Creer en la Buena Noticia del Reino nos exige quitar negruras de desilusión y llenarnos de la alegría de la esperanza de que es posible ese mundo nuevo
1Samuel
1,1-8; Sal 115; Marcos 1,14-20
Con los medios de comunicación que hoy tenemos y con las redes sociales las
noticias podemos decir que nos llegan al instante. Pero aun recuerdo en mi
niñez y juventud con qué ansias esperábamos la tan deseada carta que nos
llegara de los familiares que se habían ido a América, en mi caso a Venezuela,
trayéndonos noticias de su estado; cómo al llegar noticias ya fuera a nosotros
mismos o nuestros vecinos en idénticas circunstancias nos comunicábamos la
buena noticia recibida que era motivo de alegría para todos.
Una buena noticia siempre es motivo de alegría que
además compartimos con los demás, con aquellos más cercanos a nosotros como
fueran familiares, amigos o vecinos. Una buena noticia parece que no nos la
podemos callar.
Esto tendría que ser siempre el evangelio para
nosotros, que eso mismo significa, buena noticia. Esa era la esperanza que
despertaba la presencia y la palabra de Jesús en aquellos pueblos y caminos de
Galilea. Jesús anunciaba una Buena Noticia que estaba por llegar, o más bien,
estaba llegando ya con su misma presencia. La gente quería escucharle porque
sentían que algo nuevo estaba sucediendo. ‘Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios’, les anuncia Jesús.
Pero Jesús nos viene a decir que para acoger y aceptar
esa buena noticia del Reino que llega son necesarias unas actitudes básicas en
la persona. Hay que abrir los oídos bien, hay que quitar todo lo que pueda
impedir que escuchemos esa buena noticia, hay que abrir el corazón y dejarse
transformar. Esa buena noticia no nos puede dejar impasibles, como meros
espectadores. Es necesario un cambio de actitudes en el corazón, en la vida, en
los comportamientos. ‘Convertios y creed
en el evangelio’, les dice.
Un cambio, pero que se acaban para siempre las desesperanzas
y desilusiones, los pesimismos con que veíamos la vida y las actitudes negativas.
Aquel que dice que esto siempre es lo mismo y que nada puede cambiar porque
todo va a seguir igual no tiene una buena actitud en su corazón para acoger el
Reino de Dios. Tenemos que sentir la novedad de lo que se nos anuncia; tenemos
que poner ilusión y esperanza; tenemos que creer que es posible cambiar, es
posible ese mundo nuevo. Lejos de nosotros todos los derrotismos que ya de
antemano nos hacen perdedores.
Por eso nos dice ‘convertios
y creed en la Buena Noticia?’ Tenemos que creer de verdad en esa buena
noticia que se nos anuncia y que tiene que llenarnos de alegría ya en su
anuncio; tenemos que poner una ilusión que contagie a los que están a nuestro
lado; creemos en verdad en ese reino nuevo que nos anuncia a Jesús. Por él tendríamos
que ser capaces de dejarlo todo.
El testimonio lo tenemos en el mismo evangelio.
Aquellos pescadores creyeron y estuvieron dispuestos a comenzar algo nuevo,
aunque eso significase un cambio de rumbo en sus vidas. ‘Inmediatamente dejaron las redes y
lo siguieron... se marcharon con El’. Es la imagen del cambio y de
la conversión; es la imagen de que creían de verdad aquella buena noticia que
les anunciaba Jesús; es la imagen de cómo se confiaban a aquel reino nuevo que
se les anunciaba y que ya comenzaba a hacerse presente en sus vidas.
¿Cuáles serán las redes que nosotros tendremos que
dejar atrás si en verdad queremos vivir en el Reino de Dios? Cada uno ha de
mirar esas redes en las que está enredado en su vida. Arranquemos de nosotros
esas negruras de desilusión y de desesperanza con que tantas veces vivimos;
comencemos a creer en verdad que a pesar de todas las negruras la luz del Reino
de Dios comienza a brillar y podemos en verdad transformar nuestro mundo; llenémonos
de esa alegría de poner toda nuestra fe y confianza en Jesús y contagiemos a
los demás de esa alegría. Puede ser el comienzo de una nueva evangelización
para nuestro mundo. ‘Se ha cumplido el
plazo’.
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