A María del Pilar invocamos, con ella caminamos, de su amor aprendemos, con su disponibilidad envolvemos nuestro corazón, con la fortaleza de su fe proclamamos el Evangelio
1Crónicas 15,3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal
26; Lucas
11,27-28
Hoy es un día de bendiciones. Un día para sentirse bendecido y para
bendecir. Hoy es una fiesta de María, la Madre del Señor. Hoy es el día de la
Virgen del Pilar.
Con María bendecimos a Dios. ‘Proclama mi alma la grandeza del
Señor’, cantaba María, bendiciendo a Dios que se había fijado en la
pequeñez de quien se consideraba su sierva y la había hecho su Madre. Reconoce
María las maravillas del Señor que realiza obras grandes y se vale de los
humildes y los pequeños a los que de manera especial quiere manifestarse. Todo
en María es un canto de alabanza al Señor; ella que plantó la Palabra de Dios
en su corazón, la que sentía pequeña como la humilde esclava pero que siempre
dejaba actuar a Dios en su vida, ‘hágase en mí según tu palabra’
cumpliendo así en todo la Palabra de Dios.
María que se siente bendecida por el Señor. Reconoce las maravillas
que el Señor en ella realiza y siente así la bendición de Dios. Por eso
replicará Jesús a aquella alabanza de la mujer anónima del Evangelio que
prorrumpe en alabanzas a la Madre de Jesús, que más dichosos son los que
escuchan la Palabra de Dios y la ponen práctica. Es una alabanza y una
bendición para María, la que mejor plantó en su corazón la Palabra de Dios.
No es extraño que María incluso en su humildad reconozca que va a ser
bendecida y alabada por todas las generaciones. Es lo que seguimos nosotros
haciendo. Cada fiesta de María es esa bendición para María, esa alabanza del
pueblo cristiano que sabe reconocer a la figura de la Madre, la figura de María
que es la Madre de Dios pero a quien nosotros sentimos como Madre. Por eso de
mil maneras nosotros queremos cantar también las alabanzas a Maria uniéndonos a
todas las generaciones, a todos los pueblos que a lo largo de los tiempos han
querido cantar a María. Saldrán las mejores palabras y canciones de nuestros
labios, pero quiere salir lo mejor de nosotros mismos, el amor de nuestro
corazón para que nuestra vida se convierta también en una alabanza a María.
Claro que la mejor alabanza no son las palabras ni las canciones, sino
la mejor alabanza es nuestra vida misma que se viste de María, de ella queremos
copiar su amor, de ella queremos copiar todas sus virtudes, de ella queremos
aprender a plantar también en nosotros la Palabra del Señor. Nuestra vida
vestida de María, nuestra vida imitando a Maria es la alabanza que queremos
cantar.
Nos sentimos bendecidos en María, en su presencia de Madre que siempre
junto a nosotros ha estado y quiere estar. Esta fiesta que hoy celebramos, la
fiesta del Pilar, eso nos está recordando. En piadosa tradición se nos está
hablando cómo Maria quiso estar junto a nosotros desde los albores de la
cristiandad. La tradición nos habla de la presencia de María que se manifiesta
al apóstol que predica el evangelio en nuestra tierra. Y en el duro trabajo del
evangelio María viene a ser fortaleza, un signo de ello es el Pilar que da
título a esta advocación de María, porque ella va a ser a lo largo de los
tiempos ese pilar de fortaleza en la fe.
Eso quiere significar ese Pilar sobre el que asienta sus pies la imagen
de María. En ella queremos apoyarnos, porque ella del Señor nos alcanza la
gracia que necesitamos, para mantenernos firmes en nuestra fe a pesar de los
duros embates por los que podamos pasar. No es fácil seguir dando testimonio
del Evangelio, pero apoyándonos en María podremos lograrlo.
A ella invocamos, con ella caminamos, de su amor aprendemos, con su
disponibilidad y generosidad envolvemos nuestro corazón, con la fortaleza del
pilar de su fe queremos dar testimonio de nuestra fe y de lo que son los valores
del Evangelio. Es un día de muchas bendiciones.