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viernes, 8 de agosto de 2025

El evangelio siempre es buena noticia que recibimos con alegría y con la misma alegría la trasmitimos

 


El evangelio siempre es buena noticia que recibimos con alegría y con la misma alegría la trasmitimos

Isaías 52, 7-10; Salmo 95; Mateo 5, 13-19

Los que nos traen buenas noticias son siempre bien recibidos, es más, serán agasajados con mucho entusiasmo y alegría. Hoy tenemos muchos medios de comunicación, de trasmitir noticias que en otros tiempos no teníamos; en mi infancia pasé por esas lagunas difíciles de las consecuencias de la emigración, pues mis hermanos y mi padre se tuvieron que ir a América; recuerdo siempre la alegría y emoción con que mi madre recibía sus cartas, pero más aún cuando alguien regresaba de Venezuela al pueblo acudíamos, como quien espera aguas de Mayo, a visitarle para saber de forma directa las noticias que nos podían traer de nuestra familia; cómo si nos visitaban esas personas para darnos noticia dentro de nuestra pobreza le ofrecíamos lo mejor como reconocimiento de las noticias ‘frescas’ que nos podían traer.

En todos los aspectos de la vida deseamos y necesitamos recibir cosas buenas de los demás, palabras que pongan esperanza y renovada ilusión en nuestras vidas; hay personas que se regodean en traernos noticias de cosas calamitosas, que nos están hablando con un tremendismo que al final lo que hace es poner miedo y temor en el alma, personas que parece que son adictas para hablarnos de cosas que nos quiten el sosiego y la paz, todo lo ven a lo tremendo, todo parece que va a tener un final catastrófico y en lugar de poner luz parece que van llenando el mundo de sombras.

Como decíamos al principio los que nos traen buenas noticias son bien recibidos, estamos deseosos de escuchar palabras de ánimo, que nos llenen de esperanza, que nos abran horizontes, que pongan una nueva luz en nuestra vida y en nuestro mundo. Y esto tiene que ser el evangelio de Jesús para nosotros. Es ‘evangelio’, o sea, buena noticia. Y las buenas noticias ponen gozo en el alma, por una buena noticia somos capaces de caminar lo que sea para ir a su encuentro.

Eso fue la vida de Jesús. Ese ha sido su mandato, esa es la misión que nos ha confiado, llevar una buena noticia a nuestro mundo. Esto tiene que ser siempre el evangelio en nuestra vida. Esa es la esperanza que tiene que suscitar siempre en nuestros corazones. Eso es lo que tiene que ser siempre un impacto para nuestra vida, porque las noticias nos sorprenden, pero si son buenas noticias no solo nos sorprenden sino que nos alegran el alma. Eso es lo que nosotros tenemos que anunciar.

Dicho así parece que resulta todo muy bonito, pero es aquí donde quizás tenemos que preguntarnos muchas cosas sobre el espíritu con que nosotros acogemos esa buena noticia. No podemos decir nunca eso ya me lo sé, eso ya lo he escuchado muchas veces. Para nosotros el evangelio tiene que ser siempre noticia para nosotros, y la noticia no nos cuenta cosas viejas, las noticias queremos que sean siempre nuevas para que realmente sean noticias. Pero ante el evangelio depende de la actitud con que nosotros vayamos a él, con la actitud con que nosotros lo escuchemos.

Es siempre algo nuevo que llega a nuestra vida. Y por muy monótona o de rutina que hayamos hecho nuestra vida, nuestra vida va continuamente cambiando; no vivimos hoy lo mismo que vivimos ayer, cada momento tiene sus circunstancias, cada momento en la vida tiene su novedad, en cada momento podemos descubrir algo nuevo, un nuevo matiz; y el evangelio viene a iluminar nuestra vida hoy, en el aquí y en el ahora, en lo que son ahora mis circunstancias y en lo que hoy estoy realizando. Y ahí tenemos que sentir esa novedad del evangelio, esa luz nueva que nos va ofreciendo el evangelio en todo momento.

Pero eso es lo que tenemos que ser nosotros para los demás. Somos, tenemos que ser portadores del evangelio, evangelizadores, decimos. Y como buena noticia se lo ofrecemos al mundo; de la autenticidad con que nosotros los anunciemos va a depender en cierto modo que como tal lo reciban quienes nos escuchan, como buena noticia para sus vidas. Pero es que tienen que notar que eso ha sido para nosotros y es por eso por lo que se lo trasmitimos. Lo triste sería que nosotros no transmitiéramos buena noticia, porque lo hemos convertido en una rutina en nuestra vida, porque no lo estamos reflejando en nosotros en una vida distinta.

Hoy nos ha dicho Jesús que tenemos que ser luz y que tenemos que ser sal. Que no podemos ocultar la luz, como no se puede ocultar una ciudad edificado en lo alto de un monte, ni podemos hacer que nuestra vida no sea sal, porque hayamos perdido el sabor. La sal que no da sabor ya no sirve para nada. ¿Nos estará pasando a nosotros? ¿Qué sabor desde el evangelio le estamos queriendo trasmitir a nuestro mundo? La tenemos que recibir con alegría y con alegría tenemos que transmitirla.

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