Concédenos, siguiendo el ejemplo de María, la gracia de aceptar con humildad de corazón tus designios
Una vez más escuchamos el anuncio de la Encarnación.
Dios que quiere hacerse hombre, encarnarse en las entrañas purísimas de María.
Para siempre va a ser para nosotros como lo había anunciado por boca del
profeta: Emmanuel, Dios con nosotros.
‘Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros’.
No nos cansamos de meditar en el misterio de la Encarnación
de Dios y más en estos días en que ya nos acercamos a la celebración de su
nacimiento. Importante y grandioso lo que vamos a celebrar, pero todo comienza
en este momento. El ángel viene hasta María de parte de Dios para traerle la
Buena Noticia del Misterio de Dios que en ella se va a realizar; y María dice:
Sí.
‘Aquí está la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra’. Es la respuesta de María. Por tantas veces que lo
hemos oído, lo hemos meditado, lo hemos querido hacer oración en nuestra vida,
pudiera parecernos fácil. Claro que María estaba llena de Dios, era la llena de
gracia, porque María en su fe estaba totalmente abierta a Dios a lo que fuera
su voluntad.
¿Para nosotros es fácil? Cuidado no nos acostumbremos a
las palabras y le hagamos perder su sentido. ‘Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo’, decimos cada
día o cada vez que rezamos el padrenuestro. Es un ponernos totalmente en las
manos de Dios sin reservarnos nada para nosotros. Y hemos de reconocer que no
es fácil, porque siempre miramos por nosotros, podemos estar pensando y hasta
donde nos llevará eso, y si seré capaz de hacerlo siempre así, buscar la
voluntad de Dios cuando en nuestro egoísmo o en nuestros temores comenzamos
pensando en nosotros mismos.
En la oración litúrgica de este día le hemos pedido al
Señor que ‘siguiendo el ejemplo de María,
nos conceda la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón’.
Que el Señor nos dé disponibilidad y valentía; que nos
dé humildad y grandeza de corazón; que nos dé la fortaleza de su Espíritu; que
como María sepamos abrirnos a Dios y dejarnos conducir por El; que nos
enriquezca con su gracia y con su amor para amar de la misma manera.
Es la mejor manera de prepararnos para la Navidad ya
tan cercana y recibir a Dios en nuestro corazón. Si aceptamos sus designios
llegará a nosotros su Salvación.