Al seguir a Jesús emprendemos el camino del amor, el camino de la luz
Isaías
58,9b-14; Sal
85; Lucas
5,27-32
‘Cuando partas tu pan
con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las
tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía’. El amor ilumina la vida del hombre. Amar es vida;
quien ama reparte vida; al amar no solo nos llenamos nosotros de luz, sino que
estamos llenando de luz nuestro mundo.
Ojalá lo
entendiéramos todos y lo comenzáramos a vivir con intensidad. Hay demasiada
oscuridad porque hay demasiado odio, demasiado desamor, demasiada
insolidaridad. Mientras guardamos resentimientos en nuestro corazón cada vez
nuestra vida se llena de más tinieblas; y nos cuesta perdonar y olvidar;
tenemos la tentación de estar siempre recordando y reviviendo aquello que quizá
un día nos hicieron mal y nos hizo daño y al revivirlo continuamente nos
llenamos de oscuridad y vamos repartiendo oscuridad en nuestro entorno, porque
creamos desconfianzas, recelos, resentimientos; tenemos que aprender a
vaciarnos de esas oscuridades.
Y el camino es comenzar a amar de verdad; y amaremos de
verdad olvidándonos de nosotros mismos para ver qué luz podemos llevar a los
demás; claro que no podremos llevar luz sin mantenemos oscuridades en nuestro
interior; por eso hemos de vaciarnos de nosotros mismos luchando incluso contra
nosotros mismos en esos resabios de egoísmo y orgullo que nos pueden aparecer
de nuevo, que pueden rebrotar en cualquier momento. Cuando comenzamos a pensar
más en los demás y menos en nosotros mismos comenzaremos a tronchar esos brotes
que podrían volver a surgir.
Aprende a ser solidario; aprendamos a ver esa necesidad
que tiene nuestro hermano y al que no podemos dejar solo; aprendamos a
desprendernos de nosotros mismos y ser solidarios de verdad compartiendo lo que
somos y tenemos con los demás, compartiendo esa luz que seguro sigue existiendo
en nuestro interior aunque algunas veces la tengamos tapada. Esa capacidad de
amar siempre está en nosotros, porque además así hemos sido creados. Recordemos
que Adán allá en el paraíso no podía estar solo, necesitaba a alguien como el
con quien compartir su vida; esto nos está enseñando como hemos sido creados
para el amor y para la solidaridad.
Jesús nos invita a seguir, como invitó a Leví, aquel recaudador
de impuestos del que nos habla hoy el evangelio. Podíamos decir que tenía de
todo porque era rico, por su condición y por su trabajo; pero cuando escuchó la
llamada del Señor supo descubrir la verdadera riqueza que llenaría su vida; y
se fue con Jesús, se puso a caminar por los caminos del amor, por los caminos
que llenarían de luz el mundo, cuando anunciara el evangelio de Jesús a los demás.
Es lo que tenemos que hacer nosotros, emprender el camino de la luz, el camino
del amor.