La estrella que guió a los Magos hasta Belén nos ayuda también a nosotros a tener un nuevo y verdadero encuentro con Jesús en los hermanos que sufren a nuestro lado
Isaías 60, 1-6; Sal 71; Efesios 3, 2-3a. 5-6; Mateo 2, 1-12
Hoy es un día que suena a mucha ilusión y nuestros hogares se llenan
de alegría en el compartir de regalos, como decimos en nuestras costumbres y en
nuestra cultura, que nos traen los reyes. Pareciera que es solo la ilusión de
los niños que esperan los regalos y tras de eso quizá nos parapetamos nosotros
que no queremos reconocer que también nos llenamos de esas ilusiones que nos
pueden parecer infantiles, pero que realmente también llevamos en el corazón.
Sin perder esa ilusión tan bonita que también necesitamos en la vida
creo que no podemos empañar el sentido profundo y precioso que tiene esta
fiesta de la Epifanía del Señor, tan importante que para la Iglesia oriental
este día es algo así como la verdadera navidad.
Algunos podrán objetar que son ilusiones infantiles las que marcan el
sentido de esta fiesta, otros quizá puedan poner en duda la historicidad de los
hechos que nos narra el evangelio de Mateo, algunos querrán darnos complicadas
explicaciones de que si son reyes o no
son o de lo que pueda significar esa palabra ‘magos de oriente’ de la que nos
habla el evangelio.
Pero creo que no es necesario quedarnos en explicaciones para esas
dudas ni en la confusión que hayamos podido tener en la interpretación del
evangelio que nos habla de magos – algo así como astrólogos o quienes estudian
el curso de las estrellas en el firmamento – pero que como en los salmos o los
profetas se nos habla de los reyes que vienen a traer ofrendas al templo del
Señor de ahí la mezcla de palabras que hemos hecho llamándolos los Reyes Magos.
Creo que hay una hermosa enseñanza que puede ser algo así como un
itinerario que hagamos en el camino de nuestra fe y de nuestro encuentro con el
Señor. Eso es lo importante. Una luz, una estrella que aparece en lo alto y que
puede tener un hermoso significado en nuestra vida si sabemos interpretarla
como lo hicieron aquellos magos.
Todos buscamos esa luz para nuestra existencia, miramos a lo alto que
es decir algo así como que estamos buscando algo que nos supera, porque solo a
ras de tierra quizá no sabemos encontrar. Hay preguntas, hay interrogantes, hay
búsquedas en nuestra vida, porque algunas cosas nos parecen misteriosas y no
sabemos encontrarle una significación. Pero habrá luces que como signos se
levanten delante de nosotros y nos estarán invitando a ir más allá, a ponernos
en camino, como hicieron aquellos magos.
No es fácil siempre seguir esos nuevos caminos que se abren ante
nosotros en la vida; la luz, o los signos algunas veces puede parecernos que
desaparecen y nos encontramos desorientados. Vamos quizá por un camino que creíamos
que era allí donde encontraríamos respuestas, pero las cosas se nos pueden
volver en contra de nosotros. Ahí está o debe estar nuestra perseverancia,
nuestra constancia, el saber buscar también quien nos ayude a encontrarle el
verdadero significado o sentido.
Los magos salieron de su propia tierra y se pusieron en camino,
llegaron hasta Jerusalén porque allí estaba el rey y pensaban que en ese
palacio podrían encontrar al recién nacido que iba a ser el verdadero rey. Ya
sabemos la desconfianza que se origino en Jerusalén y en Herodes. Acudirán a
los entendidos en la interpretación de las Escrituras y solo sabrán decir que
será en Belén donde van a encontrarlo. Con recomendaciones no demasiado
sinceras volvieron a ponerse en camino hasta que de nuevo la luz apareció hasta
llegar a aquel humilde hogar donde encontrarían al niño con su madre. Allí será
la ofrenda.
Como decíamos en nuestra búsqueda y en las desorientaciones en que nos
vamos encontrando en el camino de la vida hay, sí, un lugar donde tendríamos
que saber acudir y que son las Escrituras santas que a nosotros nos trasmiten
la Palabra del Señor. Es el Vademécum que tendríamos que saber llevar con
nosotros siempre porque será la Palabra del Señor la que nos va a hacer encontrar
la verdadera luz que nos ilumina y nos trae la Salvación.
Nos queremos poner en camino como los Magos de Oriente porque queremos
encontrarnos con el Señor. Pero vayamos atentos por ese camino porque tenemos
que saber buscar y encontrar al Señor a pesar de las dificultades y
contratiempos; vayamos atentos porque vamos a encontrar un nuevo rostro del
Señor en esos hombres y mujeres con los que nos vayamos encontrando y fijémonos
que si no nos encontramos con los demás en ese camino no nos vamos a encontrar
de verdad con el Señor; estemos atentos porque esos que caminan a nuestro lado
pueden ser, van a ser estrellas, luces que nos señalen el camino.
Sepamos leer las señales, descubrir los signos, descubrir al Señor en
los que caminan con nosotros en este camino de la vida en medio de muchas
dificultades y carencias. Es la manera nueva que nos enseña el Señor para que
le encontremos a El, en el hermano que sufre, en el llanto de un niño, en el
dolor de una madre que no tiene para dar de comer a su familia, en los que no
tienen un techo donde cobijarse y los encontraremos quizá tirados en la acera o
refugiados en la casa abandonada e inhabitable, en el refugiado que viene
huyendo de las miserias de su país, o en aquel que nadie quiere y todos
desprecian, en esos publicanos y pecadores quizá de nuestros tiempos por todos
arrinconados, o en ese que toca a nuestra puerta pidiéndonos una limosna por
amor de Dios.
Es el camino que siguieron aquellos magos para llegar hasta Jesús y
hacerle sus ofrendas; es el camino que hemos de hacer haciéndole la ofrenda de
nuestro amor en la atención que prestemos a los necesitados que encontramos en
el camino de la vida.
La luz de lo alto nos señala el camino, ahora nosotros tenemos que
ponernos de verdad en camino para llegar hasta Belén, para llegar hasta Jesús.
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