El camino de Jesús hasta la Pascua
se convierte también en nuestro camino.
Deuteronomio
30,15-20; Sal
1; Lucas
9,22-25
‘El Hijo del hombre
tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y
escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día’. Ya desde el inicio de la Cuaresma
nos recuerda el anuncio de Jesús, de su pasión, de su pascua. ‘El Hijo del hombre tiene que padecer mucho,
ser desechado…’
Pero a continuación nos dice lo que de ser la vida del discípulo,
seguir sus pasos. ‘El que quiera
seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga
conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su
vida por mi causa la salvará’. También tenemos que pasar por la cruz, por
la negación de nosotros mismos, por entregarnos como El se entregó. El camino de Jesús hasta la Pascua se
convierte también en nuestro camino.
Nos viene bien recordarlo desde el principio de este
camino cuaresmal que estamos haciendo. Como nos decía la primera lectura ante
nosotros están dos caminos; hemos de elegir. Camino de muerte o camino de vida,
camino de seguir a Jesús o camino de seguir nuestros particulares proyectos. Si
escogemos el camino de Jesús sabemos que es el camino del amor, pero el amor es
entrega, es olvidarse de sí mismo, es darse por los demás.
Algunas veces puede ser doloroso, porque es un camino
de pascua, que es un camino de pasión y de muerte, pero sabemos que nos lleva a
la resurrección y a la vida. ‘El que
quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la
salvará’. Y eso cuesta. Eso se hace realidad en muchas circunstancias de la
vida, muchas cosas que nos encontramos en el camino, muchas cosas que nosotros
mismos nos creamos en ocasiones y de las que tenemos que arrancarnos.
Cada uno miremos nuestra vida, nuestra vida personal
con sus luchas y deseos de superación, con sus problemas y con sus
sufrimientos, pero también miremos nuestra vida en relación a los demás, la
familia, los que están cerca de nosotros, aquellos con los que convivimos, con
ese mundo que nos rodea también tan lleno de sufrimientos; no tenemos que mirar
solo nuestros sufrimientos personales, sino que hemos de tener una mirada amplia para ver cuanto dolor hay en
los que nos rodean.
Emprendamos con arrojo y valentía el camino, hagámoslo
con generosidad y con amor. Porque de una cosa estamos seguros, y es que el
Señor en ese camino está a nuestro lado, aunque algunas veces nos cueste verlo.
Pero nos confiamos plenamente en El que es nuestra fuerza y nuestra vida.
Que así se vaya realizando esa transformación de
nuestra vida que queremos realizar en este camino cuaresmal cuando hemos
escuchado la llamada a la conversión. Así podremos llegar a la pascua.
Caminemos con esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario