Como un faro de luz que ilumina en la noche las tenebrosas
oscuridades para hacernos encontrar el camino reflejemos la luz de Cristo que
sigue sentido de vida para el hombre de hoy
Isaías 52, 7-10; Sal 95; Mateo 5, 13-19
La luz es para ponerla
donde alumbre; si es luz tiene que iluminar, no la podemos ocultar, su brillo y
resplandor hará que veamos con claridad; y cuando vemos con claridad los
peligros se alejan, la seguridad está garantizada, veremos con claridad el
camino, podremos salvar los obstáculos, nos da confianza en nuestro caminar.
Pero hay luces que nos
engañan, o que no están en el lugar adecuado, o que encandilan y nos ciegan
porque no nos ofrecen la claridad adecuada. Algunas veces tendemos a difuminar
las luces, o con ellas queremos resaltar lo que nos apetece y dejamos en
sombras lo que no nos gusta, pero que no deja de estar ahí; por su situación o
por los intereses de donde están colocadas quizás nos pueden distraer o engañar
porque no nos ofrecen la realidad, la verdad auténtica. Tenemos que discernir
bien para que no nos entre confusión.
Jesús nos habla de la
luz, de lo importante que es la luz, donde podemos encontrar la verdadera luz y
como nosotros tenemos que reflejar esa luz, siendo luz para los demás. Tenemos
que entenderlo muy bien, porque con demasiadas confusiones andamos en la vida;
hay muchas ocasiones en que nos parece que andamos a oscuras porque nubarrones
de sombras se ciernen sobre la sociedad en la que vivimos, sobre nosotros
mismos que nos llenamos de confusiones. Los problemas que nos van apareciendo
en la sociedad, cada día parece que más multiplicados, nos meten en un callejón
de confusiones que nos parece que somos tragados por las oscuridades de la
vida. Pudiera sucedernos que de donde tendríamos que esperar esa luz que nos
ilumine no nos llega o nos llegan confusiones.
Y tenemos que
preguntarnos donde estamos los cristianos en ese mar de confusiones de nuestro
mundo. Nos decimos cristianos pero parece en ocasiones que nos faltan
seguridades; porque no hemos echado bien el ancla donde teníamos que echarla.
El ancla sirve para que el barco no se vaya a la deriva empujado por los
vientos o la Marsella. El buen marino sabe bien donde echarla para darle
seguridad a su embarcación. Y nosotros ¿habremos anclado bien nuestra vida en Jesús?
¿Nos habremos de verdad dejado iluminar por su luz? Porque quizá esas
confusiones en que nos vemos envueltos es porque no nos hemos dejado iluminar
bien por la luz de Jesús.
Tenemos que dejar que
esa luz de Jesús que nos llega en su evangelio ilumine de verdad cada rincón de
nuestra vida; así encontraremos sentido a cada cosa, encontraremos seguridad en
cualquier situación, veremos claramente el sentido de las cosas, podemos
convertirnos en faros de luz, que reflejen la luz de Cristo, para todos cuantos
están a nuestro lado. Tenemos que ser luz en medio del mundo; el testimonio de
nuestra vida bien iluminada por Cristo tiene que ser ese faro de luz que
oriente, ayude a encontrar el rumbo a los que están a nuestro lado.
Como ese faro que en
la noche ilumina las aguas tenebrosas de nuestros mares y por su posición y por
los guiños que nos hace nos previene de los peligros, nos señala el buen rumbo,
nos hace navegar con seguridad. Eso tenemos que ser en medio del mundo para que
no se ahogue en sus oscuridades, pero igual que el faro marítimo tiene que
funcionar bien, así nosotros tenemos que reflejar de manera acertada en nuestra
vida esa luz de Cristo que nos ilumina.
Nos estamos haciendo
esta reflexión a partir del evangelio que escuchamos en la fiesta de santo
Domingo de Guzmán que hoy celebramos. El fue un faro de luz en su tiempo,
tenebroso y tan lleno de herejías contra las que luchó con su predicación. Así
nació la Orden de Predicadores con esa vocación de llegar la luz del mensaje de
Jesús por el mundo con la predicación. Así su testimonio sigue ayudándonos hoy
e impulsándonos a que llevemos la luz, a que demos ese testimonio de la verdad
que solo en Cristo encontramos y que será la auténtica orientación también para
la vida de los hombres y mujeres de hoy envueltos también en tantas
oscuridades.
Seamos ese faro de luz
que señalemos el buen camino para no hundirnos en las tenebrosidades de tantas
oscuridades que nos acechan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.