No
podemos mirar alrededor y viendo cuanto hay que hacer en la vida sin embargo
desentendernos porque ahora es mi tiempo para mí
1 Reyes 3, 4-13; Sal 118; Marcos 6, 30-34
Un día la preguntaba a un amigo a qué
dedicaba su tiempo. Me habló enseguida de su trabajo, que tenía la suerte de
estar empleado, que tenía sus horas y en consecuencia recibía su remuneración.
Hasta aquí, bien. Pero seguí insistiendo en la pregunta, pero ¿a qué más cosas
te dedicas? Y me respondía que cuando terminaba su trabajo venía para su casa, también
pasaba ratos con los amigos, pero que tenía su tiempo para el relax y el
descanso. Yo seguía insistiendo, quizás de pesado, si acaso en su tiempo libre
no había pensado que podía hacer algo más, implicarse en alguna cosa,
prepararse para algo más en la vida; pero él se daba por satisfecho con lo que
tenía y con lo que hacía, que tampoco tenía grandes o nuevas aspiraciones, y
que ya estaba bien con sus horas de trabajo, que su tiempo lo quería para él.
Y yo pensaba, con todo lo que hay que
hacer en la vida; cuántas cosas a nuestro alrededor, aunque nadie nos lo pida,
podríamos hacer y que podríamos hacer que nuestra sociedad sea mejor; en cuántas
cosas podríamos participar, en cuántas cosas pondríamos la ilusión de algo
mejor, de algo nuevo no solo para nosotros sino también para los que nos
rodean. Pero ya nos sentimos cansados y agobiados con nuestro trabajo ordinario
y pensamos que nada más necesitamos hacer. ¿Es que no sentimos inquietud porque
nuestra sociedad sea mejor? ¡Qué miedo tenemos a implicamos! Porque implicarse
seguramente significaría complicarse.
Comienzo con este pensamiento mi reflexión
de hoy sobre el evangelio. ¿Qué es lo que vemos hacer a Jesús?
Hoy nos habla el evangelio de la vuelta
de los discípulos que Jesús había enviado a predicar con su misma misión. Le
cuentan cómo les ha ido, y entonces Jesús toma la iniciativa de querer
llevarlos a un lugar apartado para descansar; para descansar que significaría
seguramente compartir todas aquellas experiencias que habían vivido y en ese
compartir se reflexiona y se aprende desde lo mismo que hemos hecho. Y es que
si seguían donde estaban no podrían tener esos tiempos de relax, vamos a
llamarlos así. ‘Eran muchos los que iban y venían, nos comenta el
evangelista, que no tenían tiempo ni para comer’. Como diría alguno, ojo al
dato.
Pero cuando llegan a aquel lugar que
Jesús se había escogido se encuentran con una multitud esperándolos. Habían
adivinado, podríamos decir, a donde se iba Jesús con aquellos discípulos más
cercanos, y por sus medios, buscándose sus propios caminos lograron adelantarse
a la llegada de Jesús.
Habían hecho su trabajo, podríamos
pensar, y si allí se habían dirigido era para descansar. ¿Qué hacer? ¿Despedir
a aquella gente porque ahora no era el momento? Es que hoy no toca, nos decimos
muchas veces; es que están fuera de horario, nos dicen en alguna ocasión; es
que ahora tenemos que dedicarnos a otras cosas, vuelva usted mañana, es algo
que con frecuencia escuchamos, o acaso nosotros decimos también.
Y nos dice el evangelista que ‘al
desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban
como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas’.
No había tiempo ni para comer, ahora venían buscando el descanso, pero ‘Jesus se
puso a enseñarles’. ¿Cómo podría Jesús desentenderse de aquellos a los que contemplaba ‘como
ovejas que no tienen pastor’? ¿Podemos mirar alrededor y viendo cuanto hay
que hacer en la vida y sin embargo desentendernos porque ahora es nuestro
tiempo? ¿Cuál es el verdadero trabajo al que estamos llamados?
No podemos seguir con las manos vacías;
no las llenamos solo porque cumplamos con unas obligaciones, cosa que tenemos
que hacer también. Pero hay unos valores que tenemos que desarrollar, hay algo
bueno que podemos compartir, hay algo enfermo que podemos sanar, hay una
alegría más que podemos poner en nuestro mundo, hay una ternura que repartir.
No nos crucemos de brazos contemplando la hermosa tarea que podemos
desarrollar.