Aprendamos
a discernir para descubrir y valorar a tantos a nuestro lado capaces de
manifestar también con sus obras las maravillas de Dios
Hechos de los apóstoles 11, 21b-26; 13, 1-3;
Sal 97; Mateo 5, 33-37
Algunas veces tenemos la tendencia de hacer las cosas solos y no
sabemos confiar en nadie; nos parece quizás que nosotros sabemos hacer bien las
cosas y que las hacemos mejor y lo tremendo es que no sabemos descubrir los
valores de los demás y darles la oportunidad de que ellos desarrollen cuanto
valen. Es una buena sabiduría y un signo también de nuestra madurez humana el
ser capaces de fijarnos en los otros para saber descubrir cuánto bueno tienen
en sí mismos y cuánto podrían desarrollar desde una responsabilidad que le
confiemos y no pensar que solo por nosotros mismos seremos capaces de hacerlo
todo.
Es la tarea educadora de unos padres que saben descubrir los distintos
valores que tienen los hijos y que no son solo lo que nosotros queremos que
sean, sino lo que ellos por sí mismo tienen y pueden desarrollar; es la tarea
de todo educador y de todo aquel que se considere de alguna manera dirigente de
la sociedad; saber discernir, saber descubrir, saber valorar, saber dejar hacer
confiando en el otro, saber dejar que cada uno aporte su granito de arena en
esa sociedad en la que vivimos.
Alguien al hilo de esta reflexión se podría estar preguntando a qué
viene todo esto. Me vais a permitir que lo diga ya así claramente de entrada,
es lo que vemos que supo hacer san Bernabé a quien estamos celebrando en este
día. Pudiera parecer que hacemos un aparte en la continuidad del texto evangélico
que se nos va proclamando en estos días, pero no nos alejamos del espíritu del
evangelio cuando contemplamos la obra de san
Bernabé.
El texto escogido en la liturgia de este día nos lo presenta enviado
por la comunidad de Jerusalén cuando tienen conocimiento de cómo va creciendo
la nueva comunidad de Antioquia. Los Apóstoles atentos a la proclamación del
evangelio que les ha confiado Jesús, quieren tener un conocimiento directo de
las noticias tan esperanzadoras que llegan de Antioquía y envían a alguien de
confianza, Bernabé. El ‘consolado’, lo ha venido a definir previamente el texto
de los Hechos, y ya se nos habló de su generosidad para desprenderse de sus
bienes a la hora de la conversión y poner todo a los pies de los apóstoles para
que se cubrieran las necesidades de aquella Iglesia naciente. Ya vamos viendo
una cualidad valiosa de este que sin ser del grupo de los doce, sin embargo es
considerado también como un apóstol.
Es en Antioquía desde donde va a resplandecer aun más su figura. Es ‘un
hombre lleno del espíritu Santo y de fe’ y sabrá discernir cuánto sucede en
aquella comunidad animándolos a todos en su fe. Allí es necesario alguien más y
marcha a Tarso a buscar a Saulo para incorporarlo a la predicación y enseñanza
en aquella comunidad, dando incluso la cara por Pablo, cuando aún algunos
tenían cierta desconfianza en él.
Pero sabrán dejarse conducir por el Espíritu Santo que estando la
comunidad en oración sienten como son escogidos para ser enviados a una misión
evangelizadora que sería principio de grandes viajes apostólicos. Bernabé se
lleva consigo a Saulo - a partir de Chipre ya comenzará a llamársele Pablo -, y
también a Juan Tomás, aunque posteriormente él les abandone en su camino para
volverse a la comunidad de origen. Será un primer viaje recorriendo gran parte
del Asia Menor, donde irá dejando la iniciativa a Pablo, sabiendo hacer ese
discernimiento para encontrar al gran apóstol de los gentiles como se le llamará.
A su regreso serán otros los viajes y las tareas que se le encomendarán
y subirán a Jerusalén para en aquel primer concilio de los Apóstoles tener
también su palabra desde la experiencia
vivida para que el evangelio se abra también a los gentiles sin necesidad de
imponerles la ley y las costumbres judías. Será la apertura a nuevos rumbos y a
nuevos horizontes de la predicación del evangelio y en lo que tuvo buena parte
este apóstol lleno también del Espíritu para discernir lo que era la obra de
Dios.
Un estímulo hermoso para nuestra vida, y para la vida de nuestras
comunidades cristianas. Ojalá sepamos tener ese espíritu de discernimiento para
descubrir la obra de Dios en lo que hacemos, pero también en lo que hacen
tantos a nuestro lado que quizá no siempre tenemos en consideración.
Desgraciadamente muchas veces andamos con nuestros celos llenos de
desconfianzas y desaprovechamos la obra de Dios que se está manifestando en el
buen hacer de quien está a nuestro lado y que quizá no le prestamos atención.
Nos quejamos en ocasiones de que nuestras comunidades cristianas están
muertas, que no surgen nuevas personas inquietas y con deseos de trabajar, pero
quizás los que ya estamos en esas tareas no hemos sabido discernir, estamos
llenos de desconfianzas hacia los otros, y no descubrimos cuántos apóstoles
pueden estar escondidos a nuestro lado, como verdaderos diamantes en bruto, en
personas a las que solamente tendríamos que hacerles una invitación, tener un
gesto de cercanía y confianza y ya serían capaces de hacer también las
maravillas de Dios en nuestro mundo que tanto lo necesita.