Jesús
está
diciéndonos que como El caminemos sobre las aguas, por encima de esas
situaciones por las que pasamos para no perder la paz, porque alguien nos
sostiene
Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal 32; Juan
6, 16-21
No nos gusta sentirnos solos; y no lo digo
solo en el sentido de que estemos o no estemos rodeados de gente, sino que en
aquello que estamos realizando, en la propia tarea de la vida podamos sentir
una presencia que nos ayude, que nos estimule, que nos dé fuerzas en aquellas
situaciones por las que pasamos en muchas ocasiones adversas; es la más amarga
soledad, porque incluso podemos ver muchas gentes a nuestro lado y no nos
sirve, no ayudan, no estimulan, no son fuerza para nosotros.
Los discípulos aquel atardecer en el
lago iban sintiendo esa soledad; es cierto que estaban todos juntos, pero les
faltaba quien era en verdad el empuje para ellos. Después de la experiencia de
aquel día, en que tantas cosas habían sucedido, cuando Jesús se los había
llevado para estar a solas con ellos, las tornas se habían virado, y al
encontrarse con una multitud que les esperaba Jesús se dedicó a esa gente que
veía desorientada como ovejas sin pastor; se había puesto a enseñarles y al
final había sucedido lo de la multiplicación de los panes, donde Jesús había querido
implicarles a ellos también.
Viendo Jesús lo que podía suceder
cuando la gente se fue entusiasmando y ya querían proclamarle rey y Mesías, los
embarcó rumbo a Cafarnaún y El se había quedado solo en la montaña. Pero Jesús
no había aparecido para ir con ellos, el anochecer se iba haciendo largo y
estaba costoso lo del remar. Sienten que Jesús no está con ellos. Lo necesitan.
Y Jesús comienza a caminar a su lado
sobre las aguas. No entienden, les parece un fantasma y mayores fueron los
miedos y los temores. Pero Jesús les dice que está allí. Quieren hacerlo subir
a la barca y cuando menos se dan cuenta han llegado a Cafarnaún. Con Jesús a su
lado parece que la travesía fue mejor y daba la impresión que se había hecho
corta.
¿Habremos estado en travesías de la
vida donde nos hemos sentido solos y sin fuerzas? Llamémoslo como queramos,
pero situaciones así habremos seguramente pasado muchas. Momentos en que en la
vida nos ha aparecido el desánimo, el cansancio, hasta el aburrimiento en lo que
estábamos haciendo porque hasta nos parecía que muchas de aquellas cosas no
tenían sentido. Los problemas nos han abrumado muchas veces y nuestras barca
parece que no avanza, no conseguimos alcanzar las metas con las que soñamos,
muchos reveses nos hacen sentir en ocasiones como fracasados, también nos
llenamos de miedo en la vida ante el futuro, ante lo que podemos hacer, ante
responsabilidades que tenemos que asumir. Y algunas veces no sabemos a quién
acudir.
Hay mucha gente a nuestro alrededor,
ahí están quizás los amigos de siempre, por otra parte está la familia, pero
nos parece que cada uno va a lo suyo, que cada uno tiene sus problemas y por
qué vamos a ir con un problema más que somos nosotros, y nos parece perder la
estabilidad en la vida, nos hundimos o no sabemos cómo salir del atolladero.
¿Nos olvidamos que Jesús va ahí a
nuestro lado aunque no nos demos cuenta, que El está diciéndonos que como El
caminemos sobre las aguas, caminemos por encima de esas situaciones por las que
estamos pasando que no nos tienen que hacer perder la paz, que alguien nos
sostiene? Somos tan débiles en nuestra fe que no sabemos reaccionar, no sabemos
mirar, no sabemos sentir esa presencia del Señor que nunca nos faltará para que
podamos llegar a puerto. Y la presencia del Señor se nos manifestará de muchas
diferentes maneras. Tengamos ojos de fe para descubrirlas.