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viernes, 19 de diciembre de 2014

No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado…

No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado…

Las promesas de Dios siempre tienen su cumplimiento. Dios es fiel a sus promesas. Lo anunciado desde el principio comienza a realizarse. Dios siempre escucha las oraciones de los humildes.
‘No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado…’ son las palabras con las que le saluda el ángel del Señor cuando se le manifiesta allá en el templo junto al altar de incienso. ‘La muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso’, nos relata el evangelista. Pero intensa había sido la oración de aquel anciano sacerdote en su deseo de tener un hijo. Es a lo que ahora le responde el ángel de Dios.
Es humilde. No sabe qué decir. No se le ocurre decir sino preguntarse ‘¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada’. Preguntas lógicas quizá cuando no se ha terminado de creer que ‘para Dios nada hay imposible’, como luego el mismo ángel le dirá a María. Y el ángel le da pruebas, aunque le resulten dolorosas. Pero la palabra del Señor se cumplirá. ‘Días después concibió Isabel, su mujer’, terminará diciéndonos el evangelista.
Que se mantenga viva nuestra esperanza. Viene el Señor para que se manifieste su misericordia, como cantará más tarde Zacarías. Viene el Señor y nosotros mantenemos viva nuestra esperanza. Nos queda la oración, como la de aquel pueblo que ‘pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso’; como Zacarías que una y otra vez había implorado al Señor; cómo sería de intensa su oración en aquel momento en que se había acercado al altar del Señor para hacer la ofrenda del incienso.
Que así nos preparemos para la venida del Señor. Es el camino de adviento que vamos haciendo. Son los caminos de nuestra vida siempre llenos de esperanza y abiertos a lo que es la voluntad del Señor. Es el camino que siempre vamos haciendo buscando la salvación y la gracia del Señor.
Que lleguemos a sentir en lo hondo de nuestro corazón como dichas a nosotros las palabras que le dirigió el ángel al anciano Zacarías. Es nuestro consuelo y nuestra esperanza.

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