María,
Madre de la Iglesia, el mejor molde en el que podríamos verternos nosotros para
mejor parecernos a Jesús
Génesis 3, 9-15. 20; Sal 86; Juan 19, 25-34
Ayer veníamos
a concluir el tiempo pascual cuando celebrábamos la fiesta de Pentecostés.
Precisamente el libro de los Hechos nos habla de cómo los apóstoles se habían
reunido en el Cenáculo en la espera del cumplimiento de la promesa de Jesús. Les
había dicho que no salieran de Jerusalén hasta que no recibieran el don del Espíritu
Santo y allí habían permanecido el grupo de los Once que pronto se completó
agregando a Matías para formar el grupo apostólico, pero estaban reunidos con
María, la madre de Jesús y algunas mujeres.
Es importante
que aparezca ya en la Iglesia naciente la figura de María. Durante la vida pública
de Jesús esporádicamente aparece la figura de María en una ocasión que le dicen
a Jesús que allí están su madre y sus hermanos, y ya sabemos la respuesta de
Jesús, o cuando se menciona como hijo de María y de José el carpintero en la
Sinagoga de Nazaret.
Volverá a
aparecer María junto a la cruz de su Hijo en el Calvario; aunque la devoción
nos ha situado a Maria en la calle de la Amargura, en el camino del Calvario,
el momento cierto es lo que nos narra el evangelio de san Juan y hemos escuchado
hoy en el evangelio. Allí Jesús nos la da como madre, en la persona del discípulo
amado que también está al pie de la cruz junto con algunas mujeres. ‘Mujer,
ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre’, que les dice primero a María
y luego al discípulo amado. En él, podríamos decir, estábamos prefigurados
todos, estaba prefigurada la Iglesia, a la que da como madre a María.
Es lo que
desde unos años a esta parte, instituida esta fiesta por el Papa Francisco,
estamos celebrando hoy, María, Madre de la Iglesia. Fue ya título y advocación
que nos dejé como herencia el Concilio Vaticano II, con hermosos comentarios
entonces del Beato Pablo VI, y ya algunas congregaciones religiosas con fuerte
carisma mariano venían celebrando en este día, como las Hijas de María, Madre
de la Iglesia.
Hermoso como
la Iglesia se siente hija de María. Allí en la iglesia naciente, tanto al pie
de la cruz como madre corredentora como así la llamamos también en nuestra
devoción, como luego en el nacimiento de la comunidad eclesial en el Cenáculo
con la venida del Espíritu Santo. María, madre intercesora como la ha sentido
siempre la Iglesia y la sentimos todos los cristianos, por eso la figura y la
imagen de María acompañará el caminar de la Iglesia a lo largo de los siglos.
Es hermoso el
comentario que hizo el Papa Francisco en la celebración del primer año en la
capilla de santa Marta después de haber sido instituida esta fiesta que no me
resisto a transcribirlo. “La Iglesia es femenina, porque es ‘iglesia, ‘esposa’: es
femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y los Padres van más allá y
dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre’. Y en esta actitud que
viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta actitud podemos comprender
esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando falta, hace que la Iglesia
pierda su verdadera identidad y se convierta en una asociación de beneficencia
o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero no en la Iglesia”.
Al retomar litúrgicamente el tiempo ordinario, después de
haber celebrado ayer Pentecostés, volvemos nuestra mirada a María, y la
queremos contemplar como Madre de la Iglesia. Madre siempre a nuestro lado su
figura femenina y maternal tanto nos ayuda al asumir nuestra identidad
cristiana, porque ella es el mejor molde en el que nos podemos verter nosotros
para parecernos más a Jesús, porque en ella fue engendrado por obra del Espíritu
Santo el Hijo de Dios para hacerse hombre, y toda su humanidad fue origen, podríamos
decirlo así, de la Humanidad del Hijo de Dios que por nosotros quiso encarnarse
para ser nuestra salvación.
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