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sábado, 7 de enero de 2017

Vayamos al Evangelio, vayamos a Jesús, sintamos su presencia salvadora, dejémonos iluminar por su luz, nunca nos sentiremos en oscuridad

Vayamos al Evangelio, vayamos a Jesús, sintamos su presencia salvadora, dejémonos iluminar por su luz, nunca nos sentiremos en oscuridad

1Juan 3,22–4,6; Sal 2; Mateo 4,12-17.23-25
A nadie le gusta la oscuridad; se nos hace difícil el caminar, los tropiezos y las dificultades de la vida nos parecen de mayor amplitud, el camino se hace más costoso y los peligros se nos hacen mayores. Que alegría se siente si vamos por un camino oscuro sin encontrar algo que nos oriente el que en algún punto aparezca una luz; es el faro que en la noche en las tinieblas del mar orienta a los navegantes alertándole de los peligros de la costa y orientándoles hacia donde encontrar refugio seguro en medio de la tormenta.
Hoy nos dice el evangelista, recordando lo que ya habían anunciado los profetas, que ‘el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande, a los que habitaban en tierras de sombras de muerte una luz les brilló’. Está haciendo referencia el evangelista a aquel momento en que Jesús comenzó a predicar por las tierras de Galilea. ‘Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neptalí… Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo’.
Fue el impacto que produjo la presencia de Jesús con su predicación y sus obras. Era el faro de luz que abría los corazones a la esperanza. Era la vida nueva que comenzaba porque comenzaba a hacerse presente el Reino de Dios. Es todo lo que significa Jesús y su salvación para todos los hombres. Si ayer en la epifanía contemplábamos la estrella que brillaba en lo alto iluminando el camino de aquellos Magos de Oriente que llegaron hasta Jesús en Belén, hoy vemos brillar esa luz de Cristo en medio del pueblo de Israel.
Es lo que tenemos que sentir nosotros desde nuestra fe en Jesús.  No nos podemos sentir nunca en la oscuridad y en la desesperanza. Duros, oscuros, con mil dificultades pueden ser los caminos de la vida pero siempre nosotros tenemos la luz de la fe, tenemos a Jesús con nosotros. Tenemos que escuchar hondamente el evangelio de Jesús en nuestro corazón y sentir su presencia salvadora.
Proclamaba Jesús el Evangelio del Reino y curaba todas las enfermedades y dolencias. Hemos dejado meter muchas dolencias en nuestro corazón y en nuestra vida, en ocasiones nos llenamos de oscuridad, de tristeza, de cansancios y desánimos porque nos puede parecer que nos sentimos solos o desorientados. Vayamos al Evangelio, vayamos a Jesús, sintamos su presencia salvadora, dejémonos iluminar por su luz. Nunca nos sentiremos en oscuridad si estamos con Jesús. 

viernes, 6 de enero de 2017

La estrella que guió a los Magos hasta Belén nos ayuda también a nosotros a tener un nuevo y verdadero encuentro con Jesús en los hermanos que sufren a nuestro lado

La estrella que guió a los Magos hasta Belén nos ayuda también a nosotros a tener un nuevo y verdadero encuentro con Jesús en los hermanos que sufren a nuestro lado

Isaías 60, 1-6; Sal 71;  Efesios 3, 2-3a. 5-6; Mateo 2, 1-12
Hoy es un día que suena a mucha ilusión y nuestros hogares se llenan de alegría en el compartir de regalos, como decimos en nuestras costumbres y en nuestra cultura, que nos traen los reyes. Pareciera que es solo la ilusión de los niños que esperan los regalos y tras de eso quizá nos parapetamos nosotros que no queremos reconocer que también nos llenamos de esas ilusiones que nos pueden parecer infantiles, pero que realmente también llevamos en el corazón.
Sin perder esa ilusión tan bonita que también necesitamos en la vida creo que no podemos empañar el sentido profundo y precioso que tiene esta fiesta de la Epifanía del Señor, tan importante que para la Iglesia oriental este día es algo así como la verdadera navidad.
Algunos podrán objetar que son ilusiones infantiles las que marcan el sentido de esta fiesta, otros quizá puedan poner en duda la historicidad de los hechos que nos narra el evangelio de Mateo, algunos querrán darnos complicadas explicaciones de que si son reyes o  no son o de lo que pueda significar esa palabra ‘magos de oriente’ de la que nos habla el evangelio.
Pero creo que no es necesario quedarnos en explicaciones para esas dudas ni en la confusión que hayamos podido tener en la interpretación del evangelio que nos habla de magos – algo así como astrólogos o quienes estudian el curso de las estrellas en el firmamento – pero que como en los salmos o los profetas se nos habla de los reyes que vienen a traer ofrendas al templo del Señor de ahí la mezcla de palabras que hemos hecho llamándolos los Reyes Magos.
Creo que hay una hermosa enseñanza que puede ser algo así como un itinerario que hagamos en el camino de nuestra fe y de nuestro encuentro con el Señor. Eso es lo importante. Una luz, una estrella que aparece en lo alto y que puede tener un hermoso significado en nuestra vida si sabemos interpretarla como lo hicieron aquellos magos.
Todos buscamos esa luz para nuestra existencia, miramos a lo alto que es decir algo así como que estamos buscando algo que nos supera, porque solo a ras de tierra quizá no sabemos encontrar. Hay preguntas, hay interrogantes, hay búsquedas en nuestra vida, porque algunas cosas nos parecen misteriosas y no sabemos encontrarle una significación. Pero habrá luces que como signos se levanten delante de nosotros y nos estarán invitando a ir más allá, a ponernos en camino, como hicieron aquellos magos.
No es fácil siempre seguir esos nuevos caminos que se abren ante nosotros en la vida; la luz, o los signos algunas veces puede parecernos que desaparecen y nos encontramos desorientados. Vamos quizá por un camino que creíamos que era allí donde encontraríamos respuestas, pero las cosas se nos pueden volver en contra de nosotros. Ahí está o debe estar nuestra perseverancia, nuestra constancia, el saber buscar también quien nos ayude a encontrarle el verdadero significado o sentido.
Los magos salieron de su propia tierra y se pusieron en camino, llegaron hasta Jerusalén porque allí estaba el rey y pensaban que en ese palacio podrían encontrar al recién nacido que iba a ser el verdadero rey. Ya sabemos la desconfianza que se origino en Jerusalén y en Herodes. Acudirán a los entendidos en la interpretación de las Escrituras y solo sabrán decir que será en Belén donde van a encontrarlo. Con recomendaciones no demasiado sinceras volvieron a ponerse en camino hasta que de nuevo la luz apareció hasta llegar a aquel humilde hogar donde encontrarían al niño con su madre. Allí será la ofrenda.
Como decíamos en nuestra búsqueda y en las desorientaciones en que nos vamos encontrando en el camino de la vida hay, sí, un lugar donde tendríamos que saber acudir y que son las Escrituras santas que a nosotros nos trasmiten la Palabra del Señor. Es el Vademécum que tendríamos que saber llevar con nosotros siempre porque será la Palabra del Señor la que nos va a hacer encontrar la verdadera luz que nos ilumina y nos trae la Salvación.
Nos queremos poner en camino como los Magos de Oriente porque queremos encontrarnos con el Señor. Pero vayamos atentos por ese camino porque tenemos que saber buscar y encontrar al Señor a pesar de las dificultades y contratiempos; vayamos atentos porque vamos a encontrar un nuevo rostro del Señor en esos hombres y mujeres con los que nos vayamos encontrando y fijémonos que si no nos encontramos con los demás en ese camino no nos vamos a encontrar de verdad con el Señor; estemos atentos porque esos que caminan a nuestro lado pueden ser, van a ser estrellas, luces que nos señalen el camino.
Sepamos leer las señales, descubrir los signos, descubrir al Señor en los que caminan con nosotros en este camino de la vida en medio de muchas dificultades y carencias. Es la manera nueva que nos enseña el Señor para que le encontremos a El, en el hermano que sufre, en el llanto de un niño, en el dolor de una madre que no tiene para dar de comer a su familia, en los que no tienen un techo donde cobijarse y los encontraremos quizá tirados en la acera o refugiados en la casa abandonada e inhabitable, en el refugiado que viene huyendo de las miserias de su país, o en aquel que nadie quiere y todos desprecian, en esos publicanos y pecadores quizá de nuestros tiempos por todos arrinconados, o en ese que toca a nuestra puerta pidiéndonos una limosna por amor de Dios.
Es el camino que siguieron aquellos magos para llegar hasta Jesús y hacerle sus ofrendas; es el camino que hemos de hacer haciéndole la ofrenda de nuestro amor en la atención que prestemos a los necesitados que encontramos en el camino de la vida.
La luz de lo alto nos señala el camino, ahora nosotros tenemos que ponernos de verdad en camino para llegar hasta Belén, para llegar hasta Jesús. 

jueves, 5 de enero de 2017

Tenemos que aprender a descorrer los velos de nuestros prejuicios, de nuestras particulares apreciaciones para ir con sinceridad al encuentro con los demás

Tenemos que aprender a descorrer los velos de nuestros prejuicios, de nuestras particulares apreciaciones para ir con sinceridad al encuentro con los demás

1Juan 3,11-21; Sal 99; Juan 1, 43-51
Creo que todos podemos reconocer que los prejuicios nos anulan, porque no nos dejan ver la realidad y casi me atrevo decir que el prejuicio que nosotros podamos tener de alguien podría definirnos lo que son nuestras carencias humana y de alguna forma pueden hasta motivas sentimientos de envidia hacia los otros y muchas mas cosas dañinas para nuestras mutuas relaciones. Y digo esto ultimo por aquello de que vemos las cosas según el color del cristal con que miramos y ese cristal lleno de prejuicios es algo que ya llevamos como gravado en nuestra mente o nuestros sentimientos.
Actuamos demasiado en la vida llevados de los prejuicios; nos llegamos a imaginar lo que el otro pueda pensar o las motivaciones que nos parece a nosotros que pueda tener; nos dejamos influir por los sentimientos de los otros o las cosas que nos hayan podido decir; nos hacemos un tanto racistas y discriminatorios, porque si son de un determinado lugar, de una determinada familia, de ciertos grupos sociales o provienen de otros lugares, ya los marcamos con nuestros prejuicios y no aceptamos, no seremos capaces de valorar lo bueno que hay en toda persona, no apreciamos sus capacidades o despreciamos su cultura, su idiosincrasia o su manera de ser. Y estoy quizá resaltando algunos aspectos y sus consecuencias.
Me hago esta reflexión en estos aspectos humanos de nuestras relaciones porque son cosas, actitudes que tenemos que revisar en la vida y me surge de las reacciones que vemos en algunos en el evangelio de hoy cuando les anuncian a Jesús. Claro que nos podría dar para pensar o reflexionar en esas prevenciones que también muchas veces nos aparecen en la vida ante el hecho religioso o que podemos contemplar en los demás.
Los evangelios que venimos escuchando en estos días en que se prolonga el tiempo de navidad están tomados del principio del evangelio de Juan y nos están presentando esos primeros momentos de los primeros discípulos de Jesús. En lo escuchado hoy primero es Jesús el que llama a Felipe y pronto éste entusiasmado con Jesús corre al encuentro de su amigo Natanael para anunciarle que aquel de quien hablan los profetas y las Escrituras lo han encontrado. Y señala, es Jesús, el de Nazaret. Es cuando surge el prejuicio de Natanael, que era de Caná de Galilea, un pueblo cercano a Nazaret y por la rivalidad de los pueblos vecinos y los prejuicios que se van creando responderá que si de Nazaret puede salir algo bueno.
‘Ven y lo verás’, fue la sabia respuesta de Felipe. El había tenido la experiencia del encuentro con Jesús y lo que quería ahora era que Natanael también la tuviera. Ya conocemos el texto del evangelio que muchas veces habremos meditado y el diálogo que entabla entre Jesús y Natanael. Al final terminará haciendo una hermosa confesión de fe en Jesús. ‘Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. Se le descorrieron todos los velos en su encuentro con Jesús y comenzó ya a ser su discípulo.
¿Cómo descorreremos nosotros esos velos de nuestros prejuicios, de nuestras particulares apreciaciones, de nuestras discriminaciones o nuestras reticencias? Hemos de querer por supuesto quitarlas, reconocer que tenemos esas formas negativas de ver las cosas, esas prevenciones llenas de desconfianza que tenemos ante lo que nos pueda parecer desconocido, esos cristales de nuestros ojos manchados o llenos de colores que nos deforman las cosas. Hemos de dejarnos encontrar por los demás, tenemos que saber llevar sinceridad y autenticidad en nuestro corazón cuando vamos al encuentro del otro.
Muchas cosas tendremos que transformar en el corazón. Dejemos que Jesús llegue a nuestra vida y nos ilumine con su luz, una luz que nos transforma, una luz que nos hará tener una mirada distinta, una luz que limpiará nuestro corazón para dar cabida en él a los demás. 

miércoles, 4 de enero de 2017

Escrutemos las señales que Dios va poniendo en nuestros caminos para crecer y madurar nuestra fe y el compromiso de nuestra vida cristiana

Escrutemos las señales que Dios va poniendo en nuestros caminos para crecer y madurar nuestra fe y el compromiso de nuestra vida cristiana

1Juan 3, 7-10; Sal 97; Juan 1,35-42
Cada uno ha de realizar su propio esfuerzo, es cierto, y tenemos que alabar a quien busca desarrollar sus cualidades y valores, cree en sí mismo en ese crecimiento y madurez de su vida y trata de buscar salidas y caminos o se traza metas por las que luchar y que le den fuerza y animo en sus deseos de superación.
Es cierto que las cosas las tenemos que conseguir por nosotros mismos y que no tenemos que esperar que nos las den hechas, pues de alguna manera indicaría un infantilismo por nuestra parte. No  nos podemos quedar estancados en lo que vayamos consiguiendo sino que en nuestro espíritu de superación hemos de buscar continuamente como superarnos, cómo seguir encontrando esas metas, esos ideales altos que nos ayuden a seguir levantando vuelo en la vida.
Pero también hemos de reconocer que hemos de saber buscar ayuda, no para que nos hagan las cosas sino para abrirnos horizontes, para encontrar esa palabra que quizá nos ayude a corregir un rumbo equivocado, que quizá nos puedan hacer ver las cosas de otra manera. Siempre habrá alguien a nuestro lado que nos pueda ofrecer esa ayuda, ese consejo, esa palabra orientadora si nosotros sabemos escucharla y aceptarla.
En nuestro deseo de caminar por nosotros mismos no nos podemos sentir autosuficientes ni llenarnos de orgullo, sino que también hemos de saber tener la humildad de reconocer que alguien nos pueda ofrecer una luz para nuestro camino. Son actitudes muy positivas que necesitamos en la vida.
Hoy en el evangelio nos encontramos con quienes se dejaron ayudar, escucharon la palabra oportuna y aunque querían seguir buscando porque querían saber más también se dejaron ayudar. Son aquellos dos discípulos de Juan bautista, uno sabemos que era Andrés, del otro deducimos que es quien nos lo cuenta en el evangelio el propio Juan hijo del Zebedeo, que escucharon a Juan que señalaba a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y se fueron tras Jesús porque querían saber más, porque querían conocerle.
‘¿Qué buscáis? ¿dónde vives? Venid y lo  veréis’, fue todo el diálogo, pero se fueron con Jesús. Primero se dejaron guiar por Juan y escucharon su Palabra. Dejarnos guiar, escuchar la palabra oportuna que nos abre horizontes. Ellos buscaban, sentían inquietud en su corazón, deseaban algo nuevo y por eso se habían ido a la orilla del Jordán en el desierto donde Juan estaba predicando. Eran sus discípulos; en principio podíamos decir que se sentían entusiasmados por Juan, pero cuando Juan les señala a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, se les abrieron otros horizontes.
Allí podían encontrarse con el Mesías esperando y se fueron tras El porque querían conocerlo, querían saber de El. ‘Maestro, ¿Dónde vives?’ pero no se quedaron ahí, se fueron con Jesús, estuvieron con El, le pudieron conocer. Al día siguiente – aunque esto pueda ser una manera de hablar porque puede indicar un tiempo que estuvieron conviviendo con Jesús - ya Andrés podía ir a anunciarle  a su hermano Simón que habían encontrado al Mesías. Se dejaron guiar y se dejaron convencer; una vida nueva se abría ante ellos.
Es lo que necesitamos en muchos aspectos de la vida. Es lo que necesitamos en el camino de nuestra fe. Nos creemos seguros tantas veces por nosotros mismos; es cierto que tenemos que vivir experiencias personales, como lo vivieron Juan y Andrés primero con el Bautista y luego con Jesús mismo, pero tenemos que dejarnos iluminar; y el Seños nos ilumina de muchas maneras, porque pueda haber una palabra o un gesto de alguien que nos abra horizontes, puede haber un acontecimiento que nos impacte y nos haga ver las cosas de otra manera, puede haber una experiencia interior muy fuerte que nos llene de luz por dentro y ya nuestra vida sea distinta. Dios nos habla y de muchas maneras. Escrutemos todas esas señales y podremos en verdad vivir la verdadera fe.



martes, 3 de enero de 2017

El nombre de Jesús que nos salva, nos santifica, nos llena de gracia, nos inunda de amor y de paz, que hemos de tener siempre en nuestros labios y nuestro corazón

El nombre de Jesús que nos salva, nos santifica, nos llena de gracia, nos inunda de amor y de paz, que hemos de tener siempre en nuestros labios y nuestro corazón

1Juan 2,29; 3,1-6; Sal 97; Juan 1,29-34
‘Has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús…’, le decía el ángel a María. ‘No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados’. Son las palabras del ángel a José disipando sus dudas.
‘Le pondrás por nombre Jesús’ es el mandato del ángel en ambos casos. ‘Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al Niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción’. Le pusieron por nombre Jesús.
Aunque no es una fiesta especial en la liturgia sin embargo nos permite recordar en este día el santo nombre de Jesús. Y aunque muchas veces lo hayamos repetido en estos días de la Navidad, que todo ha estado centrado en Jesús, es bueno que un poco nos detengamos ante este maravilloso nombre. Jesús, Dios nos salva, viene a ser su significado. Como le decía el ángel a José, ‘le pondrás por nombre Jesús porque El salvará a su pueblo de sus pecados’. Es nuestra Salvación, nuestro Salvador. La muestra hermosa de que Dios nos quiere, de que Dios nos ama y en Jesús nos ofrece su salvación. Es en el nombre de Jesús donde encontraremos vida y nos llenaremos de su salvación.
El nombre de Jesús que tenemos que invocar con fe, porque en El encontramos fuerza y encontramos vida, encontramos sentido de lo que hacemos y sentiremos su gracia. ‘En tu nombre echaré las redes’ decía Pedro ante la petición de Jesús y su trabajo encontró sentido y obtuvo sus frutos. En el nombre de Jesús iniciamos toda obra buena, en el nombre de Jesús queremos comenzar nuestro día invocándole que es también bendecidle, bendecir a Dios.
Bendito sea el nombre del Señor, bendito sea el nombre de Jesús porque en El encontramos nuestra santificación. ‘Santificado sea tu nombre’, decimos cada vez que rezamos el padrenuestro bendiciendo a Dios, bendiciendo el nombre de Jesús. En el nombre de Jesús nos santificamos porque en El encontramos la fuerza de su presencia para emprender toda obra buena, para alejarnos de lo malo, para vencer la tentación, para prevenirnos de todo peligro.
‘No tenemos oro ni plata, decía Pedro al paralítico de la puerta Hermosa, pero en el nombre de Jesús levántate y anda’. En el nombre de Jesús llevaremos nuestro amor a los demás, nos haremos verdaderamente solidarios con los que sufren, tenderemos nuestra mano que ayude a caminar, nos convertiremos en presencia que conforta y que anima y que de alguna manera hacemos presente a Dios junto al hermano a través de nuestro amor.
Decir ‘Jesus’ es decir amor, porque nos está recordando lo grande que es el amor de Dios que nos ha dado a su Hijo. Decir ‘Jesus’ es decir misericordia porque nos manifiesta lo que es la misericordia divina que nos perdona y nos levanta. Decir ‘Jesus’ es decir Paz porque El es el Príncipe de la Paz y los ángeles cuando cantaron la gloria del Señor en su nacimiento cantaban la paz que nacía en nuestro corazón porque recibíamos la Buena Noticia de que éramos amados de Dios.
Invoquemos el nombre de Jesús. Tengamos siempre presente en nuestros labios el nombre de Jesús. Que el nombre de Jesús se adueñe de nuestro corazón porque así nos llenemos de su amor.

lunes, 2 de enero de 2017

Los buenos deseos de felicidad que hemos vivido estos días no pueden quedarse en palabras sino que tengo que poner mi parte para hacer felices a los que me rodean

Los buenos deseos de felicidad que hemos vivido estos días no pueden quedarse en palabras sino que tengo que poner mi parte para hacer felices a los que me rodean

1Juan 2,22-28; Sal 97; Juan 1,19-28
Volvemos al ritmo ordinario de la vida de cada día después de las grandes celebraciones de estos días, aunque aun nos quede la Epifanía del Señor o día de Reyes. Todos, con un sentido o con otro, hemos celebrado estos días de fiesta con mucha alegría y regocijo.
Nos habrán servido como creyentes para una renovación de nuestra fe y vivir unos especiales días de compromiso desde nuestro amor; para todos han sido días de especiales encuentros llenos de buenos deseos y de muchas promesas. La palabra ‘feliz’ quizá ha sido una de las más repetidas en estos días, ya porque hayamos vivido días de mucha felicidad o porque en nuestros buenos deseos es lo que queremos para todos ya porque sea la fiesta de la navidad o por el año que comienza.
Volvemos al ritmo ordinario ¿y todo eso se acaba y se olvida? Nos podría suceder. Unos días como un paréntesis, pero que quizá solo nos queden recuerdos o regalos que hayamos recibido que al final no sabemos bien donde situarlo en lo que es la vida de cada día. Como un regalo que nos hicieran y que parece que no tuviera mayor utilidad y lo guardamos en el baúl de las cosas que no usamos porque quizá nos parezca que no necesitamos.
No quiero parecer pesimista con todo esto que voy reflexionando en este segundo día del año. Me hago la reflexión para mi mismo y os la ofrezco en esta página así como me está saliendo espontáneamente, pero con el deseo – y volvemos con los deseos – de que no nos suceda así. Que la navidad que hemos celebrado no sea un paréntesis en la historia de nuestra vida que cuando lleguen otra vez estas fechas volvamos a abrir y repetir de la misma manera y nuestra vida siga con la misma frialdad.
Que esos bonitos deseos que hemos expresado sean algo más que deseos que se lleve el viento porque en verdad cuando decimos a los demás que le deseamos un momento feliz, es como si le dijéramos yo voy a poner de mi parte todo lo que sea necesario para que tú seas feliz. Un deseo que tiene que ser un compromiso. Sí, quiero que seas feliz y yo voy a hacer que seas feliz.
Y haremos felices a los demás cuando nuestros encuentros sigan siendo intensos todos los días, todas las veces que nos encontremos; haremos felices a los demás si voy a ser positivo en la manera de ver a las personas y siempre voy a valorar lo bueno que hay en los que me rodean e incluso voy a decírselo; haremos felices a los demás si sabemos estar a su lado, si vamos a seguir teniendo detalles con esas personas que amamos o que comparten su vida con nosotros; haremos felices a los demás si siempre vamos a ir por la vida con alegría y optimismo, encendiendo luces de ilusión en los que están a nuestro lado, si reparto sonrisas, si le doy verdadera alegría a mi vida y me muestro de forma sincera con los demás.
Cada uno piense eso positivo que puede hacer y póngase a hacerlo. No damos recetas, abrimos cauces y caminos y cada uno ha de hacer valer su creatividad porque cada uno tenemos nuestras circunstancias concretas y también hemos de tener en cuenta las circunstancias de los demás.
Y ¿sabéis una cosa? Con esa forma de actuar queriendo, como decimos, hacer felices a los demás, estaremos haciendo presente a Jesús. Como nos decía Juan en el evangelio ‘en medio de vosotros hay uno que no conocéis…’ En medio de nosotros está el Señor y muchas veces no lo reconocemos ni lo hacemos reconocer. Con esa alegría de nuestra vida estaremos expresando también que lo conocemos y que queremos llevarlo a los demás. Es Jesús el que nos da la verdadera alegría y con su alegría haremos felices a los demás. No son solo palabras o deseos, es algo concreto que queremos llevar y compartir con los que están a nuestro lado.

domingo, 1 de enero de 2017

A María, la Madre de Dios, le vamos a pedir que nos enseñe el verdadero amor que nos conduzca por los caminos de la paz para este nuevo año 2017

A María, la Madre de Dios, le vamos a pedir que nos enseñe el verdadero amor que nos conduzca por los caminos de la paz para este nuevo año 2017

Números 6, 22-27; Sal 66; Gálatas 4, 4-7; Lucas 2, 16-21
‘Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción… los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre…’
Dios envió a su Hijo para nuestra salvación. Podría haberlo hecho de mil maneras en su sabiduría divina, pero quiso encarnarse en el seno de una mujer. ‘Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer…’ Por eso cuando se les anuncia a los pastores el nacimiento de un Salvador en la ciudad de David, ‘encontraron a María y a José y al Niño acostado en un pesebre’.
Hoy queremos fijarnos en la Madre, queremos fijarnos en María. Es la Madre de Dios. Así nos lo proclamó el concilio de Éfeso como parte de nuestra fe, cuando ya en la fe y en el amor del pueblo cristiano estaba claro el lugar de María. Era la madre de Jesús, era la Madre de Dios; en Jesús no podemos separar su naturaleza humana y su naturaleza divina, por eso la persona de Jesús es divina, porque el hijo de María es el Hijo de Dios.
Una manifestación más de la ternura del amor de Dios. Así se encarnó el Hijo de Dios en el seno de María para ser para siempre Emmanuel, Dios con nosotros.
Y hoy nosotros nos gozamos con María. Es cierto que en todas las celebraciones del Misterio de la Navidad siempre ha estado presente María, porque siempre encontraremos al Niño con María su madre. Pero hoy de manera especial queremos sentir su presencia y su amor cuando tanto de ella hemos aprendido en este camino que nos ha llevado a la Navidad y en todo lo que es el camino de nuestra vida cristiana.
Queremos seguir sintiendo su amor, su presencia de Madre, sintiendo cómo nos presenta a Jesús como una madre presenta a su hijo recién nacido a cuantos llegan hasta ella, queriendo escucharla cómo ella nos conducirá siempre a Jesús para que hagamos lo que El nos dice, cómo ella es modelo y ejemplo para nosotros de cómo hemos de acoger a Jesús y como acoger su Reino.
Hoy casi no necesitamos decir mucho más, sino quedarnos contemplando. Contemplando la ternura de la madre con su Hijo que es siempre imagen de esa ternura de Dios con nosotros. Allí donde vemos amor verdadero y autentico podemos decir, podemos estar seguros de estar contemplando a Dios. Dios en su amor y en su ternura es Padre y es Madre para nosotros porque es así como nos envuelve con su amor.
Y a María le vamos a pedir que nos siga enseñando lo que es el verdadero amor, y que ese amor seamos capaces de tenerlo entre todos nosotros los hombres. Cuánto lo necesitamos. Es el amor que nos enseñará los caminos de la paz, porque el amor siempre es encuentro, el amor nos hace sentirnos humanos y hermanos, el amor nos llevará al entendimiento y a romper todas las armas de la guerra que nos puedan enfrentar o distanciar, el amor nos hará auténticos para saber actuar con sinceridad y verdad los unos con los otros.
Es el amor que nos llevará a preocuparnos de los demás para hacernos verdaderamente solidarios en sus problemas y necesidades; es el amor que dará sensibilidad a nuestro espíritu para llenarnos de humanidad y para buscar siempre lo bueno y lo justo para los demás; es el amor que nos hará mirar con mirada nueva a los que caminan a nuestro lado en este mundo porque ya nos sentimos hermanos.
Cuando estamos comenzando un año nuevo estamos celebrando también una jornada de oración por la paz. Es cierto que estos días todo son parabienes de los uno para los otros, y nos deseamos felicidad y prosperidad en el nuevo año que comienza. Pero tenemos el peligro de convertirlos en palabras de un día, en una cosa formal que todos nos decimos, pero que cuando pasen estas fechas pronto olvidemos esos buenos deseos y sigamos con nuestras luchas de los unos contra los otros, con nuestras envidias o con la insolidaridad marcando el ritmo de nuestra vida olvidándonos pronto de los demás.
Esta jornada de la paz los cristianos la queremos hacer oración también, no solo porque imploramos de lo alto el auxilio divino para lograr emprender esos caminos de paz, sino porque tiene que convertirse en compromiso en nuestra vida para trabajar seriamente por esa paz.
Nos duelen las guerras y las violencias que azotan a nuestro mundo en pleno siglo XXI en tantos lugares del mundo; nos duelen esas miserias que hacen sufrir a tantos y que a la larga pueden provocar esas violencias; nos duele que nuestra sociedad que tendríamos que decir que ha avanzado en civilización sin embargo aun no hayamos aprendido la civilización del amor y de la paz; nos duelen las discriminaciones que seguimos haciéndonos en nuestro mundo creando barreras, poniendo muros de odio, de discriminación o de indiferencia que nos separan y nos alejan. Y no podemos cruzarnos de brazos ante esos u otras muchas situaciones dolorosas de nuestro mundo.
Oramos hoy comprometidos por la paz. Oramos en el comienzo de este nuevo año con el deseo de que pronto llegue la verdadera paz a nuestro mundo. Oramos por los que son victimas de esa falta de paz con todos sus sufrimientos. Oremos los unos por los otros para que tengamos verdadera paz en el corazón y podamos sembrar de paz a nuestro mundo.