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sábado, 17 de mayo de 2025

Vayamos dando pasos, creciendo en nuestra fe, abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús siempre todo el amor de Dios para contemplar la vida y el mundo con ojos nuevos

 


Vayamos dando pasos, creciendo en nuestra fe, abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús siempre todo el amor de Dios para contemplar la vida y el mundo con ojos nuevos

Hechos 13, 44-52; Salmo 97; Juan 14, 7-14

Tenemos tantas veces las cosas delante de nosotros y no terminamos de verlas; algunas veces estamos en casa buscando algo que necesitamos, un papel, por ejemplo, que tiene mucha importancia para nosotros y revolvemos todo y no lo encontramos, aunque algunas veces lo tenemos delante pero nos pensamos que era otra cosa; pero no es cuestión solo de cosas sino de algo que nos afecta en lo más profundo de nosotros mismos porque de ahí depende cómo veamos la vida, pero no terminamos de entender; como se trata de personas, con las que queremos encontrarnos, que deseamos un amigo de verdad y no lo acabamos de encontrar, alguien que ocupe un lugar que nos pueda ayudar en una tarea que queremos emprender y no terminamos de ver la persona que sea capaz porque queremos poner tantos filtros, estamos poniendo tantas condiciones que al final todo nos parece confuso.

Los prejuicios que tengamos, las ideas preconcebidas, los filtros a trabes de los cuales veamos las cosas o las personas, las influencias que podamos recibir en muchas ocasiones interesadas, las turbulencias por las que podamos estar pasando por la vida nos llenan de confusión. Bien sabemos que un mar revuelto y agitado no nos deja ver el fondo y nos perdemos la belleza y hasta riqueza que podemos encontrar en los fondos marinos.

Nos pasa con lo que queremos hacer de nuestra sociedad que como suele decirse el árbol que está en primer término no nos deja ver el bosque; juzgamos y prejuzgamos a la sociedad en la que vivimos desde los prejuicios o ideas preconcebidas que tengamos o desde lo que algunos nos quieran presentar como una pantalla a través de la cual contemplemos el resto del cuadro; por la actitud o la postura de uno ya juzgamos el resto y estableces marcos generales en los que queremos meter a todos. Aunque contemplemos muchas cosas negativas en nuestro entorno o en ciertas personas de nuestro entorno ¿por eso vamos a decir que todos son iguales y que todo es negativo? Son los juicios que muchas veces nos hacemos.

Nos pasa en el camino de nuestra fe, el camino que nos lleve al conocimiento de Dios y a descubrir lo que son los valores del evangelio que hemos de vivir. Muchas veces tampoco terminamos de aclararnos. Y vienen explicaciones por acá por allá, unas veces interesadas, otras desde algún momento que hayamos vivido y que no ha tenido suficiente claridad y no terminamos de dar los pasos necesarios para ir al encuentro de Dios, o están también las rutinas en las que hemos envuelto la vida y nuestra experiencia religiosa que se convierten en un filtro que puede distorsionar la realidad del evangelio.

Los discípulos de Jesús andaban confusos. Habían seguido a Jesús, le habían escuchado y contemplado las obras que El  hacía, pero pesaba en su interior las ideas preconcebidas que tenían, la imagen que se habían hecho de la religión que ahora les costaba transformar desde la Buena Nueva que Jesús les proponía, se sentían confusos con Jesús mismo porque no terminaban de comprender todo lo que Jesús les decía y también les costaba llegar a Dios. No es tarea fácil el camino de conversión que Jesús pedía, donde tanto había que transformar para vestir ese vestido del hombre nuevo que Jesús nos proponía.

Por eso aún ahora andan haciéndose preguntas y preguntándole o pidiéndole a Jesús que les aclare algunas cosas. La referencia de Jesús era siempre el Padre, del que se sentía enviado y que hacía las obras del Padre, porque en fin de cuentas Jesús viene a ser ese rostro de la misericordia de Dios. ‘Muéstranos al Padre’, le piden. Y es la respuesta de Jesús. ‘¿Tanto tiempo con vosotros y aun no me conocéis?’. Quien ha visto a Jesús ha visto al Padre. Pero quitemos esos filtros que tantas veces nos ponemos, aclaremos esas turbulencias que hay en nuestra vida para que podamos ver con claridad, para que entendamos de verdad lo que son las obras de Jesús.

‘Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre…’ Claramente nos lo dice Jesús. Y es tal la maravilla que poniendo toda nuestra fe podemos hacer nosotros también las obras de Dios. ‘Hará las obras que yo hago’.

Vayamos dando pasos, vayamos creciendo en nuestra fe, vayamos abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús contemplemos siempre todo el amor de Dios. Contemplaremos la vida y el mundo de forma distinta, veremos con ojos nuevos también a cuantos están a nuestro lado.

 

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