Un
mundo nuevo en que brille la alegría y el amor un mundo nuevo de fraternidad y
de comunión, no rompamos la red de amor que nos alimenta
Hechos 1, 15-17. 20-26; Salmo 112;
Juan 15, 9-17
Sabemos que la energía - o si queremos
decir la electricidad – necesita unos cauces de comunicación, un transporte,
unas redes de la forma que sea para que pueda llegar a todas partes y podamos
utilizarla, esté donde esté su fuente. Si se cortan esas redes de comunicación,
esas líneas de comunicación no podremos, por ejemplo, tener luz, no podrán
funcionar muchas cosas que necesitan de esa energía para poder realizar su función.
Sin entrar en cómo fue o cómo no fue hace unos días el territorio peninsular
español y portugués se quedó sin energía y todo quedó por así decirlo
paralizado. Hay que conservar y cuidar esas redes de distribución para que no
nos fallen y llegando a todas partes pueda alegrarse la vida de nuestra
sociedad, vamos a decirlo así por expresarlo de alguna manera.
Hoy nos habla Jesús de otras redes de
comunicación o de comunión que van a producirnos la verdadera energía que
transforme nuestra vida y nuestro mundo y sin la cual no habría vida, todo
sería tristeza y muerte. Hoy nos habla Jesús del amor. Tenemos una fuente de
ese amor, porque parte de Dios. Ya se nos dirá en otro momento que ‘Dios es
amor’. Hoy nos lo expresa Jesús de una forma muy hermosa. En este esto que
hoy se nos ha ofrecido que es todo un compendio, comienza diciéndosenos ‘como el Padre me ha amado, así os he
amado yo; permaneced en mi amor’. Ahí está como en un resumen esa cadena
del amor. El amor del Padre, el amor de Jesús y nuestro amor.
Ya nos dirá san Juan que el amor no
consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que primero nos amó Dios a
nosotros. Es la fuente del amor que en Jesús se va a derramar sobre
nosotros y que entonces nos hará amar de la misma manera. Por eso es toda la
insistencia de Jesús en hablarnos primero de la compasión y de la misericordia
de Dios para que así nosotros seamos compasivos y misericordiosos. Es nuestro
modelo, es lo que tenemos que plasmar en nuestra vida. Por eso cuando nos habla
del mandamiento del amor es El mismo quien se nos pone como modelo. No es ya
solo amar como nos amamos a nosotros mismos, lo cual ya sería una hermosa señal
de la madurez de nuestro amor, sino amar como El nos amó. Es su mandamiento ‘que
os améis los unos a los otros como yo os he amado’.
No es una medida cualquiera. Es la
medida más sublime. Es la medida que usa Dios que tanto nos amó que nos envió y
nos entregó a su propio Hijo. Es la medida que vemos reflejada en Jesús. Porque
‘nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos’. Y es
lo que hizo Jesús, mostrarnos la medida más grande del amor, la que El vivió y
la que nos está enseñando a que vivamos nosotros. No podemos andar con
mezquindad en nuestro amor poniendo medidas y poniendo límites, haciendo
distinciones o esperando a que nos amen para nosotros amar. Es lo tan hermoso
que nos dice san Pablo en la carta a los Corintios que tantas veces habremos
escuchado y reflexionado. De ahí nace toda esa exquisitez y delicadeza del amor,
esa cercanía y ese presencia, esa generosidad y hasta esa radicalidad con que
nos vamos a mostrar en nuestro amor.
De ahí en consecuencia también cómo nos
vamos a sentir cuando amamos así. Como nos dice hoy nos habla de todo esto para
que nuestra alegría sea grande, ‘mi alegría esté en vosotros y vuestra
alegría llegue a plenitud’, que nos dice. Pero aun nos sentimos distintos
en nuestra relación con Dios; no podrá ser la relación distante del que se
siente pequeño ante el poderoso, sino que es el gusto y el gozo de sentirse
amados y entonces hijos y amigos. ‘Ya no os llamo siervos… a vosotros os
llamo amigos’, nos dirá. Pero todo eso se va a traducir además en nuestros
frutos, en la forma cómo nos mostramos, en ese nuevo sentido de vida y de relación
que va a haber entre todos; nacerá una nueva comunión, un nuevo sentido de
vida; nacerá un mundo de fraternidad y de paz, un mundo donde iremos haciendo
desaparecer el sufrimiento y todo aquello que nos pudiera distanciar los unos
de los otros.
‘No sois vosotros los que me habéis
elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis
fruto, y vuestro fruto permanezca’,
terminará diciéndonos. ¿Llegaremos entonces a un mundo nuevo? Es el fruto de la
energía del amor, no rompamos de ninguna manera esa red que nos une y que nos
hace crecer en el amor. No siempre es fácil, pero tenemos que lograrlo.
Permanezcamos en su amor y busquemos hacer siempre lo que es su voluntad.
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