Aprendamos del evangelio a ser
imagen de la misericordia de Dios con la acogida de corazón que hagamos a todos
sin distinción
1Samuel
9,1-4.17-19; 10,1ª; Sal 20; Marcos 2,13-17
‘Mira con qué gente se
mezcla…’ es lo que
piensan y lo que murmuran los fariseos y los escribas que siempre estaban al
acecho de lo que hiciera Jesús.
Había llamado a un publicano - ‘Leví, el de Alfeo, que estaba sentado al mostrador de los impuestos’
- a seguirle; ahora estaba sentado a la mesa en su casa rodeado de otros
recaudadores de impuestos, amigos y compañeros de Leví en su profesión, pero a
los que llamaban publicanos porque los consideraban unos pecadores; entre la
gente que habitualmente seguía a Jesús no estaban precisamente los que pudieran
considerarse importantes y respetables en aquella sociedad; en un mundo como el
entonces en el que también se discriminaba a la mujer, son precisamente ellas
las que acompañan a Jesús junto al grupo de los discípulos que se va agrupando
y entre ellas estaban aquellas a las que Jesús había perdonados sus muchos
pecados a causa de su mala vida o hasta expulsado siete demonios como era
María, la de Magdala.
‘¡De modo que come con
publicanos y pecadores!’,
es el comentario que los escribas y fariseos les hacen a los discípulos de
Jesús. Pero es que Jesús quiere contar con todos sin ningún tipo de
discriminación. No sé si nosotros habremos aprendido la lección a pesar de los
veinte siglos transcurridos. Jesús les dice que el médico es para los enfermos
y que El no ha venido a llamar a los que ya se creen justos, sino a los
pecadores. Por eso serán los que se sienten débiles, indefensos, discriminados,
pecadores los que más pronto se acercan a Jesús.
Y nosotros seguimos haciendo distinciones. ¿Por qué si
está tan claro en el evangelio a nosotros nos cuesta tanto actuar a la manera
de Jesús? Cuánto nos cuesta acercarnos a aquellos que nos parecen más
desarrapados, que nos parece que andan metidos en chanchullos y en drogas.
Quizá vamos a la Iglesia y en la plaza nos encontramos esos grupos que por su
apariencia nos parecen más indeseables y como pasamos por ellos sin querer ni
siquiera mirarlos porque nos parece que nos podemos contagiar de sus miserias.
También nosotros tantas veces nos convertirnos en un
grupo de puritanos y gentes que nos creemos buenos y perfectos y en nuestro
interior también hacemos nuestros juicios y nuestros desprecios. ¿Es así cómo
vivimos el evangelio de Jesús? ¿Es así cómo queremos trasmitir la buena nueva
de Jesús a los demás? Hablamos mucho hoy de la necesaria nueva evangelización
de nuestro mundo que llamamos cristiano pero tantas veces lejano al evangelio.
Comencemos nosotros por dejarnos evangelizar, por dejarnos transformar por la
Buena Nueva de Jesús, convirtamos nuestro corazón viendo la enfermedad que
llevamos en nuestro interior donde aun no vivimos en toda su plenitud su amor.
Aprendamos del evangelio a ser imagen de la misericordia de Dios con la acogida
de corazón que hagamos a todos sin distinción
El Señor misericordioso inunde nuestro corazón con su
amor para empapados de él seamos en verdad signos de la misericordia del Señor
para los demás.