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sábado, 17 de mayo de 2025

Vayamos dando pasos, creciendo en nuestra fe, abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús siempre todo el amor de Dios para contemplar la vida y el mundo con ojos nuevos

 


Vayamos dando pasos, creciendo en nuestra fe, abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús siempre todo el amor de Dios para contemplar la vida y el mundo con ojos nuevos

Hechos 13, 44-52; Salmo 97; Juan 14, 7-14

Tenemos tantas veces las cosas delante de nosotros y no terminamos de verlas; algunas veces estamos en casa buscando algo que necesitamos, un papel, por ejemplo, que tiene mucha importancia para nosotros y revolvemos todo y no lo encontramos, aunque algunas veces lo tenemos delante pero nos pensamos que era otra cosa; pero no es cuestión solo de cosas sino de algo que nos afecta en lo más profundo de nosotros mismos porque de ahí depende cómo veamos la vida, pero no terminamos de entender; como se trata de personas, con las que queremos encontrarnos, que deseamos un amigo de verdad y no lo acabamos de encontrar, alguien que ocupe un lugar que nos pueda ayudar en una tarea que queremos emprender y no terminamos de ver la persona que sea capaz porque queremos poner tantos filtros, estamos poniendo tantas condiciones que al final todo nos parece confuso.

Los prejuicios que tengamos, las ideas preconcebidas, los filtros a trabes de los cuales veamos las cosas o las personas, las influencias que podamos recibir en muchas ocasiones interesadas, las turbulencias por las que podamos estar pasando por la vida nos llenan de confusión. Bien sabemos que un mar revuelto y agitado no nos deja ver el fondo y nos perdemos la belleza y hasta riqueza que podemos encontrar en los fondos marinos.

Nos pasa con lo que queremos hacer de nuestra sociedad que como suele decirse el árbol que está en primer término no nos deja ver el bosque; juzgamos y prejuzgamos a la sociedad en la que vivimos desde los prejuicios o ideas preconcebidas que tengamos o desde lo que algunos nos quieran presentar como una pantalla a través de la cual contemplemos el resto del cuadro; por la actitud o la postura de uno ya juzgamos el resto y estableces marcos generales en los que queremos meter a todos. Aunque contemplemos muchas cosas negativas en nuestro entorno o en ciertas personas de nuestro entorno ¿por eso vamos a decir que todos son iguales y que todo es negativo? Son los juicios que muchas veces nos hacemos.

Nos pasa en el camino de nuestra fe, el camino que nos lleve al conocimiento de Dios y a descubrir lo que son los valores del evangelio que hemos de vivir. Muchas veces tampoco terminamos de aclararnos. Y vienen explicaciones por acá por allá, unas veces interesadas, otras desde algún momento que hayamos vivido y que no ha tenido suficiente claridad y no terminamos de dar los pasos necesarios para ir al encuentro de Dios, o están también las rutinas en las que hemos envuelto la vida y nuestra experiencia religiosa que se convierten en un filtro que puede distorsionar la realidad del evangelio.

Los discípulos de Jesús andaban confusos. Habían seguido a Jesús, le habían escuchado y contemplado las obras que El  hacía, pero pesaba en su interior las ideas preconcebidas que tenían, la imagen que se habían hecho de la religión que ahora les costaba transformar desde la Buena Nueva que Jesús les proponía, se sentían confusos con Jesús mismo porque no terminaban de comprender todo lo que Jesús les decía y también les costaba llegar a Dios. No es tarea fácil el camino de conversión que Jesús pedía, donde tanto había que transformar para vestir ese vestido del hombre nuevo que Jesús nos proponía.

Por eso aún ahora andan haciéndose preguntas y preguntándole o pidiéndole a Jesús que les aclare algunas cosas. La referencia de Jesús era siempre el Padre, del que se sentía enviado y que hacía las obras del Padre, porque en fin de cuentas Jesús viene a ser ese rostro de la misericordia de Dios. ‘Muéstranos al Padre’, le piden. Y es la respuesta de Jesús. ‘¿Tanto tiempo con vosotros y aun no me conocéis?’. Quien ha visto a Jesús ha visto al Padre. Pero quitemos esos filtros que tantas veces nos ponemos, aclaremos esas turbulencias que hay en nuestra vida para que podamos ver con claridad, para que entendamos de verdad lo que son las obras de Jesús.

‘Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre…’ Claramente nos lo dice Jesús. Y es tal la maravilla que poniendo toda nuestra fe podemos hacer nosotros también las obras de Dios. ‘Hará las obras que yo hago’.

Vayamos dando pasos, vayamos creciendo en nuestra fe, vayamos abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús contemplemos siempre todo el amor de Dios. Contemplaremos la vida y el mundo de forma distinta, veremos con ojos nuevos también a cuantos están a nuestro lado.

 

viernes, 16 de mayo de 2025

Con nuestra fe en Jesús podemos comenzar a aprender a tener esa serenidad y esa paz en nuestro propio espíritu para afrontar los caminos de la vida porque El es el camino

 

Con nuestra fe en Jesús podemos comenzar a aprender a tener esa serenidad y esa paz en nuestro propio espíritu para afrontar los caminos de la vida porque El es el camino

Hechos 13, 26-33; Salmo 2;  Juan 14, 1-6

Vivimos en un mundo agitado en el que parece imposible que podamos encontrar paz y serenidad; es esa vertiginosa y alocada carrera en que vivimos, donde parece que nunca estamos satisfechos, siempre buscamos más, queremos escalar puestos más o alcanzar más poder y dominio, donde siempre andamos a la zancadilla porque no queremos que nada ni nadie se nos interponga en nuestros sueños y ambiciones; pero son los problemas de nuestra sociedad con sus miserias y con sus guerras, con sus alianzas y contra-alianzas en todos los ámbitos de la sociedad, con los muros que nos levantamos entre unos y otros o con los abismos que nos creamos que nos hace imposible la cercanía y la humanidad; son esas luchas interiores que todos vivimos entre lo bueno que soñamos y las ambiciones que se nos meten por medio maleando lo mejor de nosotros mismos, serán esas dudas e interrogantes que nos surgen en nuestro interior o las incongruencias a las que tenemos que enfrentarnos. Con esos planteamientos de vida, de nuestra sociedad y de nosotros mismos, ¿podremos alcanzar sosiego y serenidad?

Sin embargo a pesar de todas las tentaciones a las que nos veamos sometidos es un ansia que tenemos en nuestro interior, una búsqueda que incluso también nos desasosiega, un camino que intentamos hacer pero que muchas veces no sabemos cómo, una invitación que nos hace Jesús en su buena nueva del Evangelio que no sabemos escuchar o no sabemos muchas veces como realizar.

Pero hoy Jesús, en el evangelio que se nos propone, nos invita a que confiemos en El porque con El podremos encontrar esa paz. Nos pide que no perdamos la calma, pase lo que pase, vengan las sombras que vengan y puedan aparecer, sean o no sean difíciles los momentos que tengamos que vivir.

‘No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí’. Eso les dice Jesús a los apóstoles cuando se acercaban momentos que iban a ser muy difíciles para todos. Pronto incluso le abandonarían en el huerto y lo dejarían solo; alguno se atreverá a acercarse al patio del Sanedrín y aunque era de los que habían prometido mucho, porque decía que estaba dispuesto a dar la vida por Jesús, terminaría negando conocerle ante la pregunta de una criada; el camino primero hasta la casa del gobernador y luego hasta el calvario lo haría en terrible soledad, porque los que le seguían andaban escondidos en el cenáculo o vete a saber donde. Serían momentos difíciles que comenzarían con aquella agonía del huerto, pero donde los más cercanos terminarían por dormirse. Y Jesús les dice que no pierdan la calma, que no se les turbe el corazón, que sigan poniendo su fe y su confianza en El. ¿Podrían llegar a tener esa serenidad de la confianza?

Pero cuando escuchamos este evangelio tenemos que pensar que eso nos lo está diciendo hoy Jesús a nosotros en esa situación que vivimos, en ese mundo complejo que  nos rodea, en lo difícil que se nos hace muchas veces mantener nuestra fe y nuestra esperanza de que en verdad podemos hacer que nuestro mundo sea mejor. Y es que para alcanzar esa paz, tenemos que creer en la paz, que la paz es posible; para alcanzar esa serenidad que necesitamos para enfrentarnos por la vida, tenemos que primero que hace crecer en esa serenidad y paz interior, dentro de nosotros mismos. Cuando andamos en medio de todas esas turbaciones que se nos meten en nuestro espíritu no podremos tener una visión clara de saber a donde vamos o lo que buscamos.

Y nosotros, con nuestra fe en Jesús podemos comenzar a aprender a tener esa serenidad y esa paz en nuestro propio espíritu. ¿Por qué? ¿Cómo? Porque nos sentimos amados, porque hemos llegado a descubrir el amor que Dios nos tiene, porque llegamos a tener la experiencia de lo que es la misericordia y el perdón, porque así podemos sentirlo en nuestra vida; con esas premisas podemos acercarnos de manera nueva a los demás, acercarnos de manera nueva a ese mundo que nos rodea, podemos ir para transformar esa sociedad que queremos distinta. Podremos sentir esa fortaleza en el espíritu  para afrontar todo lo que es nuestra vida, con sus problemas, con sus inquietudes, con sus luchas, con sus deseos de hacer algo nuevo y mejor.

El ha terminado diciéndonos que es el Camino y la Verdad y la Vida. No perdamos esa serenidad de nuestro corazón, porque Dios está con nosotros.

jueves, 15 de mayo de 2025

Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica nos dice el Señor para comenzar la revolución de las toallas en el servicio de lavatorio de los pies

 


Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica nos dice el Señor para comenzar la revolución de las toallas en el servicio de lavatorio de los pies

Hechos 13, 13-25; Salmo 88; Juan 13, 16-20

Imaginaos que nos llega alguien que viene a traernos noticias de un familiar que tenemos lejos, a quien apreciamos mucho pero del que últimamente teníamos pocas noticias; son sentimientos de alegría lo acogemos por las noticias que nos trae pero también por la relación de amistad que parece tener con nuestro pariente para confiarle ese encargo de visitarnos y traernos noticias suyas; pero en un momento determinado tal mensajero se nos pone insolente y exigente, gloriándose de la amistad que tiene que nuestro familiar, y poco menos que mostrándose dominante con nosotros y reclamándonos una atención mayor de lo que realmente se está haciendo merecedor; nos sentiremos incómodos, surgirán reservas en nuestro interior y aflorará un rechazo por esas posturas orgullosas con las que se nos manifiesta. Son situaciones que de una forma o de otra muchas veces se nos pueden dar en nuestras mutuas relaciones.

Pero he querido partir de este ejemplo o experiencia para hacer una concordancia con lo que Jesús hoy nos dice en el evangelio y que puede tener resonancia no solo en la manera de nosotros acoger ese mensaje que nos llega sino también en la forma como nosotros hemos de trasmitirlo.

Apunta el evangelista que las palabras de Jesús son pronunciadas después del gesto que tuvo al principio de la cena pascual de lavarles los pies a los discípulos. Algo que los dejó en cierto modo descolocados, como hemos expresado recientemente, por la sorpresa del gesto de Jesús. Pero es que Jesús a continuación les dice que es lo que ellos también han de realizar; no es el discípulo mayor que su maestro, y si hemos visto al Maestro y al Señor lavar los pies en esa nueva revolución de las toallas, como alguien la ha llamado, hemos de implicarnos. ‘Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’, viene a decirles Jesús.

Jesús ha venido como el enviado del Padre como tantas veces nos ha repetido y la forma de mostrarse Jesús es precisamente desde los caminos del amor. ¿Qué es lo que vemos a lo largo de todo el evangelio? ‘Pasó haciendo el bien’, sería la definición que Pedro en uno de sus discursos daría de Jesús. Contemplamos su cercanía, su búsqueda constante del pecador o de todo aquel en quien hay un sufrimiento; se deja hacer y se deja llevar, le tocan la orla del manto o va allá donde lo necesitan, se detiene junto a quien está al borde del camino o se acerca al que es ignorado por todos y nadie tiene compasión de él como el paralítico de la piscina. Es la muestra del amor y de la misericordia porque el médico ha venido para sanar a los enfermos, por eso comerá con publicanos y pecadores o se dejará lavar los pies por una mujer pecadora. ‘Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’, repito que nos dice Jesús.

Es esa entonces también la sintonía con que nosotros hemos de acoger a Jesús. Siempre nos está mostrando el rostro misericordioso de Dios. Es el maestro, es el Señor, pero nos dirá que ser primero y principal es hacer el último. Es lo que hace Jesús llegando a morir en el más degradante de los tormentos.

¿Será así cómo nosotros llevamos su mensaje a los demás? ¿Será en ese camino de humildad y sencillez como la Iglesia se presenta ante el mundo para anunciar el mensaje del Reino? Tentados nos sentimos a veces de mostrarnos con prepotencia y orgullo, hacer manifestaciones de poder y autosuficiencia, de volvernos exigentes y radicales con los que se muestran diferentes o a los que les cuesta aceptar y llevar a la vida el mensaje del evangelio que tratamos de trasmitir, de volvernos duros e inmisericordes con los que han cometido errores o son pecadores.

No olvidemos que tenemos que ser siempre muestra en nuestras actitudes en nuestra manera de ir a los demás de ese rostro de misericordia de Dios, como lo hizo Jesús. Muchas veces quizás ha sucedido que no ha sido aceptado el mensaje del evangelio porque nosotros los mensajeros íbamos con mucha autosuficiencia y muy engreídos con nuestra verdad y a la larga pudimos hacer odioso el mensaje para aquellos que nos escuchaban. Muchas actitudes nuevas hemos de poner, porque mucho hemos de corregir.

miércoles, 14 de mayo de 2025

Un mundo nuevo en que brille la alegría y el amor un mundo nuevo de fraternidad y de comunión, no rompamos la red de amor que nos alimenta

 


Un mundo nuevo en que brille la alegría y el amor un mundo nuevo de fraternidad y de comunión, no rompamos la red de amor que nos alimenta

Hechos 1, 15-17. 20-26; Salmo 112;  Juan 15, 9-17

Sabemos que la energía - o si queremos decir la electricidad – necesita unos cauces de comunicación, un transporte, unas redes de la forma que sea para que pueda llegar a todas partes y podamos utilizarla, esté donde esté su fuente. Si se cortan esas redes de comunicación, esas líneas de comunicación no podremos, por ejemplo, tener luz, no podrán funcionar muchas cosas que necesitan de esa energía para poder realizar su función. Sin entrar en cómo fue o cómo no fue hace unos días el territorio peninsular español y portugués se quedó sin energía y todo quedó por así decirlo paralizado. Hay que conservar y cuidar esas redes de distribución para que no nos fallen y llegando a todas partes pueda alegrarse la vida de nuestra sociedad, vamos a decirlo así por expresarlo de alguna manera.

Hoy nos habla Jesús de otras redes de comunicación o de comunión que van a producirnos la verdadera energía que transforme nuestra vida y nuestro mundo y sin la cual no habría vida, todo sería tristeza y muerte. Hoy nos habla Jesús del amor. Tenemos una fuente de ese amor, porque parte de Dios. Ya se nos dirá en otro momento que ‘Dios es amor’. Hoy nos lo expresa Jesús de una forma muy hermosa. En este esto que hoy se nos ha ofrecido que es todo un compendio, comienza diciéndosenos  como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor’. Ahí está como en un resumen esa cadena del amor. El amor del Padre, el amor de Jesús y nuestro amor.

Ya nos dirá san Juan que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que primero nos amó Dios a nosotros. Es la fuente del amor que en Jesús se va a derramar sobre nosotros y que entonces nos hará amar de la misma manera. Por eso es toda la insistencia de Jesús en hablarnos primero de la compasión y de la misericordia de Dios para que así nosotros seamos compasivos y misericordiosos. Es nuestro modelo, es lo que tenemos que plasmar en nuestra vida. Por eso cuando nos habla del mandamiento del amor es El mismo quien se nos pone como modelo. No es ya solo amar como nos amamos a nosotros mismos, lo cual ya sería una hermosa señal de la madurez de nuestro amor, sino amar como El nos amó. Es su mandamiento ‘que os améis los unos a los otros como yo os he amado’.

No es una medida cualquiera. Es la medida más sublime. Es la medida que usa Dios que tanto nos amó que nos envió y nos entregó a su propio Hijo. Es la medida que vemos reflejada en Jesús. Porque ‘nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos’. Y es lo que hizo Jesús, mostrarnos la medida más grande del amor, la que El vivió y la que nos está enseñando a que vivamos nosotros. No podemos andar con mezquindad en nuestro amor poniendo medidas y poniendo límites, haciendo distinciones o esperando a que nos amen para nosotros amar. Es lo tan hermoso que nos dice san Pablo en la carta a los Corintios que tantas veces habremos escuchado y reflexionado. De ahí nace toda esa exquisitez y delicadeza del amor, esa cercanía y ese presencia, esa generosidad y hasta esa radicalidad con que nos vamos a mostrar en nuestro amor.

De ahí en consecuencia también cómo nos vamos a sentir cuando amamos así. Como nos dice hoy nos habla de todo esto para que nuestra alegría sea grande, ‘mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud’, que nos dice. Pero aun nos sentimos distintos en nuestra relación con Dios; no podrá ser la relación distante del que se siente pequeño ante el poderoso, sino que es el gusto y el gozo de sentirse amados y entonces hijos y amigos. ‘Ya no os llamo siervos… a vosotros os llamo amigos’, nos dirá. Pero todo eso se va a traducir además en nuestros frutos, en la forma cómo nos mostramos, en ese nuevo sentido de vida y de relación que va a haber entre todos; nacerá una nueva comunión, un nuevo sentido de vida; nacerá un mundo de fraternidad y de paz, un mundo donde iremos haciendo desaparecer el sufrimiento y todo aquello que nos pudiera distanciar los unos de los otros.

‘No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca’, terminará diciéndonos. ¿Llegaremos entonces a un mundo nuevo? Es el fruto de la energía del amor, no rompamos de ninguna manera esa red que nos une y que nos hace crecer en el amor. No siempre es fácil, pero tenemos que lograrlo. Permanezcamos en su amor y busquemos hacer siempre lo que es su voluntad.

martes, 13 de mayo de 2025

Los que siguen a Jesús y escuchan su voz nunca con Él se verán defraudados porque Él ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia

 


Los que siguen a Jesús y escuchan su voz nunca con Él se verán defraudados porque Él ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia

Hechos 11, 19-26; Salmo 86; Juan 10, 22-30

Hay ocasiones en que la actitud o la manera de actuar de una persona nos deja, como solemos decir, descolocados; nos sorprende, no sabemos cómo reaccionar, lo que está haciendo nos choca porque quizás nosotros no somos capaces de hacerlo o porque va contra nuestra forma de actuar y de alguna manera es como una denuncia de lo incongruente que nosotros estamos haciendo.

Una postura de generosidad y de entrega a los que menos nosotros pensamos frente a nuestras comodidades y actitudes de insolidaridad, por ejemplo. Una postura de humildad y cercanía de quien nosotros considerábamos una persona tan importante que nos parecía incapaz de tener esos gestos o quizás nos pudiera parecer fuera de lugar;  muchos ejemplos de cosas que nos descolocan podíamos recordar, porque son cosas por las que alguna vez hemos pasado.

Por supuesto de ahí podemos sacar lecciones positivas, pero también muchas veces nos empecinamos más en nuestra manera de actuar y de alguna manera nos molesta. Es precisamente lo que nos hace sentirnos descolocados, fuera de lugar.

¿Le estaba sucediendo a ciertos sectores de los judíos con Jesús? De alguna manera, sí. Por una parte quienes incluso valiéndose de la religión habían logrado poner en un estado de privilegio y de influencia que se sentían incómodos con lo que Jesús enseñaba y con lo que Jesús hacía. Estaba también la manera de pensar sobre lo que tenía que ser un profeta y ser el Mesías que chocaba con la enseñanza de Jesús, y aunque los sencillos lo aclamaban y reconocían los signos que Jesús hacía, por otra parte mantenían unas esperanzas que no concordaban con el mensaje del Reino de Dios que Jesús proclamaba. Para algunos incluso Jesús resultaba peligroso, por eso veremos cómo acaban tramando contra Él hasta llevarlo a la cruz y a la muerte.

Es el diálogo que hoy vemos entre Jesús y los judíos en aquella visita a Jerusalén. Estaban en Jerusalén en la fiesta de la Dedicación del templo. Y a Jesús se acercan con sus expectativas para que Jesús les diga claramente si es o no es el Mesías esperado. ‘¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente’. Y Jesús pacientemente les explica que Él está haciendo las obras del Padre que dan testimonio de El, de quien es. Pero les dice que como no son de sus ovejas, no pueden escuchar su voz, no pueden entender lo que Jesús les está diciendo. Ya lo hemos reflexionado estos días en que el evangelio ha girado en torno a la figura del Buen Pastor. Las ovejas conocen y escuchan la voz de su pastor y le siguen. Es lo que no está sucediendo con ellos.

Pero Jesús les dice que a los que le siguen y escuchan su voz nunca con Él se verán defraudados. Él ha venido para que tengamos vida y en abundancia. Y es lo que nos ofrece. Se va a entregar por nosotros para que tengamos esa vida, para que podamos sentir esa paz en el corazón, para que en verdad nos sintamos transformados para ser unos hombres nuevos. Lo que necesitamos es poner nuestra fe en El, que nunca nos fallará.

Algunas veces, sin embargo, cuando escuchamos el evangelio de alguna manera nos sentimos descolocados; pero nos sentimos así porque aún quedan en nosotros vestigios del hombre viejo y aparecen nuestras ambiciones y nuestras búsquedas de intereses, porque vemos la distancia que quizás nos falta para aprender a actuar a la manera de Jesús, o cuando contemplamos a nuestro lado a personas que en verdad quieren seguir el espíritu del evangelio y se muestran humildes y cercanas, se les ve entregadas incondicionalmente, se les ve con una generosidad grande para compartir.

Como decíamos antes que todo eso nos sirva para lo bueno, sea para nosotros un estímulo, que aprendamos a dar también esos pasos de generosidad y de amor que serán los que en verdad transformarán nuestro mundo.


lunes, 12 de mayo de 2025

Con Jesús siempre seguros, porque tenemos la certeza de la puerta que se nos abre, la seguridad de la fortaleza para el camino, la luz suficiente para alejarnos de las tinieblas

 


Con Jesús siempre seguros, porque tenemos la certeza de la puerta que se nos abre, la seguridad de la fortaleza para el camino, la luz suficiente para alejarnos de las tinieblas

Hechos 11, 1-18; Salmo 41; Juan 10, 1-10

Si tenemos una puerta, ¿por qué tenemos que saltar por la valla? Por la valla saltan los que no pueden tener acceso por la puerta, o los que teniendo acceso posible por la puerta, como sus intenciones no son buenas, tratan de pasar disimuladamente para poder lograr sus fines ocultos. Y el que viene con esas intenciones o esos deseos seguramente lo que va a producir son estragos, trastornos, daños. Es importante y serio quien entre por la puerta, el sentido de la puerta.

Es una imagen más y bien enriquecedora que nos ofrece Jesús de sí mismo a lo largo del evangelio y que hoy de manera especial escuchamos. Ha estado hablando de las ovejas y del pastor, de las ovejas que escuchan y conocen a su pastor, pero del pastor que conoce y que ama a sus ovejas hasta el punto de dar la vida por ellas. En otros momentos del evangelio nos hablará de camino y de verdad, nos hablará de luz y de vida diciéndonos que todo eso es Él para nosotros.

Ha venido como la luz, aunque se encontrará que la tiniebla rechaza la luz, no la recibirá, como ya desde el principio del evangelio de san Juan se nos dice; nos dirá que quien le sigue no anda en tinieblas, y eso tiene que ser la opción que tenemos que hacer. Por eso la imagen de la luz aparecerá muchas veces en el evangelio pero además nos pide que vayamos a su encuentro con las luces en nuestras manos, pero que hemos de tener suficiente aceite para que se mantengan encendidas. Claro que su verdad y su sabiduría es ese aceite que nos mantendrá con la luz encendida.

Pero si nos manda caminar a su luz, también nos dirá que Él es el camino. Cuando los discípulos le piden que les muestre al Padre, del que tanto les viene hablando, les dirá que quien le ve a Él ve al Padre, porque nadie podrá ir al Padre sino por El; pero además nos dice que nadie conoce al Padre sino el Hijo y a quien el Hijo se lo quiere revelar; viene a decirnos así cómo El nos revela al Padre. ‘Nadie va al Padre, sino por mí’. Y concluirá con una afirmación definitiva, ‘Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida’.

Y hoy abundó en la idea de las ovejas que le siguen, le escuchan, El las ama y da su vida por ellas, en esa imagen del aprisco nos dirá que Él es la Puerta. Para entrar a formar parte de este aprisco, de ese rebaño no tenemos otro camino que El mismo. ‘En verdad, en verdad os digo, yo soy la Puerta’. Nos hablará del verdadero pastor y nos hablará de los malos pastores que no cuidan a su rebaño sino que solo se aprovechan de él. Pero eso nos hablará de ladrones que solo vienen para hacer estrago, para robar y para matar.

Es importante esta imagen. Una imagen que nos lleva a desear conocer esa puerta, que algunas veces nos dirá Jesús que es estrecha porque es exigente, pero que en otro momento nos dirá que no  hemos de temer en lo que Él pueda pedirnos porque reina por encima de todo la libertad porque reina el amor. ‘Mi yugo es llevadero y mi carga es liviana’, nos dirá. El desconocimiento nos hace ver muchas veces las cosas como demasiado grandiosas u opresivas. Estamos ante un paisaje que no conocemos, pero que además por ese desconocimiento se nos manifiesta de entrada oscuro, ya estamos pensando que todo lo que hay detrás es tenebroso y nos dará miedo entrar en ese huerto o en ese camino. Cuando tengamos conocimiento de lo que hay veremos que no es tan temeroso sino que los carriles por los que nos hace circular el Señor están bien engrasados con la gracia y nos dan facilidad a nuestro rodaje.

Con Jesús siempre nos tenemos que sentir seguros, porque tenemos la certeza de a dónde nos va a llevar la puerta que se nos abre, tenemos la seguridad de la fortaleza para el camino, tendremos la luz suficiente para alejarnos de las tinieblas y de los peligros, tenemos la certeza de la meta porque sabemos que nos vamos a encontrar con el Padre. Qué gozada seguir el mensaje del evangelio.


domingo, 11 de mayo de 2025

Escuchar para conocer, escuchar para poder seguir, escuchar para poder ser discípulos, escuchar para poder ser misioneros en medio de nuestro mundo

 


Escuchar para conocer, escuchar para poder seguir, escuchar para poder ser discípulos, escuchar para poder ser misioneros en medio de nuestro mundo

Hechos 13, 14. 43–52; Salmo 99; Apocalipsis 7, 9. 14b-17; Juan 10, 27-30

A veces damos la impresión que nos lo sabemos todo, vamos con nuestros prejuicios por delante, con nuestras ideas preconcebidas, con nuestras apariencias y empleo esta palabra no solo refiriéndome a nuestras apariencias personales que damos sino que nosotros nos hacemos una apariencia de la otra persona para juzgarla o para condenarla sin conocerla ni escucharla. No, si yo la conozco bien, de toda la vida, decimos, pero quizás nunca nos hemos detenido a hablar con esa persona para saber lo que piensa o por qué hace las cosas.

Necesitamos escuchar para conocer; y nos cuesta escuchar, porque ponemos una presintonía en nuestros oídos y no estamos escuchando a la persona sino escuchándonos a nosotros mismos en las prevenciones que podamos tener hacia esas personas. Escuchando podemos conocer y podemos comenzar a establecer una nueva relación, una relación de amistad, una relación de nueva comunión. Nos aislamos y solo nos escuchamos a nosotros mismos.

Pero nos sucede en todos los aspectos de la vida, en nuestras relaciones con las personas que nos rodean, muchas veces comenzando por la propia familia, pero puede sucedernos en las cosas que emprendamos que vayamos solo encuadramos en nuestras propias maneras de ver las cosas, o nos puede suceder en todo lo que es nuestra relación con la sociedad en la que vivimos; desconocemos cual es el sentir de ese mundo cercano a nosotros y luego no sabremos responder a los problemas que se presentan.

¿Nos sucederá también en lo que es nuestra relación con Dios, en nuestra manera de entender lo que significa ser cristiano, en la tarea que como cristianos tenemos que realizar en nuestro mundo, en nuestra relación también con la Iglesia? Quizás tendrían que ser cosas que también nos planteáramos.

Estamos en este ya cuarto domingo de pascua celebrando el domingo llamado del Buen Pastor, por la imagen que se nos ofrece en el evangelio en los tres ciclos litúrgicos. Hoy nos dice Jesús en el evangelio ‘Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano’.

Nos propone Jesús la imagen tan bucólica de las ovejas y de sus pastores. ‘Mis ovejas escuchan mi voz…’ nos dice, ‘y yo las conozco, y ellas me siguen’. Una imagen muy hermosa. Quizás en nuestra sociedad tan urbana en que vivimos estemos lejos ya de esa experiencia de las ovejas y de los rebaños en el campo, pero si en nuestra cultura de hoy estaremos más acostumbrados a tener nuestras mascotas en casa, unos animalitos que nos hacen compañía, que cuidamos o que ellos también nos siguen y hasta en cierto modo nos cuidan. ¡Cómo conocen nuestra voz! ¡Como sienten nuestra cercanía aunque no nos vean cuando llegamos a casa! Son experiencias que fácilmente muchos podamos tener.

Nos está queriendo hablar Jesús de cómo hemos de escucharle. Nos llamamos cristianos, sin embargo, y muchas veces no hemos sabido escucharle, no nos detenemos lo suficiente ante las páginas del evangelio para conocerle y para aprender a seguirle, no hacemos ese silencio interior para escucharle allá en lo más hondo de nosotros mismos. ¿En qué hemos convertido muchas veces eso de ser cristiano? ¿Solamente en una tradición porque aquí todos somos cristianos, porque mis padres eran cristianos y me bautizaron y un día quisieron que hiciéramos la primera comunión?

Es cierto que quienes nos acercamos más a las celebraciones litúrgicas tenemos más la oportunidad de escuchar la Palabra de Dios; pero eso tenemos que aprender a hacer, escuchar, escuchar de verdad la Palabra de Dios, que no es solo lo que luego el sacerdote pueda decirnos o comentarnos en la homilía, que forma parte también, es cierto, de esa proclamación de la Palabra de Dios, sino en ese necesario silencio interior que hemos de hacer para escuchar en lo más hondo de nosotros esa Palabra de Dios.

¿Andaremos muchas veces distraídos, entretenidos en nuestros pensamientos, atentos a otras cosas que puedan haber en el entorno de nuestras celebraciones pero no atentos a escuchar lo que allá en lo más hondo de nosotros mismos el Señor quiera decirnos? Nada tendría que distraernos en esa proclamación de la Palabra de Dios, en ninguna otra cosa tendríamos que estar entreteniéndonos. No siempre lo hacemos.

Escuchar para conocer, escuchar para poder seguir, escuchar para poder ser discípulos, escuchar para poder llenarnos de Dios, escuchar para descubrir por donde tiene que ir la respuesta de nuestra vida, nuestro compromiso cristiano, escuchar sin prevenciones o con ideas preconcebidas, escuchar para poder ser luego misioneros en medio de nuestro mundo. ¿Si no hemos escuchado qué es lo que luego podemos trasmitir?