcos 6,1-6
El
texto que nos ofrece hoy el evangelio es paralelo al que hemos
escuchado en los pasados domingos de san Lucas narrándonos la
presencia de Jesús en la sinagoga de Nazaret; el texto de san Lucas
referido es más amplio en cuanto nos presenta también el texto del
profeta proclamado en aquella ocasión y que da pie al comentario de
Jesús y la reacción de la gente de su pueblo.
Como
ya hemos comentado causa asombro y sorpresa el que Jesús se
levantara a hacer la lectura y su comentario. Un primer entusiasmo
lleno de orgullo porque es un hijo del pueblo donde aún conviven sus
parientes más cercanos. pero un asombro que se transforma en cierta
desconfianza, porque todos lo conocen, allí se ha criado y ¿donde
ha aprendido todo esto? El es simplemente el hijo del carpintero,
allí están sus parientes más cercanos y ninguno ha destacado.
Es
una reacción normal en un pueblo pequeño donde todos se conocen;
son las desconfianzas que también ponemos en nuestros pueblos cuando
alguien comienza a destacar de alguna manera, porque pronto nos damos
por enterados que todo lo sabemos de aquel personaje y con qué
facilidad sacamos sus historias personales o familiares, Es el hijo
de… es de aquella familia… sus parientes nada han destacado…
cuantos comentarios que nos surgen con toda facilidad y terminamos
porque ya no nos creemos a pie juntillas todo lo que nos dice o trata
de enseñarnos, porque ¿qué me va a enseñar a mí? ¿dónde ha
aprendido todo eso?
Algo
así iba a suceder con Jesús en su pueblo de Nazaret. Y nos dice el
evangelista que allí no hizo ningún milagro, cuando era lo que en
el fondo estaban deseando aquellos aldeanos. ‘Ningún
profeta es bien mirado en su tierra’,
les
recordará Jesús aquel dicho tan popular y que allí estaba
sucediendo. Pero, sin ningún tipo de prejuicio Jesús se levantó
para hacer la lectura de profeta y hacer su comentario. No presentaba
ningún título ni ninguna carrera, que diríamos hoy día,
pero con autoridad se presentó Jesús a la proclamación del Reino
de Dios. En alguna otra ocasión lo reconocería la gente, no era un
maestro de la ley, pero nadie hablaba como El.
Pero
no nos quedemos dando vueltas en lo allí sucedido en aquella mañana
en Nazaret sino tomemos nosotros ejemplo. Y no es solo que revisemos
actitudes y posturas que nos podamos nosotros tener ante lo que hacen
los demás, que nos viene bien revisarlas, sino que es algo más que
podemos aprender y que necesitamos nosotros también realizar.
Como
era su costumbre los sábados fue a la sinagoga y se puso en pié, se
ofreció podríamos decir, para hacer la lectura. Ofrecernos para
hacer… cuántas veces nos cuesta tomar la iniciativa, dar el paso
al frente sin que quizá nadie nos lo haya pedido. Y hay cosas que se
quedan sin hacer porque faltan voluntarios; y hay servicios que
podríamos prestar sin pedir nada a cambio y haríamos que los
engranajes de la vida funcionaran mejor; y necesitamos esa mirada de
ojos abiertos para ver donde hay una necesidad, donde hay un servicio
que prestar, dónde está el momento oportuno en que digamos esa
palabra buena que podría quizá ayudar a tantos, donde está ese
lugar o esa persona donde podamos poner nuestra mano, ofrecer nuestra
mano y ese alguien se podría levantar y comenzar a caminar.
Muchas
veces nos acobardamos y nos ponemos tras las hojas de la higuera para
simplemente ver pasar las cosas o quizá después ir haciendo
nuestros comentarios y nuestras críticas; cuantas veces nos ponemos
a la distancia para ver cómo otros hacen pero nosotros no movemos un
dedo; cuántas veces nos quedamos sentados esperando que nos llamen y
como nadie nos llama nada hacemos, pero quizá nos quejamos de que
nadie hace nada; cuántas veces pensamos en nuestro interior que
podríamos hacer esto y lo otro, pero no damos el paso, nos quedamos
en sueños bonitos, pero no llegamos a poner nuestro granito de
arena.
Creo
que esto podría ser una buena reflexión que nos hagamos, pero para
no quedarnos simplemente en sueños y pensamientos, sino para que nos
decidamos a emprender la tarea, a tener la iniciativa, a poner
nuestras cualidades y valores al servicio de lo demás, al servicio
de la comunidad. Ojalá despertemos de nuestros sueños y de nuestra
inoperancia. Puede ser una invitación que nos está haciendo el
Señor.
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