Vayamos
dando pasos, creciendo en nuestra fe, abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús
siempre todo el amor de Dios para contemplar la vida y el mundo con ojos nuevos
Hechos 13, 44-52; Salmo 97; Juan 14, 7-14
Tenemos tantas veces las cosas delante
de nosotros y no terminamos de verlas; algunas veces estamos en casa buscando
algo que necesitamos, un papel, por ejemplo, que tiene mucha importancia para
nosotros y revolvemos todo y no lo encontramos, aunque algunas veces lo tenemos
delante pero nos pensamos que era otra cosa; pero no es cuestión solo de cosas
sino de algo que nos afecta en lo más profundo de nosotros mismos porque de ahí
depende cómo veamos la vida, pero no terminamos de entender; como se trata de
personas, con las que queremos encontrarnos, que deseamos un amigo de verdad y
no lo acabamos de encontrar, alguien que ocupe un lugar que nos pueda ayudar en
una tarea que queremos emprender y no terminamos de ver la persona que sea
capaz porque queremos poner tantos filtros, estamos poniendo tantas condiciones
que al final todo nos parece confuso.
Los prejuicios que tengamos, las ideas
preconcebidas, los filtros a trabes de los cuales veamos las cosas o las
personas, las influencias que podamos recibir en muchas ocasiones interesadas,
las turbulencias por las que podamos estar pasando por la vida nos llenan de confusión.
Bien sabemos que un mar revuelto y agitado no nos deja ver el fondo y nos
perdemos la belleza y hasta riqueza que podemos encontrar en los fondos
marinos.
Nos pasa con lo que queremos hacer de
nuestra sociedad que como suele decirse el árbol que está en primer término no
nos deja ver el bosque; juzgamos y prejuzgamos a la sociedad en la que vivimos
desde los prejuicios o ideas preconcebidas que tengamos o desde lo que algunos
nos quieran presentar como una pantalla a través de la cual contemplemos el
resto del cuadro; por la actitud o la postura de uno ya juzgamos el resto y
estableces marcos generales en los que queremos meter a todos. Aunque
contemplemos muchas cosas negativas en nuestro entorno o en ciertas personas de
nuestro entorno ¿por eso vamos a decir que todos son iguales y que todo es
negativo? Son los juicios que muchas veces nos hacemos.
Nos pasa en el camino de nuestra fe, el
camino que nos lleve al conocimiento de Dios y a descubrir lo que son los
valores del evangelio que hemos de vivir. Muchas veces tampoco terminamos de
aclararnos. Y vienen explicaciones por acá por allá, unas veces interesadas,
otras desde algún momento que hayamos vivido y que no ha tenido suficiente
claridad y no terminamos de dar los pasos necesarios para ir al encuentro de
Dios, o están también las rutinas en las que hemos envuelto la vida y nuestra
experiencia religiosa que se convierten en un filtro que puede distorsionar la
realidad del evangelio.
Los discípulos de Jesús andaban
confusos. Habían seguido a Jesús, le habían escuchado y contemplado las obras
que El hacía, pero pesaba en su interior
las ideas preconcebidas que tenían, la imagen que se habían hecho de la religión
que ahora les costaba transformar desde la Buena Nueva que Jesús les proponía,
se sentían confusos con Jesús mismo porque no terminaban de comprender todo lo
que Jesús les decía y también les costaba llegar a Dios. No es tarea fácil el
camino de conversión que Jesús pedía, donde tanto había que transformar para
vestir ese vestido del hombre nuevo que Jesús nos proponía.
Por eso aún ahora andan haciéndose
preguntas y preguntándole o pidiéndole a Jesús que les aclare algunas cosas. La
referencia de Jesús era siempre el Padre, del que se sentía enviado y que hacía
las obras del Padre, porque en fin de cuentas Jesús viene a ser ese rostro de
la misericordia de Dios. ‘Muéstranos al Padre’, le piden. Y es la
respuesta de Jesús. ‘¿Tanto tiempo con vosotros y aun no me conocéis?’. Quien
ha visto a Jesús ha visto al Padre. Pero quitemos esos filtros que tantas veces
nos ponemos, aclaremos esas turbulencias que hay en nuestra vida para que
podamos ver con claridad, para que entendamos de verdad lo que son las obras de
Jesús.
‘Lo que yo os digo no lo hablo por
cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme:
yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en
verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun
mayores, porque yo me voy al Padre…’ Claramente
nos lo dice Jesús. Y es tal la maravilla que poniendo toda nuestra fe podemos
hacer nosotros también las obras de Dios. ‘Hará las obras que yo hago’.
Vayamos dando pasos, vayamos creciendo
en nuestra fe, vayamos abriéndonos al misterio de Dios, en Jesús contemplemos
siempre todo el amor de Dios. Contemplaremos la vida y el mundo de forma
distinta, veremos con ojos nuevos también a cuantos están a nuestro lado.
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