No nos podemos quedar con los brazos cruzados solo diciendo palabras de compasión o lamentándonos de la pobreza de nuestros cinco panes
Números 11,4b-15; Salmo 80; Mateo 14,13-21
La compasión que se queda solo en palabras podríamos decir que es una compasión a medias. No son sólo sentimientos que se pueden quedar en pasajeros u ocasionales sino que tiene que traducirse en hechos concretos, para hacer que esos sentimientos se transformen en realidades que curen y que sanen aquello que nos mueve a compasión. Es un dolor que parece intolerable o una situación injusta que contemplamos, una necesidad que conlleva un sufrimiento o una amargura del alma que nos transmite también a nosotros amargura. No podemos quedarnos en decir ‘qué pena’, ‘pobrecitos’, sino que hemos de hacer algo por mitigar ese dolor, solucionar esa situación injusta, remediar esa necesidad, curar la razón de ese sufrimiento, aliviar esa amargura; y eso no lo hacemos solo con palabras o con esa compasión que decimos que compartimos pero en la que no ponemos lo que podamos de nuestra parte para remediarla.
Es lo que nos está enseñando esta página del evangelio. Hay, es cierto, un dolor en el alma de Jesús ante la noticia de la muerte cruenta del Bautista a manos de Herodes; como sucede en estos momentos de dolor buscamos el silencio que nos serene por dentro, que nos haga encontrar luz en esas oscuridades que nos llena el alma cuando nos suceden cosas duras; ¿no habremos dicho alguna vez cuando nos encontramos en situaciones duras que nos aparecen en la vida que no queremos ver a nadie? Jesús al enterarse de lo sucedido se marcha a un lugar solitario con sus discípulos.
Pero, como nos sucede muchas veces, ese remedio que buscamos en esas soledades se transforma en nuestro corazón cuando quizás nos encontramos con otros momentos de dolor. ¿Qué significa mi dolor ante el dolor angustioso de los demás que quizás se mueren de hambre? A pesar de todas nuestras oscuridades tenemos que aprender a seguir mirando en nuestro entorno para captar la realidad que podamos descubrir. Estamos comiendo con la televisión encendida, es la hora de las noticias, nosotros estamos como abstraídos por lo que estamos haciendo o lo que puedan ser los problemas de cada día, pero la televisión nos está dando noticias de muertes y de guerras, de violencias y de un mundo roto; quisiéramos quizás apagar la televisión, pero ¿nos quedaremos insensibles ante todo lo que vemos? ¿Solo va a ser una compasión pasajera que quizás pronto querremos olvidar para que no nos amargue el día?
En aquella ocasión en que Jesús se había ido a un lugar apartado tras las noticias trágicas que le habían llegado, se encuentro con una multitud por un lado con todos sus sufrimientos, con ansias de algo distinto y mejor y por eso querían estar con Jesús y escucharle, pero también con una muchedumbre hambrienta. Y es entonces cuando comienza el actuar de Jesús pero también la invitación a nuestro actuar para no quedarnos en solo compasiones momentáneas.
Jesús se sienta en medio de las gentes y habla con ellos, les enseña y les va curando sus corazones, pero también sus cuerpos doloridos por tantas enfermedades, sufrimientos y carencias. En los discípulos se despierta algo, sienten compasión de aquella gente que no tiene que comer porque han venido de lejos y le piden a Jesús que los despida para que antes de que anochezca puedan llegar a donde puedan encontrar comida. Pero aquí está la palabra comprometedora de Jesús. ‘Dadles vosotros de comer’.
¿Qué pueden hacer? Ya bastante están haciendo con hablar con Jesús para poner remedio y la gente pueda buscar. Además ¿qué pueden hacer ellos con las pocas provisiones que aún les quedan, solo tienen cinco panes y dos peces? Sienten compasión pero se quedan paralizados ante la magnitud de lo que se les presenta por delante.
Jesús tomará la iniciativa, que les traigan aquellos panes aunque sean tan pocos. Jesús como siempre tiene una palabra de bendición, bendición para Dios en primer lugar porque en Él tenemos las fuerzas y tenemos la luz, bendición para Dios que realiza en nosotros aunque seamos pequeños cosas grandes, bendición para Dios porque siempre y por encima de todo el nombre de Dios ha de ser bendito. ¿No será eso lo que nos ha enseñado en el padrenuestro para lo que tiene que ser nuestra oración a Dios? ‘Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad…’
Pero será bendición para quienes han ofrecido aquellos panes, será hacer que aquella gente a pesar de sus calamidades pueda sentirse bendecida por Dios. Algún día dirán que Dios ha visitado a su pueblo. Allí se está haciendo esa visita de Dios, porque allí se está derramando el amor cuando se ha sabido compartir aunque sea solo lo poco que tengamos.
¿Cómo vamos a hacer patente esa visita de Dios a su pueblo hoy, esa bendición de Dios a este nuestro mundo tan roto y con tanto sufrimiento? Es lo que nos está pidiendo Jesús ‘dadles vosotros de comer’. Somos nosotros los que tenemos que hacer palpable con nuestro actuar y con nuestro compromiso esa bendición de Dios trabajando por hacer un mundo distinto y mejor. ¿Nos quedaremos una vez más con los brazos cruzados porque no sabemos qué hacer o porque sentimos la pequeñez de nuestros pobres cinco panes?
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