Decían que no estaba en sus cabales y lo decimos también de los demás
Hebreos, 9, 2-3.11-14; Sal. 46; Mc. 3, 20-21
Es bien breve el texto del evangelio de hoy, apenas dos
versículos, pero creo, sin embargo que nos puede decir muchas cosas. Nunca
hemos de considerar de poca importancia la Palabra que se nos proclama sea cual
sea la cantidad de versículos que se nos
ofrezcan. Siempre con un corazón lleno de fe hemos de saber acoger la Palabra
que el Señor quiere decirnos. Siempre tendrá un mensaje para nuestra vida.
Por el temor respetuoso con que nos acercamos a Jesús,
por la fe que hemos puesto en El y por el amor que tenemos nos puede resultar
incomprensible o chocante lo que nos dice el evangelio que ‘la familia de Jesús vino para llevárselo porque decían que no estaba
en sus cabales’.
En cierto modo, humanamente hablando, puede resultar
una reacción normal por parte de la familia. Jesús había dejado todo para
ponerse a anunciar el Reino de Dios y, aunque había mucha gente que lo seguía o
que venía hasta él con sus enfermedades y dolencias para que los curara,
también iba apareciendo cierta oposición por parte de las personas importantes
e influyentes de la sociedad de entonces. A nadie le gusta que un familiar suyo
sea vejado por parte de los demás o se encuentre con fuertes oposiciones, porque
ya hemos escuchado cómo ‘los fariseos se pusieron a planear con los herodianos
el modo de acabar con El’.
Como iremos viendo a lo largo del Evangelio Jesús no
tiene ningún temor, se siente totalmente libre quien ha venido a darnos la
libertad verdadera, y seguirá adelante en su misión de anunciar el Reino,
traernos el Evangelio y alcanzarnos la salvación porque su amor es tan grande
que le llevará a dar su vida, en el acto de amor más sublime, por aquellos a
los que ama, por nosotros. Ojalá tuviéramos nosotros siempre esa libertad de
espíritu para actuar sin ningún temor y mostrarnos en verdad como verdaderos
testigos del evangelio.
Tenemos la experiencia muchas veces bien cercana a
nosotros de escuchar reacciones semejantes a estas que nos cuenta hoy el
evangelio en nuestro entorno cuando vemos a una persona entregada por los
demás, por hacer el bien, por vivir un compromiso serio por la sociedad en la
que vive. ‘Ese está loco’, habremos
escuchado decir o le habremos dicho a alguien en alguna ocasión. Es la reacción
que tienen muchas familias por ejemplo cuando un hijo o una hija dice que quiere ser
sacerdote, que quiere ser religiosa. Cuántas cosas se dicen, cuanta oposición y
cuantos sufrimientos. Es lo que hoy estamos viendo en el evangelio que sucede
con Jesús.
Jesús tiene clara su misión. Es lo que nosotros también
hemos de tener claro cuando recibimos una llamada en el corazón y lo que
necesitamos es generosidad y disponibilidad para responder. Pero también hemos
de aprender la lección en relación a los demás. No podemos juzgar, tenemos que
saber aceptar, valorar la entrega de los otros, a saber apoyar también lo bueno
que hagan o quieran hacer los demás. Cuántas vocaciones se frustran en muchas
ocasiones porque no las hemos apoyado lo suficiente, tanto en el aspecto de la
vida religiosa, como de compromiso social.
Creo que esto que estamos reflexionando puede ser un
bueno motivo de oración para nosotros. Oración para sentir en nosotros la
fuerza del Espíritu del Señor cuando hay una llamada en nuestro corazón y
tengamos la gracia y la fortaleza de seguir adelante respondiendo a lo que nos
pida el Señor. Oración también por los demás, por los que sienten esa inquietud
en el corazón por lo bueno, por luchar por un mundo mejor, por vivir un
compromiso social o por los que sienten la llamada del Señor en su corazón para
seguirle con total radicalidad entregándose al Sacerdocio, o a la vida
religiosa o misionera. Pidamos que no les falte nunca la gracia del Señor que fortalezca
sus voluntades y les dé generosidad en su corazón.