Hay un milagro que se llama amor, solidaridad, justicia que podemos realizar con los siete panes de nuestra pobreza para hacer un mundo mejor
Génesis
3,9-24; Sal 89; Marcos 8,1-10
‘¿Cuántos panes tenéis?’ les pregunta Jesús a los discípulos.
Una pregunta que nos tendría que hacer pensar.
Estaban en despoblado, lejos de poblaciones en los caminos que Jesús
hacía de un lado para otro anunciando el Reino; pero las gentes se iban detrás
de El porque querían escucharle, porque querían estar con El; ahora llevan
varios días y están lejos de sus casas o de algún poblado donde puedan
conseguir panes para comer porque las provisiones se han agotado.
Jesús les plantea el problema a los discípulos más cercanos, aquellos
que estaban siempre con El y conocían ya más en profundidad el mensaje de Jesús;
pero podríamos decir que aun están verdes y ahora van a recibir una lección.
Como le responden que están lejos de donde poder conseguir comida, les pregunta
‘¿Cuántos panes tenéis?’ Solo siete panes para una multitud tan grande;
luego nos hablará el evangelista de miles de personas.
No tenemos pan, no hay comida para tantos, la población del mundo
crece y crece, escuchamos también comentarios. Los problemas son graves, la
crisis económica mundial no se termina de resolver. Nos encontramos también con
filas interminables, por decirlo de algún modo, de gente que está pasando
necesidad. Ya no es solo pensar en el tercer mundo, en países menos
desarrollados, donde los problemas siguen y aumentan. Los tenemos a nuestro
lado, en nuestro mundo desarrollado, en este mundo en el que hablamos de una
sociedad del bienestar, al menos eso nos han vendido.
Y sabemos, porque muchas veces los conocemos por sus nombres aunque
otras veces no queremos enterarnos, no queremos ni mirarles a la cara, que hay
mucha gente con problemas incluso de subsistencia, que son echados de sus
viviendas por no poder pagar, que duermen en los bancos de los parques o a la
sombra de algún puente, que nos encontramos por las esquinas tendiéndonos la
mano pidiéndonos una limosna.
¿Se nos estará preguntando también ‘cuántos panes tenéis’? ¿Qué
podemos hacer? ¿No podemos hacer nada y nos quedamos con los brazos cruzados?
En el relato del evangelio parece que solo había siete panes, pero que
no eran nada para tantos. Pero se multiplicaron y todos comieron hasta hartarse
e incluso sobraron panes que se recogieron para que no se perdieran. ¿Podremos
realizar nosotros también esa multiplicación de los panes? ¿Estaremos pidiendo
milagros?
Hay un milagro que se llama amor, que se llama solidaridad, que se
llama justicia. Es el que tenemos que comenzar a poner en juego. Hay muchos que
ya lo están poniendo en juego, hemos de reconocer. Con esa pobreza de nuestros
siete panes, de eso poquito que nosotros tenemos y que podemos aportar mucho se
puede hacer, grandes cosas se pueden hacer.
Algunos lo están haciendo. Hay gente, sí, que se preocupa por los
otros que pone voluntariamente su tiempo, su dedicación, unas horas al día o a
la semana unidos a otras personas; otros pondrán esos céntimos que pueden sacar
de su pobreza para compartirlo en justicia con los demás y el milagro se
realiza, y serán muchos los que coman en esos comedores sociales que por
ejemplo Cáritas u otras instituciones de la Iglesia o de grupos de cristianos
están realizando.
Tú quizá pones esos céntimos o esa pequeña moneda en la colecta, por
ejemplo, que se hace para Cáritas en nuestras parroquias; eso se unirá a ese
trabajo voluntario que otras muchas personas anónimas ponen de su parte y
surgen esos proyectos y esas acciones de Cáritas que ya no son solo dar de
comer o pagar unas deudas sino también muchas otras labores de promoción y de
desarrollo de la persona que calladamente se están realizando y del que muchas
personas se benefician.
Tendríamos que conocer más esas acciones que se están realizando y que
están ayudando a tanta gente. Seguro que seríamos capaces de poner con mayor
generosidad esos siete panes de cebada de nuestra pobreza y se realizará el
milagro del amor, de la solidaridad, de la justicia, como antes decíamos. Es en
lo que me hace pensar este milagro de la multiplicación de los panes que hoy
escuchamos en el evangelio.