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martes, 30 de enero de 2024

Aunque los caminos se nos vuelvan oscuros y todo parezcan montañas que superar, mantengamos la fe porque Jesús camina siempre a nuestro lado y encontraremos la luz

 


Aunque los caminos se nos vuelvan oscuros y todo parezcan montañas que superar, mantengamos la fe porque Jesús camina siempre a nuestro lado y encontraremos la luz

2 Samuel 18, 9-10. 14b. 24-25a. 31 – 19, 3; Sal 85; Marcos 5, 21-43

Nos sucede muchas veces, nos encontramos pasando por un mal momento del que queremos salir, pero parece que todo son dificultades, murallas que parecen interponerse para encontrar la solución. Y muchas veces parte de nosotros mismos, de nuestra indecisión o de nuestros miedos, como también en el camino podemos encontrarnos obstáculos, desde quienes parece que se gozan en hacernos creer que es grande la dificultad, o también de prejuicios o respetos sociales, por llamarlos de alguna manera que nos hacen temer que aquello no tiene solución o ya no hay remedio.

Pero si tenemos claro a dónde podemos acudir, no nos dejamos llevar por esos posibles prejuicios sociales, y no hacemos caso a tantos agoreros que nos ponen las cosas cada vez más negras, podremos tomar la valiente decisión de encontrar la solución o el camino para esa recuperación que necesitamos.

Muchas de estas cosas que hemos ido mencionando de lo que nos sucede en la vida podemos ver reflejadas en el pasaje del evangelio que hoy se nos presenta. En primer lugar está Jairo, era un hombre importante e influyente, que podía pertenecer de alguna manera a la clase dirigente de aquella sociedad, puesto que era el Jefe de la Sinagoga. Su situación social le podía estar cerca de aquellos escribas y fariseos que tanta oposición comenzaban a hacer a Jesús. Pero Jairo se encuentra con su hija enferma y, como dice él, está en las últimas. ¿A quién acudir? ¿Se atreverá con la prestancia de su figura a acudir como uno más hasta Jesús para que sane a su hija? Saltándose todos los prejuicios que le podían imponer de alguna manera los principales opositores a Jesús, se atreve a ir al encuentro con Jesús, cuando está llegando ahora en barca después de atravesar el lago, para pedirle que vaya a curar a su hija.


Parece que todo son prisas dada la urgencia de la situación de aquella niña. Pero Jesús ha tenido que detenerse en camino. Una mujer con hemorragias en la que se había gastado una fortuna buscando remedio para su enfermedad se ha atrevido a ir por detrás de Jesús a tocar el manto, con la confianza de que solo es necesario eso para curarse. No podría estar aquella mujer en medio de la aglomeración de personas que rodean a Jesús porque ella por su enfermedad es una mujer impura. Pero ha saltado todas esas conveniencias sociales y se ha acercado a Jesús.

Jesús ha sentido que alguien le ha tocado y se detiene en su camino, para impaciencia de Jairo. ‘¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaban: Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: ¿Quién me ha tocado?’ La mujer temblorosa no ha tenido más remedio que dar un paso adelante ‘y se echó a sus pies’. ‘Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad’, le dice Jesús.

Jairo le apremia y llegan malas noticias. No hay que molestar al maestro, la niña ha muerto. Otra barrera que se impone. Parece que la oscuridad de la muerte quiere hacer presencia. Tantos nubarrones negros que podrán descorrerse si mantenemos la fe. Es lo que le dice Jesús a Jairo. ‘No temas; basta que tengas fe’. Y continúan el camino, encontrándose la casa llena ya de las plañideras que lloran la muerte de la niña. ‘¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida’. Pero comenta el evangelista que se reían de El.  ¡Cuántos se ríen de nuestra fe! ¡Cuántas veces nos acobardamos temiendo esas burlas que podamos recibir por nuestra fe!


Y ya sabemos el final del relato. La tomó de la mano y la levantó y se la entregó a los padres. A pesar de que el camino se había llenado de sombras al final apareció la luz. También seguramente lo habremos experimentado cuando hemos mantenido con valentía nuestra fe. ¡Qué satisfacción más honda sentimos en el alma! No nos falta la luz porque nunca faltará la presencia de Dios que camina a nuestro lado y que se nos manifiesta de tantas maneras. Como lo hizo Jesús con Jairo, y como también le dio oportunidad a aquella mujer. Yo lo he sentido en mi vida.

Basta que mantengamos nuestra fe.


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