Vayamos al Evangelio, vayamos a Jesús, sintamos su presencia salvadora,
dejémonos iluminar por su luz, nunca nos sentiremos en oscuridad
1Juan
3,22–4,6; Sal 2; Mateo 4,12-17.23-25
A nadie le gusta la oscuridad; se nos hace difícil el caminar, los
tropiezos y las dificultades de la vida nos parecen de mayor amplitud, el
camino se hace más costoso y los peligros se nos hacen mayores. Que alegría se
siente si vamos por un camino oscuro sin encontrar algo que nos oriente el que
en algún punto aparezca una luz; es el faro que en la noche en las tinieblas
del mar orienta a los navegantes alertándole de los peligros de la costa y orientándoles
hacia donde encontrar refugio seguro en medio de la tormenta.
Hoy nos dice el evangelista, recordando lo que ya habían anunciado los
profetas, que ‘el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande, a los
que habitaban en tierras de sombras de muerte una luz les brilló’. Está
haciendo referencia el evangelista a aquel momento en que Jesús comenzó a
predicar por las tierras de Galilea. ‘Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el
territorio de Zabulón y Neptalí… Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Recorría toda Galilea,
enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las
enfermedades y dolencias del pueblo’.
Fue el impacto que produjo la
presencia de Jesús con su predicación y sus obras. Era el faro de luz que abría
los corazones a la esperanza. Era la vida nueva que comenzaba porque comenzaba
a hacerse presente el Reino de Dios. Es todo lo que significa Jesús y su
salvación para todos los hombres. Si ayer en la epifanía contemplábamos la
estrella que brillaba en lo alto iluminando el camino de aquellos Magos de
Oriente que llegaron hasta Jesús en Belén, hoy vemos brillar esa luz de Cristo
en medio del pueblo de Israel.
Es lo que tenemos que sentir
nosotros desde nuestra fe en Jesús. No
nos podemos sentir nunca en la oscuridad y en la desesperanza. Duros, oscuros,
con mil dificultades pueden ser los caminos de la vida pero siempre nosotros
tenemos la luz de la fe, tenemos a Jesús con nosotros. Tenemos que escuchar
hondamente el evangelio de Jesús en nuestro corazón y sentir su presencia
salvadora.
Proclamaba Jesús el Evangelio
del Reino y curaba todas las enfermedades y dolencias. Hemos dejado meter
muchas dolencias en nuestro corazón y en nuestra vida, en ocasiones nos
llenamos de oscuridad, de tristeza, de cansancios y desánimos porque nos puede
parecer que nos sentimos solos o desorientados. Vayamos al Evangelio, vayamos a
Jesús, sintamos su presencia salvadora, dejémonos iluminar por su luz. Nunca
nos sentiremos en oscuridad si estamos con Jesús.