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sábado, 9 de agosto de 2025

No nos quedemos dormidos pensando que otros ofrecerán su luz, la nuestra es muy importante y no puede dejar de iluminar

 


No nos quedemos dormidos pensando que otros ofrecerán su luz, la nuestra es muy importante y no puede dejar de iluminar

Oseas 2, 16b. 17de. 21-22; Salmo 44; Mateo 25,1-13

Eso de quedarse dormido mientras estamos a la espera de algo que esta por llegar parece que no es nuevo ni es antiguo. Todos tenemos la experiencia de que las vigilias parecen ser los momentos en que más sueño nos entra. Somos los mayores que nos quedamos sentados, por así decirlo, contemplando la vida, quizás ya liberados de muchas ocupaciones, quizás tras los desvelos de una noche de insomnio que nos aparece cuando menos lo esperamos, quizás porque nos ponemos a pensar y a recordar, pero qué pronto nos quedamos dormidos. Pero, repito, no es solo que nos pase a los ancianos o los que tenemos muchos años, que todos en la vida muchas veces se han quedado dormidos, mientras escuchamos una clase o una conferencia, quizás cuando estamos esperando que nos terminen de preparar la comida, echamos, como solemos decir, una cabezadita.

¿Por qué nos extrañamos tanto y le damos tantas vueltas al hecho de que aquellas jóvenes que iban a formar parte del cortejo del novio para la boda y que tenían la función de iluminar primero el camino y luego la sala de la boda se hayan quedado dormidas?

Claro que inmediatamente decimos que no fue porque se quedaran dormidas en aquel momento, sino porque se habían ‘dormido’ en el cumplimiento de sus obligaciones porque no habían preparado debidamente la cantidad de aceite que iban a necesitar para aquella celebración.

¿Serán en ese estilo las principales ‘dormidas’ que nosotros hayamos tenido en la vida? Es lo que en cierta manera se nos está planteando. Porque claro aquellos que dormidas no habían tenido la previsión necesaria para tener la lámpara encendida se quedaron sin entrar al banquete de bodas, al banquete del Reino. Las cosas tienen sus consecuencias y tenemos que ser previsores hasta en los más pequeños detalles. Quien no sabe ser fiel en lo poco tampoco lo será cuando le confíen cosas importantes, como nos dirá en otra ocasión Jesús en el evangelio.  ¿Será eso aprender lo que tiene que ser la verdadera sabiduría de la vida?

La sabiduría de la vida la aprendemos en la vida misma. Es en la fidelidad a lo que somos y a lo que tenemos entre manos. Tenemos que ser conscientes del valor de nuestra propia vida, aunque nos parezca que no valemos para nada. Pero podemos estar manteniendo una luz y si esa luz se mantiene encendida alumbrará no solo nuestro camino sino también el camino de los demás, el camino de los que marchan a nuestro lado. Aquellas doncellas podían quizás haber pensado en su inconsciencia, porque falle una luz, no se va a dejar de alumbrar el camino, las otras lo mantendrán iluminado. Pero si todas piensan lo mismo y se descuidan ¿quien va a ser la que al final tendrá luz para alumbrar el camino? Puede ser que a todas se les apaguen las lámparas, nos puede resultar al final que llegamos tarde cuando hayamos conseguido el aceite y ya la puerta está cerrada.

Por eso decía que es importante la fidelidad a lo que somos y a lo que se ha puesto en nuestras manos. Y esa fidelidad la vamos a estar mostrando en el día a día de nuestro camino, en el día a día de nuestra vida. Eso que vamos haciendo, eso que vamos aprendiendo, eso que nos va haciendo madurar en el día a día, ese desarrollo de lo que somos, nuestras cualidades y valores, nuestras potencialidades y nuestras capacidades, serán las piedras que construyan nuestro camino, es el aceite que está alimentando esa lámpara de nuestra vida y hará posible que se mantenga encendida. Qué importante el cumplimiento de nuestras responsabilidad, que necesario es aprovechar esa formación que se nos va ofreciendo cada día, es lo que nos hará madurar, es lo que nos hará crecer interiormente, como personas, es lo que hará que en el futuro tengamos mayores posibilidades.

No lo podemos descuidar, no nos podemos quedar dormidos. No podemos permitir que  no se pueda mantener encendida esa luz, no podemos quedarnos sin emprender esa sabiduría que pondrá luminosidad en nuestra vida. No podremos descartar el mantenernos bien unidos al Señor, llenándonos de su Espíritu, porque es lo que hará posible que un día produzcamos buenos frutos.

viernes, 8 de agosto de 2025

El evangelio siempre es buena noticia que recibimos con alegría y con la misma alegría la trasmitimos

 


El evangelio siempre es buena noticia que recibimos con alegría y con la misma alegría la trasmitimos

Isaías 52, 7-10; Salmo 95; Mateo 5, 13-19

Los que nos traen buenas noticias son siempre bien recibidos, es más, serán agasajados con mucho entusiasmo y alegría. Hoy tenemos muchos medios de comunicación, de trasmitir noticias que en otros tiempos no teníamos; en mi infancia pasé por esas lagunas difíciles de las consecuencias de la emigración, pues mis hermanos y mi padre se tuvieron que ir a América; recuerdo siempre la alegría y emoción con que mi madre recibía sus cartas, pero más aún cuando alguien regresaba de Venezuela al pueblo acudíamos, como quien espera aguas de Mayo, a visitarle para saber de forma directa las noticias que nos podían traer de nuestra familia; cómo si nos visitaban esas personas para darnos noticia dentro de nuestra pobreza le ofrecíamos lo mejor como reconocimiento de las noticias ‘frescas’ que nos podían traer.

En todos los aspectos de la vida deseamos y necesitamos recibir cosas buenas de los demás, palabras que pongan esperanza y renovada ilusión en nuestras vidas; hay personas que se regodean en traernos noticias de cosas calamitosas, que nos están hablando con un tremendismo que al final lo que hace es poner miedo y temor en el alma, personas que parece que son adictas para hablarnos de cosas que nos quiten el sosiego y la paz, todo lo ven a lo tremendo, todo parece que va a tener un final catastrófico y en lugar de poner luz parece que van llenando el mundo de sombras.

Como decíamos al principio los que nos traen buenas noticias son bien recibidos, estamos deseosos de escuchar palabras de ánimo, que nos llenen de esperanza, que nos abran horizontes, que pongan una nueva luz en nuestra vida y en nuestro mundo. Y esto tiene que ser el evangelio de Jesús para nosotros. Es ‘evangelio’, o sea, buena noticia. Y las buenas noticias ponen gozo en el alma, por una buena noticia somos capaces de caminar lo que sea para ir a su encuentro.

Eso fue la vida de Jesús. Ese ha sido su mandato, esa es la misión que nos ha confiado, llevar una buena noticia a nuestro mundo. Esto tiene que ser siempre el evangelio en nuestra vida. Esa es la esperanza que tiene que suscitar siempre en nuestros corazones. Eso es lo que tiene que ser siempre un impacto para nuestra vida, porque las noticias nos sorprenden, pero si son buenas noticias no solo nos sorprenden sino que nos alegran el alma. Eso es lo que nosotros tenemos que anunciar.

Dicho así parece que resulta todo muy bonito, pero es aquí donde quizás tenemos que preguntarnos muchas cosas sobre el espíritu con que nosotros acogemos esa buena noticia. No podemos decir nunca eso ya me lo sé, eso ya lo he escuchado muchas veces. Para nosotros el evangelio tiene que ser siempre noticia para nosotros, y la noticia no nos cuenta cosas viejas, las noticias queremos que sean siempre nuevas para que realmente sean noticias. Pero ante el evangelio depende de la actitud con que nosotros vayamos a él, con la actitud con que nosotros lo escuchemos.

Es siempre algo nuevo que llega a nuestra vida. Y por muy monótona o de rutina que hayamos hecho nuestra vida, nuestra vida va continuamente cambiando; no vivimos hoy lo mismo que vivimos ayer, cada momento tiene sus circunstancias, cada momento en la vida tiene su novedad, en cada momento podemos descubrir algo nuevo, un nuevo matiz; y el evangelio viene a iluminar nuestra vida hoy, en el aquí y en el ahora, en lo que son ahora mis circunstancias y en lo que hoy estoy realizando. Y ahí tenemos que sentir esa novedad del evangelio, esa luz nueva que nos va ofreciendo el evangelio en todo momento.

Pero eso es lo que tenemos que ser nosotros para los demás. Somos, tenemos que ser portadores del evangelio, evangelizadores, decimos. Y como buena noticia se lo ofrecemos al mundo; de la autenticidad con que nosotros los anunciemos va a depender en cierto modo que como tal lo reciban quienes nos escuchan, como buena noticia para sus vidas. Pero es que tienen que notar que eso ha sido para nosotros y es por eso por lo que se lo trasmitimos. Lo triste sería que nosotros no transmitiéramos buena noticia, porque lo hemos convertido en una rutina en nuestra vida, porque no lo estamos reflejando en nosotros en una vida distinta.

Hoy nos ha dicho Jesús que tenemos que ser luz y que tenemos que ser sal. Que no podemos ocultar la luz, como no se puede ocultar una ciudad edificado en lo alto de un monte, ni podemos hacer que nuestra vida no sea sal, porque hayamos perdido el sabor. La sal que no da sabor ya no sirve para nada. ¿Nos estará pasando a nosotros? ¿Qué sabor desde el evangelio le estamos queriendo trasmitir a nuestro mundo? La tenemos que recibir con alegría y con alegría tenemos que transmitirla.

jueves, 7 de agosto de 2025

Somos Iglesia, no por las cosas buenas que hagamos, sino por la fe que tenemos en Jesús como nuestra única salvación, es nuestra identidad

 


Somos Iglesia, no por las cosas buenas que hagamos, sino por la fe que tenemos en Jesús como nuestra única salvación, es nuestra identidad

Números 20, 1-13; Salmo 94; Mateo 16, 13-23

Tener claro quienes somos y a dónde vamos es algo que consideramos fundamental como persona, pero también como pueblo, como miembro de una comunidad, para manifestar claramente cuál es nuestra identidad, manifiesta nuestra madurez humana y también la grandeza que como pueblo tengamos, pero es algo que poco a poco vamos desarrollando, vamos haciendo crecer en nosotros, de tal manera que marcaremos nuestro sello personal, o como pueblo.

Quien anda por la vida sin saber bien quién es, y no se trata de nombre o identificaciones externas, camina como desorientado y sin rumbo, le faltarán metas en su vida, no encontrará valor a su existir, y así vemos a muchos desencantados, aburridos de la vida, sin saber qué rumbo tomar. Y lo vemos también como pueblo o miembros de una sociedad; hay pueblos que tiene muy clara su identidad, quizás se basan mucho en sus tradiciones que tratan de conservar, pero se nota en ellos una unidad en ese camino que quieren realizar; como también nos encontramos con pueblos que son como un aglomerado de personas, venidas quizás de acá o de allá, o quienes aunque nacidos en ese pueblo por diferencias y distanciamientos entre unos y otros no llegan a tener esa identidad.

Pueden parecer unas reflexiones meramente humanas o sociales, pero me las hago también desde lo que hoy nos aparece en el evangelio. Primero están las preguntas que Jesús les hace a los discípulos. ¿Qué piensa la gente o qué piensan ellos mismos de quién es Jesús? No es que Jesús no tenga clara cuál es su identidad y su misión, como vemos palpablemente a través de todo el evangelio, pero era necesario que quienes querían seguirle también tuvieran clara esa identidad de Jesús. No es lo mismo pensar que Jesús es un personaje histórico que tuvo su importancia y su influencia en un momento determinado, que descubrirlo como verdadero salvador, como Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación.

Claro que a los seguidores de Jesús, sus discípulos y cuantos se acercaban a Él para escucharle atraído por sus palabras pero también por los signos que manifestaba de algo nuevo, no lo tenían tan claro. Para algunos como Herodes era como una reencarnación de Juan a quien Herodes había mandado matar; mucha gente lo veía como un gran profeta, como aquellos grandes profetas que se mencionaban en las Escrituras, pero aún no habían dado el paso, no habían llegado a reconocer de verdad quién era Jesús.

Los propios discípulos, los apóstoles que formaban ya su grupo más cercano, se quedan perplejos con la pregunta de Jesús sobre todo cuando es dirigida directamente a ellos. Será Pedro el que se adelante a dar la respuesta. Merecerá incluso la alabanza de Jesús; pero también Jesús les dirá que aquello no es solo fruto de un descubrimiento propio, sino que allí estaba actuando el Espíritu de Dios, era el Padre quien lo había revelado en el corazón de Pedro. ‘Tú eres el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios vivo’.

Vienen luego las promesas de Jesús, la misión que le va a confiar a Pedro. Serás piedra – y está junto con la palabra y el nombre – sobre el que edificaré mi Iglesia. ¿Es solo una persona, por así decirlo, lo que va a ser el fundamento de esa Iglesia que nace?  Todo arranca desde esa fe de Pedro que ha confesado a Jesús como el Hijo de Dios. Nuestra identidad como Iglesia no es pensar en una organización social con sus líderes o sus dirigentes desde unos planes o desde unas organizaciones. Cuando miramos a la Iglesia así, cuando trabajamos solo así desde la Iglesia nos quedamos en un pobre concepto de Iglesia. Es por lo que tantos hoy en nuestro mundo no terminan de entender el sentido y el valor de la Iglesia.

Cuando escuchábamos en meses pasados con motivo de la muerte del Papa y la elección del nuevo Papa los comentarios que se hacían desde muchos medios de comunicación social era para echarse a temblar, era para llorar por el pobre concepto que se tiene de la Iglesia. Claro que tenemos que plantearnos seriamente si es esa la imagen como iglesia damos los cristianos o el actuar de la misma Iglesia.

La Iglesia no la podemos entender sin relación a nuestra fe en Jesús. Esa es la piedra, ese es el fundamento sobre el que está fundada la Iglesia, aquella fe que proclamó tan acertadamente Pedro y que precisamente será luego su misión. ‘Cuando te recobres, le dirá Jesús, va a tener que alentar la fe de tus hermanos’.

Es lo que nos identifica como Iglesia que luego expresaremos en esa comunión que entre nosotros tiene que haber y que tenemos que saber mantener, la manifestaremos con nuestro compromiso por hacer un mundo mejor, la manifestaremos en todos esos gestos que tenemos que ir realizando desde nuestro amor para que el mundo crea. Pero no es solo hacer cosas, no es solo que digamos que tenemos que estar unidos y amarnos, no es solo que trabajemos por la paz y la justicia, es sobre todo la fe en Jesús que profesamos que será el fundamento, que será el motor de todo lo que luego tenemos que vivir.

¿A los que decimos que pertenecemos a la Iglesia, por decirlo de alguna manera, nos reconocerán en el mundo por nuestra fe en Jesús? ¿Es la buena nueva de Jesús que nos lleva a la fe lo que en verdad predica y transmite la Iglesia y los que en ella estamos?


miércoles, 6 de agosto de 2025

Desde el Tabor emprendemos el camino de la Pascua necesario para ser testigos de la buena noticia del Evangelio ante el mundo

 


Desde el Tabor emprendemos el camino de la Pascua necesario para ser testigos de la buena noticia del Evangelio ante el mundo

2Pedro 1,16-19; Salmo 96; Lucas 9, 28b-36

Hay sorpresas que nos dejan con la boca abierta, sin palabras. Algo sorprendente y extraordinario, algo que no nos esperábamos aunque lo deseáramos, nos quedamos sin saber qué decir, y las palabras nos salen inconexas de nuestros labios. Es el niño sorprendido ante el regalo que no esperaba, es la llegada del familiar que hacía mucho tiempo no habíamos visto y casi habíamos perdido su pista, es algo que por azar o fortuito nos sucede, un premio por ejemplo, y que cambia totalmente nuestra vida… muchas cosas nos suelen suceder de las que no sabemos dar razón, que nos sorprenden y no tenemos palabras para explicar.

Así se encontraban Pedro, Santiago y Juan en lo alto de aquella montaña aquel día que Jesús los había llevado para orar. Ellos casi se habían dormido, no sé qué nos pasa que cuando pretendemos concentrarnos para orar lo primero que nos viene es el sueño. Pero ellos ante lo que sucedía pronto se despabilaron, los ojos sorprendidos se les abrían dejando a un lado el sueño y no sabían explicarse lo que estaba pasando. Jesús estaba resplandeciendo como la luz, sus ropajes eran tan blancos que encandilaban, nunca habían visto nada igual aunque muchas veces fueran testigos de la oración de Jesús. Pero además dos personajes del Antiguo Testamento formaban parte también de la escena, Moisés y Elías en diálogo con Jesús.

Casi querían los discípulos entrar también en la conversación y ya andaban pensando en preparar tres tiendas para que aquello no acabara nunca. Pero una voz venida de lo alto les sorprendió aún más, ‘Este es mi Hijo, el amado, el predilecto. Escuchadle’. Cayeron de bruces, aquellas previsiones que de manera inconexa habían pretendido tener para que todo se prolongara se quedan en nada, porque se sentían envueltos por una nube celestial y terminaron de bruces por el suelo.

Y es Jesús el que los saca de aquel arrobamiento  para decirles que había que bajar de la montaña, no se podían quedar allí para siempre aunque ellos sintieran lo bien que estaban allí. El camino seguía y seguía por la llanura de la vida que terminaría con otra subida a la montaña pero que sería de manera cruenta. El camino podría ponerse difícil, porque seguirían encontrándose con un mundo de dolor y sufrimiento, con gentes que caminaban en medio de la vida sin rumbo y desorientados, con gente que se cruzaba en el camino con sus dificultades y dudas e incluso con sus enfrentamientos, detrás de todo aquello había un calvario como tantas veces les había anunciado y ellos nunca habían querido o sabido comprender, ahora mismo cuando llegaran al pie de la montaña se encontrarían con un cuadro muy duro, un padre que ha pedido al resto de los discípulos que curen a su hijo y la falta de fe para afrontar esas realidades duras de la vida pero al mismo tiempo poner una mano de vida.

Es la experiencia del Tabor, porque en esa montaña queremos situar el acontecimiento a la que nosotros también hemos de saber subir. Fue entonces para aquellos discípulos un fortalecer sus pies para seguir haciendo el camino tras Jesús, que algunas veces parece que corre para llegar a Jerusalén, para llegar a la Pascua. Nos cuesta seguir en muchas ocasiones sus pasos, responder a sus exigencias, ponernos en su camino aunque nosotros queremos seguir haciendo los nuestros, comprender a fondo todo el misterio de Jesús para dejarnos envolver por El.

Queremos experiencias bonitas, pero desde esas experiencias tenemos que salir transformados. Cuidado que nuestras celebraciones se queden en el Tabor en el que querían quedarse aquellos tres discípulos, porque preferían aquello a tener que seguir caminando por aquellas llanuras que se abrían ante sus pasos. Cuidado nos extasiemos en florituras de bonitas celebraciones y allí se nos quede todo lo que es y tiene que ser nuestra experiencia de fe.

No olvidemos que desde el Tabor emprendemos el camino de la Pascua con todo lo que eso significa, porque la pascua va a significar pasión y muerte para poder llegar a la gloria de la resurrección. Es la Pascua de la que tenemos que convertirnos en testigos, la que nos hará anunciadores de Evangelio, la que nos llevará a seguir evangelizando sin cansarnos ni rendirnos nuestro mundo.

martes, 5 de agosto de 2025

Una mano que nos da seguridad en el camino y los peligros, nos levanta de nuestros desánimos, nos perfuma con una unción de vida, pone esperanza y alegría en el corazón

 


Una mano que nos da seguridad en el camino y los peligros, nos levanta de nuestros desánimos, nos perfuma con una unción de vida, pone esperanza y alegría en el corazón

Números 12, 1-13; Salmo 50; Mateo 14, 22-36

¿Alguien te ha pedido alguna vez que le des la mano porque al pasar por un sitio peligroso siente miedo? Seguramente le hemos dado la mano que le sirva de apoyo para que se sienta segura diciéndole que no tiene por qué temer, que allí estamos nosotros para ayudarle. Parece quizás una cosa sencilla y que no tuviera mucho valor, pero para quien está pasando por ese episodio de miedo le es un gesto de mucha importancia.

No ya solo un sitio peligroso que dé vértigo o que pueda traer otras consecuencias que pudieran poner en peligro nuestra vida sino que entendemos que en situaciones así, y no refiriéndonos a lo material, nos podemos encontrar todos en muchas ocasiones. Miedos ante lo que pueda suceder, ante lo imprevisto, a lo que puedan los otros decir, a las situaciones dolorosas de la vida cuando nos cercan los problemas, a lo que sucede en nuestro entorno y en algo muy concreto en la familia, a lo que hemos hecho que pudiera ahora traernos consecuencias… podríamos seguir así y la lista se nos haría interminable; momentos oscuros en que nos sentimos solos, que necesitamos una mano o una voz, una presencia que sea aliento, algo especial que nos haga sentirnos seguros, valentía para afrontar esas situaciones y encontrar un camino de salida, soledades que necesitan una compañía.

Me hace pensar en todo esto la página del evangelio que hoy se nos ofrece en dos de sus momentos. Jesús había embarcado a los discípulos rumbo a la otra orilla, mientras El despedía a la gente, aunque luego se fue solo a la montaña para orar. Cada uno de sus pasos son importantes y necesitarían mucho comentario. Pero nos centraremos en los discípulos en medio del lago, en una travesía que se les está haciendo costosa, pero en la que además se sienten solos, porque Jesús se ha quedado en tierra. Estaban ya tan acostumbrados a estar siempre con Jesús, que ahora sienten esa soledad y les parece que la barca no avanza.

Pero no están solos, aunque hasta ahora no lo han visto, Jesús viene a su encuentro. El siempre se las arregla para estar a nuestro lado. Pero aquellas soledades que en la noche estaban pasando les ciegan; cuantas veces nos cegamos y no vemos lo que tenemos a un palmo de nuestras narices. No solo les ciega sino que les confunde. Creen ver un fantasma y se ponen a gritar llenos de miedo. En otra ocasión en la barca y en aquel mismo lago habían gritado desesperados, porque aunque Jesús estaba allí, parecía ajeno a la tempestad por la que estaban pasando. ‘No te importa que nos hundamos’, había sido la queja con la que le habían despertado. Cuantas cegueras se nos meten en la vida que nos hacen no entender.

Soy yo, no temáis’. Aunque reconocen su voz, esa voz inconfundible que tantas veces habían escuchado y que tantas cosas les había hecho comprender, que les explicaba a ellos de manera especial cuando la gente no entendía nada, que les recordaba una y otra vez el nuevo sentido de sus vidas que tenía que ir por la humildad y el servicio. Esa voz que un día sacará de su letargo y sus lágrimas a Magdalena que está cegada a la puerta del sepulcro con que habían robado el cuerpo de Jesús. Pero ahora ellos siguen dudando.

‘Si eres tú, haz que yo pueda ir hacia ti sobre el agua como Tú’, había sido la petición de Pedro. ‘Ven’, le había dicho Jesús y esa palabra tenía que darle confianza y seguridad, le tenía que hacer mantenerse en su intrepidez y aunque se había puesto a caminar sobre el agua para llegar hasta Jesús – en otra ocasión se lanzaría a nado con ropa y todo para llegar más prontamente – una brisa que levantaba una ola le hizo dudar y comenzó a hundirse. Será la mano de Jesús la que lo levante y le ponga de nuevo en la barca para que se sienta seguro.

La mano que Jesús nos tiende, que pone sobre nuestro hombro, que toca nuestro cuerpo malherido, con la que pone un nuevo colirio en aquel barro que amasó con su saliva sobre nuestros ojos, con la que nos hace tomar esa camilla de nuestras invalideces para que nos levantemos y la carguemos caminando con seguridad en la vida, la que nos levantará de ese sueño que parece muerte como a la niña de jairo para que comencemos a hacer una vida normal, la que nos ayudará a bajar de nuestra higuera para hacer que nuestro día sea muy especial, la que dejará su manto a voleo para que nos agarremos de él y nos sintamos curados, la que nos hará sentir nueva alegría en el corazón porque a pesar de nuestros desánimos y nuestras dudas y errores va a ser Él quien perfume nuestra vida con un olor que nos envuelva y envuelva cuando nos rodea que nos sepa a unción. De cuántas maneras llega la mano de Jesús a nosotros para darnos seguridad y para darnos vida.

¿Será la mano que de igual manera nosotros tenderemos a los demás para transmitirles también vida convirtiéndonos así en signos de Jesús?


lunes, 4 de agosto de 2025

No nos podemos quedar con los brazos cruzados solo diciendo palabras de compasión o lamentándonos de la pobreza de nuestros cinco panes

 


No nos podemos quedar con los brazos cruzados solo diciendo palabras de compasión o lamentándonos de la pobreza de nuestros cinco panes

Números 11,4b-15; Salmo 80; Mateo 14,13-21

La compasión que se queda solo en palabras podríamos decir que es una compasión a medias. No son sólo sentimientos que se pueden quedar en  pasajeros u ocasionales sino que tiene que traducirse en hechos concretos, para hacer que esos sentimientos se transformen en realidades que curen y que sanen aquello que nos mueve a compasión. Es un dolor que parece intolerable o una situación injusta que contemplamos, una necesidad que conlleva un sufrimiento o una amargura del alma que nos transmite también a nosotros amargura. No podemos quedarnos en decir ‘qué pena’, ‘pobrecitos’, sino que hemos de hacer algo por mitigar ese dolor, solucionar esa situación injusta, remediar esa necesidad, curar la razón de ese sufrimiento, aliviar esa amargura; y eso no lo hacemos solo con palabras o con esa compasión que decimos que compartimos pero en la que no ponemos lo que podamos de nuestra parte para remediarla.

Es lo que nos está enseñando esta página del evangelio. Hay, es cierto, un dolor en el alma de Jesús ante la noticia de la muerte cruenta del Bautista a manos de Herodes; como sucede en estos momentos de dolor buscamos el silencio que nos serene por dentro, que nos haga encontrar luz en esas oscuridades que nos llena el alma cuando nos suceden cosas duras; ¿no habremos dicho alguna vez cuando nos encontramos en situaciones duras que nos aparecen en la vida que no queremos ver a nadie? Jesús al enterarse de lo sucedido se marcha a un lugar solitario con sus discípulos.

Pero, como nos sucede muchas veces, ese remedio que buscamos en esas soledades se transforma en nuestro corazón cuando quizás nos encontramos con otros momentos de dolor. ¿Qué significa mi dolor ante el dolor angustioso de los demás que quizás se mueren de hambre? A pesar de todas nuestras oscuridades tenemos que aprender a seguir mirando en nuestro entorno para captar la realidad que podamos descubrir. Estamos comiendo con la televisión encendida, es la hora de las noticias, nosotros estamos como abstraídos por lo que estamos haciendo o lo que puedan ser los problemas de cada día, pero la televisión nos está dando noticias de muertes y de guerras, de violencias y de un mundo roto; quisiéramos quizás apagar la televisión, pero ¿nos quedaremos insensibles ante todo lo que vemos? ¿Solo va a ser una compasión pasajera que quizás pronto querremos olvidar para que no nos amargue el día?

En aquella ocasión en que Jesús se había ido a un lugar apartado tras las noticias trágicas que le habían llegado, se encuentro con una multitud por un lado con todos sus sufrimientos, con ansias de algo distinto y mejor y por eso querían estar con Jesús y escucharle, pero también con una muchedumbre hambrienta. Y es entonces cuando comienza el actuar de Jesús pero también la invitación a nuestro actuar para no quedarnos en solo compasiones momentáneas.

Jesús se sienta en medio de las gentes y habla con ellos, les enseña y les va curando sus corazones, pero también sus cuerpos doloridos por tantas enfermedades, sufrimientos y carencias. En los discípulos se despierta algo, sienten compasión de aquella gente que no tiene que comer porque han venido de lejos y le piden a Jesús que los despida para que antes de que anochezca puedan llegar a donde puedan encontrar comida. Pero aquí está la palabra comprometedora de Jesús. ‘Dadles vosotros de comer’.

¿Qué pueden hacer? Ya bastante están haciendo con hablar con Jesús para poner remedio y la gente pueda buscar. Además ¿qué pueden hacer ellos con las pocas provisiones que aún les quedan, solo tienen cinco panes y dos peces? Sienten compasión pero se quedan paralizados ante la magnitud de lo que se les presenta por delante.

Jesús tomará la iniciativa, que les traigan aquellos panes aunque sean tan pocos. Jesús como siempre tiene una palabra de bendición, bendición para Dios en primer lugar porque en Él tenemos las fuerzas y tenemos la luz, bendición para Dios que realiza en nosotros aunque seamos pequeños cosas grandes, bendición para Dios porque siempre y por encima de todo el nombre de Dios ha de ser bendito. ¿No será eso lo que nos ha enseñado en el padrenuestro para lo que tiene que ser nuestra oración a Dios? ‘Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad…’

Pero será bendición para quienes han ofrecido aquellos panes, será hacer que aquella gente a pesar de sus calamidades pueda sentirse bendecida por Dios. Algún día dirán que Dios ha visitado a su pueblo. Allí se está haciendo esa visita de Dios, porque allí se está derramando el amor cuando se ha sabido compartir aunque sea solo lo poco que tengamos.

¿Cómo vamos a hacer patente esa visita de Dios a su pueblo hoy, esa bendición de Dios a este nuestro mundo tan roto y con tanto sufrimiento? Es lo que nos está pidiendo Jesús ‘dadles vosotros de comer’. Somos nosotros los que tenemos que hacer palpable con nuestro actuar y con nuestro compromiso esa bendición de Dios trabajando por hacer un mundo distinto y mejor. ¿Nos quedaremos una vez más con los brazos cruzados porque no sabemos qué hacer o porque sentimos la pequeñez de nuestros pobres cinco panes?


domingo, 3 de agosto de 2025

Cultivemos aquellos valores que van a dar trascendencia a nuestra vida, que nunca nos aíslan sino que siempre crean comunión con los demás

 


Cultivemos aquellos valores que van a dar trascendencia a nuestra vida, que nunca nos aíslan sino que siempre crean comunión con los demás

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23; Salmo 89; Colosenses 3, 1-5. 9-11; Lucas 12, 13-21

Qué contentos y felices nos sentimos si las cosas nos salen bien; es muy humano, es una satisfacción que nos sale del corazón, tenemos también que reconocerlo. Que podemos completar nuestro trabajo y obtener su rendimiento y beneficios, es algo que todos deseamos; que el agricultor tiene una buena cosecha de la que va a sacar también una riqueza para su vida, es algo en lo que se siente feliz porque para algo trabajo y a todos nos gusta ver sus beneficios; y así podríamos seguir haciéndonos consideraciones en plan bien y positivo, porque seguramente, y lo decimos por poner una nota distinta al cuadro que muchas veces se nos puede presentar, también hacemos partícipes de alguna manera de nuestra alegría, de nuestro triunfo a los que nos rodean.

Hasta aquí en lo que vamos describiendo como base y punto de partida de nuestra reflexión no hemos dejado traslucir la avaricia y la codicia que sin embargo muchas veces en estos asuntos materiales suele aparecer. Cuando tenemos entre manos este tema de ganancias, de frutos y de resultados sabemos que es una pendiente muy resbaladiza por la que podemos caer y nos vemos envueltos fácilmente en esa codicia de la vida, en esa avaricia para querer acumular, y a la larga ese encerrarnos en nosotros mismos para disfrutar nosotros solos de lo que tenemos.

Que esa avaricia nos puede aparecer en estos temas tan materiales como lo económico, pero que no la reducimos solamente a estos campos, porque nos puede aparecer también en muchas actitudes egoístas que nos encierran en nosotros mismos y nos hacen despreocuparnos totalmente de los demás. Vamos a ser felices nosotros y a los demás que los parta un rayo, diciendo pronto y mal.

El evangelio parte de hoy de lo que podríamos considerar una anécdota. Uno que tenía problemas con su familia a cuenta del tema de las herencias viene a pedirle a Jesús que intervenga; era propio de alguna manera de aquellos maestros de la ley entre los judíos que fueran como jueces de paz en esas reyertas que habitualmente podrían surgir en muchos individuos y en las familias. El hecho del que se nos habla no está tan lejos de muchas cosas que en ese tema surgen también entre nosotros hoy.

Pero la respuesta de Jesús parece en principio tirar balones fuera. ‘¿A qué me vienes con esas? ¿Quién me ha nombrado a mí juez en estos asuntos?’ Pero aunque parece no querer intervenir nos deja una hermosa sentencia que luego nos ampliará con la pequeña parábola que nos ofrecerá. ‘Guardaos de toda clase de codicia’, no tiene sentido estarse agobiando tanto por estos temas, viene a decirnos Jesús, que por eso no nos llegue a faltar la paz.

Pero continuará Jesús con una pequeña parábola. El terrateniente que tiene una buena cosecha, mejor de lo que se esperaba y por eso tendrá que ampliar sus bodegas y graneros; ahora piensa que ya en la vida lo tiene todo resuelto, ahora toca el vivir la vida. Cuántas veces soñamos con esas cosas, para no tener que trabajar, para no tener que estar agobiado cada día y poder dedicarse a pasarlo bien. Lo sueñan quienes han tenido un buen negocio, y que de ahora en adelante ya no quieren hacer nada; lo sueña el que llega a la jubilación, porque ahora que tiene su paga y no tiene que trabajar lo va a pasar muy bien, aunque al tercer día y ande aburrido sin saber que hacer o a qué dedicar su tiempo. Lo estamos viendo en nuestro entorno, nos puede suceder a nosotros. ¿Y qué sentido y valor le damos a la vida?

Hay un detalle en el que quiero fijarme y en el que alguien me ha hecho caer en la cuenta. ¿Os habéis dado cuenta de la soledad de este terrateniente? Ni se habla de familia, ni se habla de sus trabajadores, ni se habla de amigos y vecinos, ni se habla a aquellos con los que podría compartir estas riquezas que ha obtenido. Qué solo se encuentra en esa noche en que todo ese castillo se le viene al suelo porque le llega la hora de la muerte. ¿Quién va ahora a disfrutar de sus bienes, de los que él tampoco supo disfrutar?

Cuantas cosas nos aíslan, se convierten como en un circulo a nuestro alrededor y aunque nos creamos el centro qué solos estamos, qué vacío encontraremos entonces en nuestra vida. Busquemos y trabajamos por aquello que nos va a llenar por dentro, pero por aquello que nos va a llevar a encontrarnos con los demás, para que no sintamos ese vacío, para que no nos encontremos en esa soledad.

Solo la posesión de las cosas materiales no va a poner alegría en nuestra vida, porque además la avaricia con que vivimos nos hará andar preocupados y siempre desconfiados porque o nos lo pueden robar, o un día no lo podremos disfrutar.  ¿Serán otros los valores que en verdad tenemos que cultivar? Como termina diciéndonos Jesús seamos ricos ante Dios, porque no vayamos ante El con las manos vacías.